Por YÉSSICA TEHERÁN
Primero fue la prueba. No había dudas, estaba embarazada. Luego empezó a notar ciertas cosas, como el volumen de sus senos mientras se duchaba, esa redondez que nunca tuvo pero que siempre intentó con los push up. Más tarde, advirtió un pequeño corrientazo en el bajo vientre. Como un hormigueo que se alojaba dentro de ella, en el costado derecho. Cuando menos se dio cuenta, ya tenía una pequeña protuberancia, apenas perceptible, pero firme.
Poco a poco su vientre comenzó a tener forma, primero ovalada. Luego, se dio cuenta de que estaba ya todo su abdomen redondo, creciendo saludablemente. Una mañana se encontró con que ya tenía un embarazo de seis meses, perfectamente formado. Se dirigió a la cocina por algo de comer. Total, ahora debía comer por dos. Entonces lo vio: era el calendario del restaurante chino colgado en la pared de la esquina. Sólo habían pasado unos cuantos días desde el test de embarazo y no había tenido relaciones sexuales en más de un año.