Si usted todavía no entiende por qué de un tiempo para acá Vicky Dávila entrevista tan a menudo en su canal a Gustavo Petro, no se preocupe, no significa que ella se haya vuelto petrista. Significa que ella, Semana y el Centro Democrático -o sea el uribismo en pleno (súmele a Salud Hernández)- necesitan hacer crecer a Petro para agudizar la polarización política, a sabiendas de que eso le conviene a la derecha.
En la misma tónica polarizadora se puso el presidente Iván Duque el miércoles 27 de octubre en entrevista con Blu Radio, cuando esto le dijo al primer cuñado de la nación, Néstor Morales: “hay personas que quieren capitalizar políticamente el llamado a la desestabilización. Eso no es responsable y yo creo que usted sabe claramente a quién me refiero y no se preocupe que, sin tener que mencionar el nombrecito, usted ya lo tiene claro”.
Morales terció a favor de su entrevistado, con esta pregunta (si así se le puede llamar): “¿Esa mano de Petro, que fue el único que perdió en las elecciones de segunda vuelta y que anunció calle el mismo día que perdió los comicios, la ve en la protesta pacífica o en los actos de vandalismo?”.
La respuesta de Duque no hace falta transcribirla aquí, menos cuando queda claro que fue una entrevista de “yo con yo”, donde se evidenció que se acude de nuevo a la fórmula del enemigo interno que tan buenos resultados le dio al nazismo, cuando focalizaron su estrategia hacia la toma del poder en sembrar odio a los judíos como supuestos responsables de todos los males de Alemania.
Para el caso que nos ocupa, la instigación del miedo y el odio hacia las Farc catapultaron a Álvaro Uribe a la presidencia, y de ahí en adelante no han dejado de aplicar tan exitosa receta, como cuando en el plebiscito de 2016 hicieron creer a buena parte del ignorante electorado que el acuerdo de paz pretendía volver homosexuales a “nuestros niños”, y la consecuencia fue que terminó por triunfar el miedo a la “ideología de género”.
La misma fórmula de sembrar temor colectivo aplicaron para la última elección presidencial, consistente en regar la bola de que si ganaba Petro íbamos a vivir como en Venezuela. Pero la realidad está mostrando que nadie mejor que Duque imita hoy a Nicolás Maduro, comenzando por la violenta represión desatada por un Estado cada vez más dictatorial contra la gente que sale a protestar pacíficamente, pero es disuelta por salvajes policías del Esmad a punta de bolillazos, patadas y gases lacrimógenos. Como en Caracas, como en Maracaibo. Y nada raro tendría que ese mismo Estado policial y autoritario esté asumiendo que un día la gente se va a cansar de salir a protestar porque no conduce a nada nuevo, exacto como hoy ocurre en Venezuela.
Aquí no se trata de ponernos a favor de Gustavo Petro, pues están surgiendo nuevos liderazgos que desde altas instancias de poder tratan de opacar o enredar desde la Fiscalía, como se vio en casos como los de Carlos Caicedo en Santa Marta, hoy gobernador electo del Magdalena; o de Camilo Romero, gobernador saliente de Nariño, otro prospecto bien interesante hacia 2022.
Aquí se trata es de advertir que estamos de nuevo ante una jugada perversa, que cuenta con el apoyo de influentes aliados desde lo mediático. Esa jugada consiste en hacer crecer -de nuevo- a Gustavo Petro, en señalarlo como un elemento tóxico y dañino a la anhelada armonía social, con un objetivo de claro corte militarista que apunta a impedir que la gente reconozca o identifique las verdaderas causas del malestar social que hoy cunde entre todas las capas de la población, incluso entre personas pensantes de estrato 6.
Lo que quizá no ha contemplado el uribismo es que el ‘monstruo’ se les crezca hasta un punto en que la gente, hastiada y llevada por el desespero, le conceda la razón a Petro y termine por preferirlo como el único remedio a la mano.
CODA: Cuando el subpresidente Duque llama “pirómanos” a los marchantes y quiere hacer creer que el pirómano mayor se llama Gustavo Petro, intenta apagar el incendio con gasolina. Parece que hubiera recibido la orden de no ceder un milímetro ante las exigencias, de “agudizar las contradicciones”. ¿Qué queda entonces si el Gobierno sigue desconociendo las verdaderas causas del malestar? Más violencia, en parte oficial y en parte del que reacciona y sale a la calle en actitud cada vez más airada, tan airada como sea el volumen de la represión a su protesta. Esto se va a poner bien feo.