Por JORGE GÓMEZ PINILLA
Especial para El Espectador
El petrismo radical que ataca tan duro a Noticias Uno por considerarlo al servicio de la campaña de Sergio Fajardo debió quedar súpito ante el informe que presentó este medio la noche del viernes 15 de abril (ver), donde se demuestra que con motivo de la visita del hermano de Gustavo Petro a La Picota hubo un entrampamiento.
Allí, el reportero Carlos Cárdenas apunta a resolver este interrogante: ¿quién tomó la foto del hermano de Petro en La Picota? La misma inquietud existía desde que un informe de Ricardo Calderón para Noticias Caracol lo mostró haciendo fila para entrar a la cárcel: ¿el camarógrafo aguardó paciente, como cuando grabaron a Carlos Mattos visitando a Iván Cancino, porque le habían contado que iría allá esa tarde? ¿O alguna fuente les hizo llegar el video?
El informe de Noticias Uno fija su atención en una foto donde se ve a JF Petro caminando frente a la valla de seguridad del complejo penitenciario. Con base en un concepto aportado por dos guardias expertos en seguridad, concluyen que “la fotografía fue tomada por una persona que tiene libertad de circulación dentro de las instalaciones. Por ser reclusorio, esta libertad de circulación es limitada. Por tanto (…), el ocasional fotógrafo estaba advertido sobre la presencia de su objetivo. (…) El hecho de que haya seguimiento gráfico de JF Petro desde que llegó a La Picota y mientras permaneció en ella, es prueba de un montaje para perjudicarlo”.
Un segundo informe del mismo noticiero, el domingo 17, logró dar con la persona que tomó la foto: el parapolítico Pedro Muvdi, quien les contó a otros reclusos que la envió al también condenado por paramilitarismo, coronel Hugo Aguilar, y este al parecer la habría filtrado a los artífices del entrampamiento.
Sobre el video en la fila de ingreso, una fuente fidedigna de Caracol le dijo a esta columna que fue un “chepazo” del camarógrafo, pues estaban a la espera de otra persona para un tema por completo diferente, cuando notaron ahí la presencia del hermano de Petro. Y comenzaron a grabar… y a investigar.
Hay otros dos elementos que ponen al espectador en modo dubitativo: un audio del narcotraficante Marquitos Figueroa invitando a votar por Petro, donde se presenta como “su amigo M F”; y un documento que habría puesto a circular Pedro Niño, abogado del narco paramilitar Kiko Gómez, cuyo supuesto origen era la campaña del Pacto Histórico y su contenido proponía una amnistía general de delitos, con algunos párrafos en primera persona: “Mi propuesta está ajustada a los cánones internacionales de cómo vivir en una sociedad civilizada”. Sin margen de duda, el documento es falso. Nadie de ninguna orilla le da ninguna seriedad. Y el mismo abogado Niño había cursado la invitación a la Comisión Intereclesial para que escuchara a ese grupo de reclusos. Así las cosas, todo indicaría que fue este el que lanzó el anzuelo con la carnada.
Respecto al audio con la supuesta voz de Marquitos Figueroa, se deja ver como la pieza más engañosa de todo el entramado. En algún momento el periodista Gonzalo Guillén (quien hizo meter presos a Kiko Gómez y Figueroa) y Diana López (hija de una víctima de Kiko) pusieron el grito en el cielo, pero ya son conscientes de que ese audio formó parte de la hábil celada.
Tiene razón Alfonso Prada, hoy jefe de debate de la campaña de Gustavo Petro, cuando reconoció como “ingenua, torpe e inoportuna” la visita de Juan Fernando Petro a La Picota. Los tres adjetivos dan una idea del golpe de opinión negativa que significó semejante revelación: que en plena efervescencia de la campaña electoral un hermano del candidato del Pacto Histórico andaba en reuniones al parecer furtivas con un grupo aproximado de diez reclusos, en su mayoría políticos corruptos y parapolíticos condenados, algunos por homicidio.
¿Por qué furtivas? Porque si no lo hubieran sido, habrían quedado como príncipes informando al término del encuentro, con un comunicado donde explicaban el motivo de tan conspicua reunión. Y el debate se habría armado en torno a si era conveniente o no esa clase de reuniones en medio de la campaña. Y pare de contar, caso cerrado.
Pero prefirieron hacer esas cosas sin contarle a nadie, y es cuando uno se acuerda de lo que decía el abuelo sabio: “no hagas cosas buenas que parecen malas”.
Razón tuvo entonces Gustavo Petro en una entrevista que les concedió a Daniel Coronell y Federico Gómez, de la revista Cambio, donde reconoció que “es un papayazo que hemos dado”. Y recordó un dicho propio del ambiente carcelario: “uno tiene que caminar con la espalda pegada a la pared”. (Ver entrevista).
Es evidente el impacto que tan inoportuno encuentro tuvo en el ámbito político, sobre todo en las cada día más acaloradas redes sociales, sobre un escenario donde brillan tres poderosos enemigos mutuos: el petrismo, el fajardismo y el uribismo.
A esta altura de la contienda no es fácil identificar cuál rabioso contrincante le da las más salvajes dentelladas a su oponente, pues los tres se atacan con la misma fiereza. Pero el resultado final sí es fácil de predecir, porque parece calcado del de hace cuatro años: la estúpida división entre la izquierda y el centro le abre de nuevo las puertas del poder al candidato de la extrema derecha. Y el que más ayuda en esta tarea, sin duda, lo digo a ojo cerrado, es Sergio Fajardo. Un ser dañino por pasivo (“ni uribista ni antiuribista”), aunque de bondadosa apariencia. Íngrid en versión masculina.
Hoy reitero lo dicho en algún trino reciente: lo ideal sería que el triunfo del Pacto Histórico en la primera vuelta fuera tan abrumador, que no se necesitara de una riesgosa segunda vuelta enfrentando a Gutiérrez. Pero se presenta una situación compleja, porque Petro no ayuda. Ni se deja ayudar.
Post Scriptum: ¿Qué les hace pensar a ustedes que después de haberse apoderado del Ejército, la Fiscalía, la Procuraduría, la Contraloría y la Defensoría del Pueblo, el aparato mafioso que se instaló en la Presidencia de la República estará dispuesto a entregar el poder por las buenas? Esto se va a poner muy feo.