Por ARTURO PRADO LIMA
Un hombre se acerca a Francisco de Roux, el presidente de la Comisión de la Verdad colombiana, le extiende la mano y le enseña una moneda. Se la dio hace medio siglo. Es una moneda del Frente Sandinista de Liberación Nacional de Nicaragua, del que hacía parte la Iglesia Católica. Estamos en el acto de presentación del informe de la comisión en la Casa de América, de Madrid, organizado por la Embajada de Colombia en España y el Consulado General de Madrid. Francisco de Roux mira con asombro la moneda y al hombre: Gustavo Guzmán Castillo. Cuando el padre Roux se la entregó, Guzmán era un hombre de guerra con un objetivo único: la paz. Acababa de salir de la cárcel y algo hizo para que el religioso creyera en él, quizá una promesa: la paz colombiana. Ese proyecto de paz, 43 años después, se presenta como una realidad posible, y para ello había que sacar la verdad a flote de estos 60 años de beligerancia que asolaron y siguen enturbiando la vida colombiana. Esta anécdota de amistad entre dos viejos soñadores de paz y su encuentro después de tanto tiempo, es la metáfora perfecta de las aspiraciones del pueblo colombiano: la reconciliación definitiva para impulsar el proyecto de un nuevo país.
9 millones de víctimas, por no decir 50 millones, pues todo el pueblo colombiano es víctima real del conflicto armado; 450 mil muertos, 120 mil desaparecidos, más de 6 mil falsos positivos y 5 millones de desplazados internos y otros 5 millones fuera del país, es, a grosso modo, el resultado de tantos años de horror. La Comisión de la Verdad hizo más de 200 mil entrevistas, documentó cientos de masacres, torturas, actos de genocidio y desplazamientos forzados y concluyó que el Estado colombiano, pero también otros actores, fueron los responsables.
César López, músico colombiano
El M-19, del que hacía parte Guzmán, en los duros tiempos de la guerra, es el mismo que hoy presencia este acto: uno de sus compañeros de guerra, Gustavo Petro Urrego, (Aureliano por entonces), es ahora el presidente de Colombia y el padre Francisco de Roux es el que hace las recomendaciones para que el conflicto llegue a su final. Parece que el lema de los sandinistas de aquella época está en la cabeza de los dos compatriotas: “En Dios confiamos. Patria libre o morir”.
Lucía González Duque, integrante también de la Comisión de la Verdad, dijo que a pesar del esfuerzo por sacar adelante toda la verdad, había cosas que no se podían decir por la misma complejidad y subjetividad del tema, y que es, precisamente, eso que no está en el informe final, lo que tienen que descifrar y promulgar los poetas, los cantores y los artistas en general. Y allí estuvimos María Gómez Lara, Erika Jiménez, Elías Cohen y quien escribe estas líneas, en poesía, y César López en la música, iniciando y cerrando el informe. Fue un acontecimiento emotivo, doloroso, pero lleno de esperanza, donde la poesía y la música hicieron de amortiguadores perfectos a tanta verdad y tantos sueños.
Acompañó al presidente de la Comisión de la Verdad, padre Francisco de Roux, y a Lucía González Duque, Roland Higuita Marín, del Nodo – Madrid. Juntos, hicieron una fotografía integra de lo que, desde el exilio y las regiones, debemos enfrentar para que la guerra sea un mal sueño del que por fin saldremos. Es lo que escuchó un público entregado a la pasión de la paz, el embajador de Colombia en España, Eduardo Ávila Navarrete; el Cónsul general en Madrid, Rodrigo Pinzón Navarro, Esperanza María Casadiego y otros funcionaros de la misión diplomática, y también los distintos embajadores y funcionarios: Cuba, Chile, Venezuela, Argentina, y otros muchos. Gracias a todos y todas.
POEMAS PARA DESPUÉS DE LA GUERRA: Una lectura en Casa De América de Madrid
MARÍA GÓMEZ LARA es una poeta nacida en Bogotá, Colombia, en 1989. Ha publicado los poemarios Después del horizonte (2012), Contratono (XXVII Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe a la Creación Joven, Visor, 2015) y El lugar de las palabras (Pre-Textos, 2020)
PIEDRAS
I.
Con mi llorar las piedras se enternecen
Garcilaso de la Vega
diría
que saben del dolor
lo han oído en los zapatos de la gente
tras los pasos que olvidaron regresar
cuando las recogen
las piedras se enternecen
se hacen blandas
en las manos
comprenden
el tacto deshecho
de quien ya no toca
II.
Son de piedra los hombres, son hijos de la roca
Juan Lizcano
todos perdimos el camino
por eso ahora las piedras nos reciben:
para nosotros se hacen aire
y a nosotros
los errantes
nos dejan llamarlas tierra
CONTRATONO
único tono
el agua contra el agua
Blanca Varela
aprendimos
a despertar en medio de la noche
con el ruido del agua
conocíamos la errancia
de hace años nuestro sueño era frágil
los ojos entrecerrados casi abiertos dormíamos
como quien vela
atentos al derrumbe
las manos en la cabeza
por si los escombros
y los pies alzados
ya para correr
pero una madrugada gota
a gota
lo intuimos
oímos resonar
el nuevo escape
algo nos cantaba
en contratono
que esta vez huir
sería quedarse.
