Por PACHO CENTENO
Todo ha sido muy lindo después de la dura contienda electoral. Casi de no creer. Hasta pediríamos que Petro no se posesione para que no se esfume la nebulosa de colores que se ha tomado las redes sociales y los titulares de los medios esta semana. Hasta el desatado “youtuber” Levy Rincón le ha bajado unos cuantos decibeles a sus “hijueputazos” y doña Alicia Franco dejó de reclamar los votos que no le aparecieron en las elecciones al Congreso. Pero lo relevante ha sido el encuentro del presidente electo y el expresidente Uribe, algo de no creer hace apenas unos días y que ha sido celebrado por muchos, a lado y lado del espectro político.
Los viejos solían decir que “de eso tan bueno no dan tanto” y agregaría: “en tan poco tiempo”. Pero prefiero apostar mi esperanza a un todo o nada, en la idea de que el país cambie de una vez por todas. El informe de la Comisión de la Verdad es escalofriante desde la primera hasta la última página y las cifras vergonzantes: 450.664 asesinatos, de los cuales el 45% fueron causados por el accionar de los grupos paramilitares promovidos durante los dos gobiernos de Uribe, cifra que el expresidente no ha reconocido, ni la justicia ha procesado, lo cual hace perder brillo a la fotografía de los mandatarios juntos.
Al menos los comandantes de las Farc han sido llevados a los tribunales de la JEP y poco a poco han ido reconociendo la barbarie que cometieron contra el pueblo colombiano. Pero los comandantes paramilitares, en su mayoría, fueron extraditados a los Estados Unidos por trasgresiones a las leyes relacionadas con el narcotráfico, cuando sus principales crímenes fueron de lesa humanidad contra 202.799 colombianos (dato de la Comisión de la Verdad), negándose con la extradición el derecho de conocer la verdad y de que se hiciera justicia.
El proceso de desmovilización de los grupos paramilitares, paradójicamente llamado de Justicia y Paz, no produjo ni lo uno ni lo otro, y tampoco una mínima narrativa que permitiera conocer y entender lo ocurrido. Ese vacío tendrá que ser llenado en algún momento de nuestra historia para que exista una verdadera reconciliación nacional y el país pueda empezar a transitar por el camino de la paz y la prosperidad, que suelen ser hermanas siameses. De lo contrario, nos quedaremos solo con la fotografía del simpático encuentro entre Uribe y Petro para el álbum nacional.
Falta un pelo pa´ la moña, diría mi abuelita, y se necesitará un milagro para conseguirlo.
Sin embargo, la fotografía es agradable a primera vista, aunque no lo es tanto cuando empiezan a conocerse los pormenores de la reunión y a leerse entre líneas su contenido. De lo que se colige de la rueda de prensa dada por el expresidente, los temas que le inquietan a su partido y que le atañen directamente a él son dos: la economía, con énfasis en el mantenimiento de los privilegios a los sectores productivos y a los grandes terratenientes del país (él es uno de ellos); y la reforma de la JEP para otorgar un tratamiento especial a los militares que estuvieron involucrados en crímenes de guerra (bajo su mando), a los que denomina con el eufemismo “actividades propias del servicio”, argumentando que no puede ser equiparado su accionar con el de la guerrilla, lo que resulta contradictorio, porque la razón constitucional de las Fuerzas Armadas era y sigue siendo proteger a los colombianos, lo que implica y sigue implicando el cumplimiento irrestricto de la ley. El informe de la Comisión de la Verdad confirmó lo que era sabido por todos: que no lo hicieron durante décadas y que trasgredieron las normas, permitiendo la barbarie desde diferentes flancos, incluido el propio.
Con estas dos grandes divergencias, minimizadas con sonrisas y un tono de voz tranquilo y respetuoso (las demás son menores y conciliables), no creo que la luna de miel dure mucho tiempo. Sin embargo, tampoco creo que eso revista mayor preocupación para Petro, porque las fuerzas políticas de Uribe en el Congreso están diezmadas, aunque no calladas, lo que podría generarle algún ruido a su gobierno.
@pacho_centeno