Por WILMAN AMAYA LEÓN
Contrario a lo publicado en una columna de Pacho Centeno para El Unicornio, Wilman Amaya León, miembro correspondiente de la Academia Santandereana de Historia, refuta aquí con fundamento documental la versión según la cual Manuela Beltrán nunca existió.
En la edición del domingo 5 de marzo del 2023 el diario El Espectador publicó en sus páginas 30 y 31 un hallazgo de Armando Martínez Garnica bajo el título “La heroína que nunca existió”. Crónica de una viejecilla a quien un novelista le dio por bautizar como Manuela Beltrán.
En el interior de texto se encuentran desconsideradas frases alusivas a ella tales como: “No es más que un personaje de la literatura de quien se acaba de comprobar que no existió” rematando a renglón seguido que: “sencillamente no fue un ser de carne y hueso”.
Luego de leer en repetidas ocasiones el artículo firmado por el periodista Pastor Virviescas Gómez y con el firme deseo de aportar al esclarecimiento de la verdad histórica, me di a la tarea de escribir estas líneas con la esperanza de que el diario El Espectador le dé igual promoción que al texto en discusión, respetando la línea trazada por el autor consistente en que “la historia se escribe con documentos.”
Manuela Beltrán, contrario a lo señalado en el escrito, SÍ fue un ser de carne y huesos, que vivió en la Villa de Nuestra Señora del Socorro a finales del siglo XVIII, como puede observarse en documento adjunto; a folio 76 del libro dos de bautismos se certifica que el 2 de julio de 1724 fue bautizada una niña con el nombre de María Manuela, hija legitima de Juan Beltrán y Ángela de Archila, quien a la fecha del levantamiento de las Villas de San Gil y Socorro el 16 de marzo de 1781 estaría cerca de cumplir 57 años.
En noviembre del 2019, la Universidad Libre publicó una de mis obras, que se tituló “Las capitulaciones de Zipaquirá”. El texto es el resultado de una investigación que durante algo más de doce años llevé a cabo sobre este movimiento comunal de 1781 y tiene por característica haber sido escrito tomando como referentes solo fuentes primarias, precisamente para evitar que la verdad histórica fuera tergiversada con textos de ficción que efectivamente existen en el mercado.
En la obra mencionada, a página 37 encontraremos algunos referentes al levantamiento, más específicamente sobre los hechos del 16 de marzo, que se transcriben a continuación:
… Cerca de la media mañana, por la polvorienta Calle Real: “salieron de la Plazuela a la Plaza principal Ignacio Ardila alias el zarco, Pablo Ardila alias el cojo, acompañados de diez a doce hombres y algunas mujeres de baja extracción”1, en la Villa, se escuchó el totear de voladores y la gritería de las gentes acompañados por el redoble de un tambor, era Don. Josef Delgadillo quien lo tocaba, seguido de varios mestizos que arengaban a los lugareños para protestar contra los nuevos aranceles.
Los tumultuantes ingresaron a la plaza y: “llegaron derecho al paraje donde estaba colocada la tabla y tarifa para el cobro del impuesto de la Armada de barlovento, gritando descompuestamente Viva el Rey, pero no queremos pagar la Armada de Barlovento, seguidamente arrancaron la citada tabla y una de las mujeres la hizo pedazos.”
En otro relato rescatado del Archivo General de la Nación se lee: “El día 16 de marzo, fue cuando una mujer guiada de pocos hombres, hizo pedazos la tabla que contenía el reglamento para el establecimiento de la Sisa”3, fue el Alcalde de la Villa de Nuestra Señora del Socorro, quien desde el balcón de su casa pudo identificar a la mujer y por ello en su informe señaló: “… Solo conocí a Manuela Beltrán que rompió el edicto, no distinguí más sujetos, porque todos los que se aparecieron se precavían con sus sombreros gachos…”
La lectura de esta página, con datos tomados directamente de sus intervinientes, permite identificar algunos elementos importantes del levantamiento del 16 de marzo: Don Salvador Plata en su declaración ante la Real Audiencia manifestó, que fue cerca de la media mañana cuando cerca de una docena de hombres acompañados de mujeres de baja extracción salieron de la Plazuela hacia la Plaza principal, al llegar a ella y en medio del griterío arrancaron la tabla y una de las mujeres la hizo pedazos. Versión que fue confirmada por otro de los documentos que reposan en el Archivo General de la Nación y que hace parte de la investigación.
Hasta ahí sabemos con certeza plena que ese día una mujer se atrevió a romper la tabla que contenía el edicto, su nombre lo mencionó el mismo alcalde de la Villa, quien en su informe la identificó: «Solo conocí a Manuela Beltrán que rompió el edicto»; esta declaración de la máxima autoridad de la Villa, no deja la más mínima duda, “La heroína si existió” y su nombre fue Manuela Beltrán, lo demás queda para la discusión al interior de la Academia.