Este es el perfil de algunos precandidatos

Por GERMÁN AYALA OSORIO

Después de los encuentros televisados entre precandidatos presidenciales de tres coaliciones, es bueno hacer un ejercicio de perfilamiento (no al estilo de la Fiscalía, por supuesto) de aquellos que hicieron presencia en las poco profundas “Conversaciones de país”, programadas por el canal Caracol y La Silla Vacía.

Inicio con Enrique Peñalosa, exalcalde de Bogotá. Se trata de un impositivo y fatuo urbanizador al que solo le caben en la cabeza algunos problemas de la capital. Su discurso es incoherente, vacío y torpe. Cree que es suficiente con haber pasado por la Alcaldía Mayor para dirigir los destinos de este platanal. No tiene noción de Estado, actúa como un vendedor de buses al que le gustaría además entregar el negocio de las canchas sintéticas a uno o a varios de sus patrocinadores. Su cercanía a Uribe lo convierte en otro monigote, otro “Jorgito” sobre quien el domador de caballos pondría sus manos.

De David Bargüil solo hay que decir que es insustancial, poco preparado y dócil con los clanes políticos. Un político más. Su vida política es mediocre a más no poder, campeón del ausentismo en el Senado.

De Jorge E. Robledo se destacan su inteligencia y su disciplina para dar debates, en particular sobre temas relacionados con los TLC y el modelo agrario. Nadie puede dudar de que los domina. Lo que no se comprende es qué hace en la Coalición de la Esperanza, cuando su discurso lo acercaría a los planteamientos del Pacto Histórico. Se nota que no está cómodo en esa alianza, asunto que en lugar de sumarle puntos, le resta, pues una parte de la opinión pública ya lo asume como incoherente.

Alejandro Gaviria es un académico interesante y bien intencionado, cuyo talón de Aquiles estaría en que no es lo suficientemente contestario o crítico con el gobierno de Iván Duque. Su campaña parece estancarse, quizás por su cercanía a Uribe, pues no sobra recordar que fue director de Planeación en su primer periodo de gobierno.

Del exgobernador de Nariño Camilo Romero se destaca su inteligencia, la manera como se expresa y la coherencia de su discurso. Es impetuoso y habla sin ambages, señalando de manera directa al reo 1087985 como el más dañino agente político colombiano de los últimos tiempos. Quizás deba morigerar en algo esa fogosidad, dedicarse más bien a consolidar un programa de gobierno que ayude entre otros asuntos a desmontar las mafias clientelistas que el uribismo montó dentro del Estado desde 2002.

De Gustavo Petro hay que reconocer su inteligencia, su capacidad para producir ideas y para señalar dónde residen los verdaderos males de este país. Preocupa su talante mesiánico y el desespero que ha comenzado a exhibir, a sabiendas del gran respaldo popular que tiene. Su postura anti-régimen genera miedo en aquellos agentes de poder que convirtieron a Colombia en una democracia de mano dura, manejada por vulgares y peligrosos capataces.

De Juan Manuel Galán hay que decir que -pese al talante y el legado de su padre- se le percibe inseguro, sin fuerza y determinación. Se nota que no conoce el país, o si lo conoce no le duele.

Sergio Fajardo se ha venido desgastando de manera vertiginosa, su tibieza conceptual también lo ubica cercano al actual régimen. Fajardo vendría a ser uno más de los que quieren cambiar todo para que todo siga igual. No es tan insustancial como Peñalosa, pero no tiene la fuerza discursiva para convencer. Por eso intenta ganar la simpatía del electorado mostrándose conciliador. Ahora bien, HidroItuango y la «Donbernabilidad’ son dos asuntos que manchan su historia como gobernante local y regional.

Juan Fernando Cristo es un político para cumplir tareas. Se le abonan su cercanía a la paz, su apuesta por la reconciliación y el haber sido capaz de perdonar a quienes desde el ELN ordenaron el asesinato de su padre.

En cuanto a Carlos Amaya, le falta más hervor político, se lo podría ubicar en un cargo ministerial. No creo que le alcance su origen campesino para convencer al electorado, y en particular, a los agentes de poder que han hecho todo, justamente, para acabar con el campesinado colombiano.

Federico Gutiérrez es una copia de Uribe: habla mal, es vulgar y ordinario. Sería otro títere, con una diferencia frente a Iván Duque: Uribe le tiene una profunda confianza por el solo hecho de ser paisa.

Adenda: La no aparición de Alejandro Char en estos primeros “debates” podría hacer parte de la estrategia de Uribe para no exponer a otra ficha suya. Así pasó con Iván Duque cuando fungió como candidato. Sí quisiera escuchar a Francia Márquez y, sobre todo, verla enfrentada, discursivamente, con los otros precandidatos. Hablo de precandidatos, aunque ya el país sabe que un par de estos son fijos candidatos presidenciales. 

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