ARTURO PRADO LIMA Es miembro de Asevicom y POETAP (Poetas de la tierra y amantes de la poesía). Colombiano. Ha publicado 4 libros de poesía, 2 de relato y 2 novelas. Es fundador y director del Magazín de Cultura Internacional conexionnortesur.com
ESPERA ABUELO, ESPERA
Siéntate un rato aquí, abuelo, un pocos más temprano.
Hoy no volverán. He visto a los ejércitos, cada uno en su orilla,
Durmiendo su tregua, del otro lado de ti.
Duermen los ejércitos. Es cierto que los mandos
Arman y desarman las futuras tácticas
Y las nuevas estrategias para seguirte matando día tras día
Aun en la post guerra.
De tal manera que, abuelo, tendremos que gestionar
Nosotros el día después de la violencia armada,
Construir la paz con el barro pensativo de nuestros muertos,
Con la inteligencia colectiva de lo que fuimos y seremos,
Con la ternura de los creadores de realidades
Afín a nuestros sueños.
Siéntate un rato, abuelo. Prueba el nuevo sabor de tu sancocho:
Tus nietos regresarán más tarde,
Quizás mañana, cuando dejen los combates
Durmiendo en las montañas,
Cuando pasen al otro lado de las alambradas
Y miren hacia atrás el genocidio de los viejos años
Y hayan extirpado el arma de los huesos
Como forma de vencer y vivir saboreando la derrota del otro.
Siéntate abuelo, aviva la llama del carbón, renueva las tulpas,
Quema la hojarasca.
Vendrán tus hijos y tus nietos. Ya no estarás sólo.
Ya no tendrás que enterrarlos tú, abra terminado la guerra
En términos militares.
Desde mañana, abuelo, no se disparará con fusiles.
Lo haremos con palabras, con ideas, con futuros.
Mañana, abuelo, cuando ellas y ellos regresen,
Haremos una fiesta para cerrar nuestros duelos
Y abrir para siempre el corazón de las almas
Fuera ya de las alambradas donde hasta hoy hemos vivido.
CUANDO TERMINE LA GUERRA
Cuando ladraron los perros
se secó las manos con el delantal
y corrió a enterrar los recuerdos,
los escapularios y las dulces bohemias
de los viernes en el patio trasero.
Después echó en la maleta
los rincones ilustres,
la altura de la casa, el ancho de la cama,
el verde de la hierba, el peso de su infancia,
el olor de la tierra y el frío de las despedidas.
También el olor de los cafetales
y el grito de las ranas y los grillos,
guardó las lágrimas para el camino
y el adiós para tiempos mejores,
y se fue.
Dijo el cura del pueblo
que le pidió regara todos los días
lo que había sembrado en el patio trasero,
que cuando termine la guerra,
los recuerdos, los escapularios y las bohemias
habrán crecido para gloria de su amante miliciano.
ELÍAS DAVID COHEN es de Majagual, Sucre. 35 años. Víctima de reclutamiento forzado, mina antipersonal y persecución, ahora es defensor de los Derechos Humanos y trabajó en España en la Documentación de la COMISIÓN DE LA VERDAD DE COSTA RICA
CICATRICES
Ya no estaban las señales que dejé en tu lengua
cuando me fui de tu primer olvido.
No estaban las lámparas que encendí
en las viejas madrugadas de diciembre.
Ni las heridas, ni las cicatrices,
ni el panteón de los mártires que dejé
en las líneas cardinales de las manos.
Abrí las aldabas, forcé las cerraduras
del corazón,
asusté a los caudillos que paseaban
sus glorias diminutas por los brazos,
hice todo a la vez,
pero la rúbrica que dejé en tu lengua
cuando me fui a la guerra
ya no estaba.
Estaban los residuos de un relámpago
esparcidos en el paladar y los dientes
y, sin embargo, otra vez,
otra vez la madrugada,
pero, ya terminada la guerra
todo era distinto.
LAS CÁRCELES
Entonces se llevaron la primavera
al cementerio. Arrastraban los soldados
pedazos de mi nombre.
Era un cortejo azul, de viudas desquiciadas
y jóvenes domingos huérfanos de jueves.
Y, sin embargo, ahí estabas,
tratando de regresarme al corazón.
Tu ombligo era el punto final de mi zozobra
y los encajes de las enaguas dominicales
un intrincado laberinto de abandonos sucesivos.
Por la calle pasaban las patrullas militares
enseñando las cárceles para encerrar a Dios,
a los curas guerrilleros
y a nuestra propia desnudez de otoño.
