Por LUIS ALFONSO MENA
En Cali (Valle del Cauca) persisten fuerzas incendiarias de extrema derecha que sueñan con ver convertida la ciudad en campo de batalla, para -según creen- extirpar de un tajo la justa protesta popular y los resultados de las opciones políticas alternativas.
Esas fuerzas, identificadas por analistas políticos como paramilitarismo urbano, actuaron entre el 28 de abril y finales de junio de 2021 con total impunidad en múltiples puntos de la urbe y en municipios del departamento del Valle contra quienes participaban en el Paro Nacional.
Se paseaban de un lado al otro por la Avenida Cañasgordas, Ciudad Jardín, Meléndez, La Luna, Parque de los Artesanos, Portada al Mar, Paso del Comercio…
Iban amenazantes, blandían y disparaban armas. Les pusieron incluso el apodo de ‘camisas blancas’, porque muchos de ellos querían diferenciarse usando ese color en sus prendas, y por las lujosas camionetas 4 x 4 de color blanco en las que se desplazaban.
Algunos les decían “gente de bien”, como si el pueblo trabajador y la gente humilde no fueran también gente de bien.
En una sociedad segregacionista, con una clase dominante como la de Cali: rancia y nostálgica de los esclavistas españoles, discriminadora desde siempre, se generalizó la idea de que ser adinerado, blanco y con poder político era ser “gente de bien”. ¡Qué error!
Ese es un calificativo inmerecido para muchos que, por el contrario, han sido gente del mal, por su racismo, por su clasismo excluyente, por su aporofobia, por su odio a la justicia social, por su desprecio a una sociedad con equidad.
El 9 de mayo de 2021 los paras urbanos emboscaron a una minga indígena y causaron una decena de heridos a bala. En ello contaron con la complicidad de agentes de Policía, que los veían parapetados con armas en sus camionetas, y no hacían nada para evitarlo.
Luego, el 28 del mismo mes, dispararon contra estudiantes y una muchedumbre que marchaban pacíficamente desde el barrio Siloé por la Calle Quinta, en el sur, para participar en un concierto conmemorativo del primer mes del Paro Nacional en la Universidad del Valle.
Allí montaron su propio escenario de guerra, convirtieron los muros de los antejardines y edificios del exclusivo sector de Ciudad Jardín en trincheras para abrir fuego, con armas cortas y largas, contra los manifestantes. Se sentían ‘Rambos’ criollos protagonizando una película a la luz de miles.
De nuevo, todo lo hicieron con la más pasmosa complicidad de policías, que más parecían sus segundones o guardaespaldas, y hasta les recibían a los muchachos golpeados detenidos ilegalmente por los particulares, que asumieron funciones de persecución que nadie les había entregado en Cali.
En el sector de La Luna la comunidad en resistencia también fue víctima del paramilitarismo urbano, que “patrullaba” en sus portentosas camionetas, y en otros puntos de la ciudad esos mismos personajes aparecían y aterrorizaban.
Numerosas víctimas hablaron de civiles armados, pero también de policías de civil disparando. Durante los meses transcurridos desde abril y mayo de 2021 reinó la impunidad. Solo en las últimas semanas se dan lugar procesos judiciales contra varios de esos civiles armados y de unos pocos policías sindicados, pero la audiencia de imputación de cargos fue aplazada hasta mayo.
“ARMAS EN PIE PARA LAS QUE SEA”
El interrogante obvio que ronda ahora en toda Cali es, entonces, si la laxitud e impunidad con las que se ha tratado a los conspiradores paramilitares que atacaron armados al pueblo caleño en paro durante el año 2021 ha estimulado su reedición en 2022.
La pregunta surge como consecuencia de la grabación de una reunión de la campaña de Federico ‘Fico’ Gutiérrez realizada el miércoles 30 de marzo en el restaurante Rancho de Jonás, en el sur de Cali, según constatan informaciones textuales, de audio y videográficas que han circulado por las redes sociales y en medios de comunicación de manera profusa desde el domingo 3 de abril.
Se ve en la grabación a un individuo con acento extranjero micrófono en mano trazando orientaciones a los asistentes al encuentro, en cuya mesa principal él ocupaba espacio central, siendo reiteradamente aplaudido por los seguidores de ‘Fico’.
El personaje de marras decía que, “sea cual sea el resultado” de las elecciones del 29 de mayo, saldrían a “defender los puntos vitales”: los acueductos, la Base Aérea, la Tercera Brigada, la sede de la Policía Metropolitanas, “los sitios estratégicos de Cali”, como si en la ciudad no hubiera autoridad y él y los contertulios se convertirían en ella, es decir, de facto se anuncia que asumirían funciones públicas que nadie les ha entregado.
Luego informa, con arrogancia, sobre los dispositivos que poseen ya: “un batallón de drones que van a estar vigilando los diferentes puntos de acceso, para ver dónde se nos necesita más: que sea el Ancla, que sea la Portada, que sea el sur, todos los sitios estarán cubiertos”, es decir, los puntos de Cali donde reside la élite empresarial.
“Va a haber grupos móviles que van a llegar inmediatamente al grupo que lo necesite”, agrega el individuo, y remata diciendo: “Por favor, cuento con ustedes, porque ya son armas en pie para las que sea”. ¿“Armas en pie para las que sea”? ¿A qué se referirá el señor? (Al final del artículo, anexo el video).
Ante la gravedad de las denuncias, en un estilo muy uribista, Federico Gutiérrez trató de voltear la torta afirmando, con cinismo, que a lo mejor el personaje de la conspiración en Cali “había sido enviado por otra campaña”, como si él mismo no hubiera fanfarroneado con un trino en el que hace alarde la reunión denunciada.
Por eso, Alejandro Ocampo y José Alberto Tejada, representantes a la Cámara del Pacto Histórico electos por el Valle del Cauca, interpusieron el lunes siguiente, 4 de abril, luego de conocerse el video mencionado y grabaciones de audios en las que otras personas aupaban al sujeto, las denuncias respectivas ante la Fiscalía en Cali.
Al escuchar a lunáticos como el de la reunión de ‘Fico’ Gutiérrez en Cali, resulta inevitable volver a recordar los meses aciagos vividos por el pueblo caleño entre abril y junio de 2021, cuando aparecieron los grupos de civiles dotados de armas largas y de ostentosas camionetas recorriendo puntos neurálgicos de la ciudad para atacar, con la complicidad de no pocos agentes de la Policía, la movilización popular.
@LuisMena7