Por PUNO ARDILA
Ya pasé por mi tercera vacuna, pero la información de la prensa anuncia una variación letal del virus, que no respeta primeras, segundas ni terceras vacunas, ni nada, así que parece que UCI y RIP tendrán el mismo significado en próximos días.
—Como la violencia armada y la corrupción —me respondió el ilustre profesor Gregorio Montebell mientras tallaba un pedazo de madera—; son la misma vaina.
¿Por qué? ¿Qué tienen que en común estos azotes sociales con aquel azote viral? —le pregunté consternado.
—Son creaciones del hombre, con propósitos sociales, políticos o económicos, o las tres cosas a la vez —me dijo, sin mirarme ni dejar el trabajo con su gubia—.
¿Pero usted cree que un mal de estos tan terrible haya sido producido en un laboratorio con alguno de los fines que usted menciona?
—No lo sé. De todos modos, también estoy vacunado, como usted.
Ah, pero usted aceptó vacunarse.
—No me dirá usted que ese computador en el que escribe sus pendejadas no tiene el montón de antivirus —me dijo mirándome por encima de sus gafas de presbicia.
Por supuesto que sí —le respondí—; no puedo arriesgarme a perder todo por la maldad de quien se inventa un virus y lo reparte por todos los equipos desprotegidos.
—Maldad o estrategia comercial… Depende de la mirada; porque no me dirá usted, entonces, que un ingeniero de sistemas, que se las sabe todas en estos intríngulis, se toma la molestia de montar durante meses un programa que daña los computadores, solamente por el placer de decir que los dañó, y ya. Este ingeniero inventa el virus y de una vez inventa el antivirus, la vacuna; ese es el negocio, socio. Y ahí van, inundando el mundo con cascarones de computadores, con programas y equipos obsoletos y basura cibernética. Esto funciona como las modas de lo que sea, cuya obsolescencia llega casi tan pronto como el mercado sale de los productos y se los clava a los extasiados consumidores; enseguida están anunciando el nuevo. Fíjese usted que los modelos 2021 ya son obsoletos desde junio del mismo año 2021.
Ahora, con el asunto del nuevo brote del virus puede haber ocurrido como lo que podemos ver en este país: por causa del abandono del tren del Estado, cuyos tripulantes han estado más interesados en robarse el erario que en prestar atención al pueblo, este se organizó en grupúsculos cuyas intenciones estaban relacionados con la política y el poder, pero su control se le salió de las manos; el Estado creó entonces el monstruoso paramilitarismo para controlar el otro monstruo que también se había desbocado, y este salió peor. Si el Estado, como gobierno y como nación, pudiera controlar el monstruo de la corrupción, se controlarían los otros monstruos, pero es muy difícil, porque la mente y el corazón de los colombianos están contaminados, y los buenos solo esperan el papayazo para echarle mano a lo que puedan.
Yo veo pocas posibilidades de convivencia con este enorme y corrupto Frankenstein que puede verse reflejado en una gran proporción de los cincuenta millones de colombianos.
Por si acaso, ande a confesarse de una vez. (Ah, cierto que usted tampoco cree en esas vainas…).
@PunoArdila
(Ampliado de Vanguardia)