Por GERMÁN AYALA OSORIO
La llegada de Miguel Polo Polo al Congreso de la República constituye una burla a la representación política de carácter étnico y a las comunidades negras que de tiempo atrás han buscado visibilizar sus luchas y aspiraciones étnicas y territoriales. Asumirse como miembro de la población afrodescendiente no puede convertirse en una parodia basada en el color de la piel. En su caso, reconocerse como afro no está ligado a un factor étnico, antropológico o territorial lo suficientemente legítimo para hacerse a esa curul, pese a contar con el aval que en su momento le entregó el Consejo Comunitario Fernando Ríos Hidalgo (Elegua).
Este mismo Consejo le retiró el apoyo político y el aval al congresista, señalando lo siguiente: “Debido a las posturas del señor Polo Polo, como la defensa de sectores de poder históricamente ajenos a los intereses de las clases menos favorecidas, la promoción de medidas violentas como el porte de armas, o argumentos endo-racistas y de odio que acogen y justifican prácticas de opresión y dominación sobre las comunidades negras, hacen insostenible nuestro respaldo al señor Polo Polo, del cual tomamos distancia como Consejo Comunitario”.
De acuerdo con esta declaración, Polo Polo estaría más cerca de ser un capataz negro al servicio de una élite “blanca”, lo cual deslegitima su rol como representante de los intereses de los pueblos afros. Es evidente que este ‘congresista’ comparte ideas de progreso y desarrollo que entran en conflicto con la cosmovisión de los afrodescendientes, justamente porque lo que esas ideas no reconocen son las relaciones consustanciales entre territorio y cultura y desarrollo autónomo basado en un claro sentido de lo colectivo.
Actuar y pensar como afro está anclado a la lucha por las reivindicaciones étnicas, el reconocimiento y la defensa de los pueblos negros de Colombia, la participación en los procesos de resistencia y de fortalecimiento territorial. Y es claro que Polo Polo nada tiene que mostrar como líder o miembro de la causa negra. Lo que sí muestra con claridad es su ambivalencia étnica, pues ya una vez se hizo pasar como indígena y tiempo después se asumió como afro, solo para hacerse a la curul que hoy ocupa.
Las demandas que el Consejo de Estado admitió en contra de su elección tienen unos tiempos que terminan por desgastar el sentido ético y político de la representación política, de allí que resulta clave que los magistrados den prioridad a este caso. Ojalá los magistrados del alto tribunal entiendan que ese caso amerita una revisión urgente porque están en juego la credibilidad de los procesos de las comunidades negras y los consejos comunitarios, la normatividad electoral y la legitimidad del sentido de la representación política.
Este caso debe de servir también para que los consejos comunitarios y los procesos de comunidades negras y otras instancias decisorias, revisen muy bien lo acontecido con el aval entregado a Miguel Polo Polo, pues las fisuras que muy seguramente existen en dichos procesos colectivos son muy aprovechadas por agentes blancos que saben muy bien que al interior de las comunidades negras existen “capataces negros” interesados en ponerse a su servicio, para afectar negativamente la acción y la representación políticas de los pueblos afrodescendientes.
@germanayalaosor