Por JORGE SENIOR
Al finalizar el discurso del presidente Petro en la 77 Asamblea General de las Naciones Unidas las cámaras se enfocaron en los ministros Alejandro Gaviria y Álvaro Leyva, que aplaudían a su jefe. Recordé que Gaviria, en sus libros y discursos, utiliza mucho la palabra “grandilocuencia”. Es más, Gaviria admite que muchas veces él mismo es grandilocuente. Me atrevo a apostar que en ese momento su mente estaba calificando el discurso de Petro como una exhibición de elocuencia grandilocuente. Y tendría razón, pues semejante pieza oratoria poseía sin duda tal característica.
Ahora bien, en este particular caso la grandilocuencia estaba más que justificada, no sólo por el escenario, el ágora mundial de la ONU, lo más cercano que tenemos a una gobernanza global, sino sobre todo por la encrucijada vital en que se encuentra la humanidad. Y es que la crisis climática anticipada por la ciencia fue la columna vertebral del discurso, que Petro supo articular a un tema más coyuntural como es el fracaso de “la guerra contra las drogas”. El presidente de los colombianos pudo integrar los dos temas, porque Colombia está en el ojo del huracán en ambos aspectos. Estamos en el tope, disputando siempre los primeros puestos, tanto del ranking de países productores de drogas alucinógenas como en el de países con mayor biodiversidad y áreas de selva.
Precisamente la palabra “selva” fue la más mencionada por Petro: 29 veces. De la conservación de la selva amazónica y chocoana depende en buena parte el equilibrio dinámico del sistema Tierra. Y está siendo destruida, entre otras cosas, por la demanda de cocaína en los mercados de Norteamérica y Europa. Acabar con la inútil política de “guerra contra las drogas” y salvar la selva con bonos de deuda es la propuesta de nuestro presidente para los países de lo que se solía llamar “primer mundo”.
En mi columna de junio 28, donde hablábamos del nuevo gobierno frente a la productividad y la competitividad, prefiguramos el discurso de Petro en la ONU. Si me lo permiten, cito un párrafo de dicha columna:
“En la escala global esta estrategia tiene como columna vertebral la lucha contra el cambio climático antropogénico. En buena hora el presidente electo es un político de vanguardia que buscará posicionar a Colombia en el liderazgo continental y mundial de esa gesta ambiental de vida o muerte. Por primera vez nuestro país podría tener una política exterior que rompa con nuestra tradicional ubicación en el vagón de cola y nos ponga al frente de la historia. Para ello es clave que gane Lula en octubre, pues la cuenca amazónica es el epicentro de esta política y se necesitará la llave Petro – Lula para jugar ese rol.”
El triunfo de Lula aún está por verse, pero no cabe duda de que por ahí es. La selva surge al primer plano de la historia presente y empieza a esclarecerse que el lema “Colombia, potencia mundial de la vida” no es hueco. La segunda palabra más mencionada por Petro fue “razón”. Para ser más exacto, se trata de varias palabras con la misma raíz: razón, racional, racionalidad, sinrazón, irracional, irracionalidad. En 15 ocasiones durante su intervención Petro apeló a la razón, superando así el discurso mágico y telúrico del M-19. Al hacerlo, Petro se alinea con la ciencia y asume a plenitud una política antropocénica.
¿Qué es una política antropocénica?
Responder a fondo esa pregunta desbordaría la extensión de esta columna, pero puedo remitir al lector a esta entrada de mi blog. En breve puedo sintetizar una política antropocénica como aquella que entiende y asume la encrucijada vital de la humanidad determinada por el impacto desequilibrante de nuestra especie sobre el Sistema Tierra. Petro lo hace cuando prioriza en su visión programática como gobernante y como líder internacional la lucha contra el calentamiento global, el extractivismo y la sobredepredación de la biosfera, cuando impulsa la transición energética y promueve la deliberación sobre las teorías que giran alrededor del concepto de “decrecimiento”.
Todo esto suena grandilocuente cuando las preocupaciones de la gente son el hambre, el desempleo, las tarifas de la energía, la inflación y mil problemas más que sufre el colombiano de la calle. Mas no son excluyentes. El gobierno nacional lo tiene bien claro. La reforma tributaria es la máxima prioridad en el Congreso de la República, pues de esto depende que la política social pueda implementarse para trabajar en la solución de los problemas acuciosos que agobian a los colombianos en su diario vivir. Pero lo urgente no debe taparnos lo importante. Por ejemplo, las inminentes inundaciones debidas al fenómeno de La Niña conectan lo urgente con el cambio climático. Los desastres mal llamados “naturales” nos evidencian que a escala global atacar las causas del calentamiento global no sólo es importante, sino que ya se volvió angustiosamente urgente.
A millones de jóvenes, sin embargo, no les interesa ni lo urgente ni lo importante. Viven en la alienación tiktokera y reguetonera. Una juventud que sufre de ansiedad por consumir y de depresión al no poder hacerlo. Quieren vivir sabroso pero de espaldas a la realidad, hasta que las realidad los aplasta. Así lo leo en las noticias de hoy: a la “influencer” Marielys Valencia Martínez, novísima estrella fugaz en el cielo tiktokero con decenas de miles de seguidores, la realidad se le apareció en forma de arresto sin fianza al aterrizar en Fort Lauderdale (ver aquí). Víctima de la adicción al tener, tuvo un aterrizaje forzoso en la crudeza carcelaria. Un hecho entre muchos, que atrae más la atención de los jóvenes que el discurso ilustrado de Petro en la ONU donde criticó el consumismo, esa adicción al tener que impone la lógica del capital.
La tesis medular de Petro es que la lógica del capital es irracional, un aparente oxímoron. Estanislao Zuleta lo sabía perfectamente y lo traducía a la vida personal: “deseamos mal”. Unir en vital alianza la selva y la razón implica para nosotros, animales humanos, y en especial para los jóvenes, una revolución del deseo. Estimado lector, medítelo y verá.