Por HUMBERTO TOBÓN*
Los países latinoamericanos, muy seguramente con excepción de Brasil y México, tendremos, a mediados de este siglo, un retraso de por lo menos cincuenta años frente a los países desarrollados en materia energética.
El tema es simple. La mayoría de países de América Latina sigue apegada al petróleo y el carbón, y aunque algunos gobiernos plantean la necesidad de avanzar hacia energías limpias, hay una reacción contraria de empresarios, que no han entendido o se rehúsan a entender las tendencias mundiales relacionadas con este tema.
La falta de confianza de la élite empresarial en los gobiernos que hablan de transición energética, evade un debate sustancial: en muy pocas décadas los combustibles fósiles no serán esenciales para la economía del mundo.
China, por ejemplo, está pegando un jalonazo sin precedentes en la carrera hacia las energías limpias. El gigante asiático decidió que en 2060 no circularán vehículos movidos por gasolina o gas y que todos serán eléctricos o con carga de hidrogeno diatónico. Mientras tanto es el mayor productor del mundo de baterías de litio y de paneles solares.
La Unión Europea, a pesar de la actual crisis energética producida por su dependencia del gas ruso, mantiene su decisión de ser una economía neutra en carbono en 2050 y bajar sus emisiones en más de la mitad antes de 2030 con respecto a hace 40 años.
Por su lado, Estrados Unidos acaba de tomar decisiones históricas en materia energética. El presidente Biden sancionó una ley aprobada por el Congreso, en la que se subsidiarán a las empresas productoras de energía limpia y a los consumidores. Las cifras son asombrosas y representan un despegue sustancial en la reactivación económica norteamericana.
Los países del mundo desarrollado tienen claro, no sin sobresaltos, que su futuro depende en gran medida de las decisiones que tomen hoy en materia de energía limpia, no solo para salvaguardar el ambiente, sino también para seguir creciendo económicamente.
Dado que los países latinoamericanos, en su mayoría, se resisten a abandonar las energías convencionales basadas en combustibles fósiles, su futuro estará marcado por una producción industrial y una movilidad en el transporte contaminantes, que no tendrá cabida en los mercados mundiales, lo que hará que crezca mucho más la brecha en términos de desarrollo frente a los países del primer mundo y que sus habitantes sigan padeciendo pobreza, hambre y desempleo.
El futuro pinta bien para aquellas naciones que jugarán en favor de energías amigables con el medio ambiente y que dejarán atrás unos combustibles que están amenazando seriamente la supervivencia de la especie. Y se muestra desastroso con quienes insisten en producir con base en contaminantes, y no toman la decisión política y empresarial de comenzar, sin tantas disculpas, el proceso de la transición energética.
@humbertotobon
*Estos comentarios no comprometen a la RAP Eje Cafetero, de la que soy Subgerente de Planeación Regional.