Por HUMBERTO TOBÓN
Escribí en el libro “Cátedra sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio”, publicación del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo – PNUD (2011) del cual fui coautor, que el suelo, que es un recurso no renovable, era sometido a una acelerada destrucción por efecto de las malas prácticas productivas del hombre y a la ocurrencia de fenómenos naturales.
Y comentaba: “el problema es tan grave, que se tienen estadísticas en las que se asegura que se pierden cada año 12 millones de hectáreas de suelo, en las cuales se pudieron haber producido 20 millones de toneladas de cereales, según la FAO”.
En ese texto advertí que “los problemas que se le ocasionan al suelo también obligan a la migración de millones de personas”, las que en ese momento denominé “refugiados ambientales”, y donde los afectados eran aproximadamente 135 millones de individuos.
El daño a los suelos se ha exacerbado, desde entonces, por el fenómeno del cambio climático, además de factores como la aplicación de químicos en unas actividades agrícolas cada vez más intensivas, el ganado de pastoreo, la siembra en terrenos de ladera, la deforestación, la desertificación, la desertización, la urbanización y la industrialización.
Me aventuré a asegurar que antes de 2035, si no se tomaban medias urgentes por parte de los gobiernos, el número de refugiados ambientales podría llegar a 270 millones de personas, una situación acelerada, muy especialmente, por los estragos climáticos.
Diez años después, infortunadamente, los acontecimientos me dan la razón. El Banco Mundial (2021) en el “Informe Groundswell 2.0”, concluyó que “se estima que la migración interna provocada por impactos climáticos aumentará en las próximas décadas y luego se acelerará en la segunda mitad del siglo si los países no reducen las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero y crean resiliencia frente a los actuales y futuros impactos del cambio climático”.
Las regiones más afectadas, por la que ahora se denomina “migración climática”, sin duda, serán las más pobres del mundo, dice el Banco Mundial, que calcula que la situación tendrá efectos negativos sobre 216 millones de personas, de las que 17 millones serán habitantes de América Latina.
El “Informe Groundswell 2.0” considera que el proceso migratorio será interno en los países. Sin embargo, el implacable avance del desastre climático sobre el suelo, hará que los refugiados ambientales traspasen las fronteras nacionales e intenten llegar, como ya está sucediendo en regiones africanas y asiáticas, a sitios en los cuales puedan tener asegurada, por lo menos, su alimentación y acceso a agua limpia.
En muchas regiones del mundo, las comunidades se han quedado sin terrenos adecuados para producir sus alimentos, además de carecer de fuentes de agua, muy especialmente en las temporadas de excesivo calor. Por ello, millones de personas emprenden constantemente un largo y tortuoso éxodo, en busca de nuevas tierras dentro o fuera de sus países. Los refugiados ambientales sí existen.