Nadie supo aquella noche extraña
quién asesinó la primavera. De todas maneras
ya no estoy escondido en el punto final
de tu ombligo.
DESNUDO
Señora vigilia, ahora que los soldados
Ya no pasan
dentro de sus botas y fuera de sus madres
sácate la ropa y la colcha de derrotas
de la frente
y ámame sin piedad ni sacerdotes,
sin lujurias, sin besos ni caricias
si así tú lo deseas,
pero ámame del lunes al violeta,
de los pies a los claveles,
de las ansias a los números,
del corazón a la corbata,
del fuego a las cortinas,
pues hoy no tengo afán
y los soldados han dejado
de apuntar al pueblo.
Ámame mientras recobro el grito
y los viejos versos de pelear
que escribieron con puñales blancos
los viejos alfareros del amor.
ERIKA TATIANA JIMÉNEZ ACEROS. Candidata actual a doctora en ciencias sociales de U. de Salamanca, España. Es filósofa egresada de la U. Industrial de Santander, Colombia. Investigadora, escritora y poeta, es autora de varios libros, entre los que se cuentan los de poesía.
DESEO
Deseo que tu cielo sea más azul que aquel que miro desde mi ventana
Que salga el sol por todas las montañas que te vieron parir
Que el rocío de la mañana toque tus plantas para que le dé más vida a tu vida.
Deseo que tu tierra
Aquella que pisas con los pies desnudos
Dé frutos de todos los colores que se inventan.
Deseo, pues, que mi deseo se replique
En todas tus ciudades,
En todos tus pueblos,
En todo tu ser.
Deseo que te conviertas
En el canto de las gaviotas,
En el mormullo del mar,
En un atardecer de verano,
En el viento que toca mi rostro y lo estremece,
En la palabra “inmarcesible”,
En la promesa de los enamorados,
En los abrazos más sinceros que se dan con el adiós.
Deseo que te vuelvas tierra, agua, aire y fuego
Para poder verte en todas las formas…
Deseo que sigas siendo tu y renuncies a ser otras.
Que siendo tu misma
Leas en mis ojos todas las palabras que quiero decirte
Que mi lenguaje y el tuyo, sean uno.
Deseo que tu mundo no sea onírico
Que vivas entre verdades y despiertes a la humanidad.
Deseo que resistas a la epifanía
Para que tus glorias sean el rezo de los días sin sombra.
Si todo esto que te deseo llegase a cumplirse,
Te espero en la aurora
Para regalarte los días que me quedan
Y el sonido de mi cuerpo cuando te vea llegar.
TE ESCRIBO
Te escribo como si fuera todo lo que tengo
Invento palabras en todos tus idiomas y dialectos
Que nacen de mi encuentro con la realidad.
Te escribo
Aquí ya es media noche
El ruido cierra sus ojos para dormir
Y yo te escribo.
Escribo
Para renunciar al tedio,
Al hambre, a la soledad, al abismo y a la nada.
Escribo porque no quiero hablar de la guerra
Que es impúdica, obliga al exilio,
Al silencio, al llanto desde adentro
A las miradas perdidas, y al hades.
Te escribo para que la libertad no sea sólo una palabra,
Para que lo siniestro se transforme en el verbo amor,
Para que la verdad no sea una mujer desconocida.
Te escribo para pintar coordenadas,
Que me lleven hacia ti
Y juntas ser resistencia.
Busco algo más que escribir
Busco no confundir a la revolución
Que es certera cuando protesta.
Te escribo
Y estos versos hacen que te conviertas en poema
Para que grites,
ahuyentes a los perros que algún día ladraron a Sancho Panza y a Don Quijote.
Eres poema
Mientras al otro lado del mundo, ya es de día
Y alguien riega las orquídeas que pronto abrirán sus pétalos.
Te escribo para que no seas pasado,
Para teñir la bandera blanca de los colores amarillo, azul y rojo.
Te escribo para grabarme tu sonrisa
Y ponerla de escudo en la puerta de mi casa.
Te escribo
Desconozco tus fronteras que me hacen llamarte: ¡Patria!
Recitar tu himno como una oración, que hago antes de que salga el sol.
Te escribo ¿Acaso es todo lo que tengo?
Entonces, estas palabras más que mías son tuyas. No las quiero.
EL POEMA PARA COLOMBIA
El poema se detiene en tu nombre:
Como el
Olor de
Las
Orquídeas se desprende al
Mirar
Brillar tu
Inmensidad y tu
Amor.
El poema Imagina sus paisajes
De norte a sur, de este a oeste
Busca algo que lo llene de recuerdos
Una foto, una palabra, una bandera y una voz.
El poema se convierte
En aquellas cosas que el tiempo transforma en déjà vu
Donde la memoria juega a la libertad
Entre suspiros y canciones de primavera.
El poema se detiene
En el abrazo del reencuentro,
en la sonrisa dibujada en un papel
y el beso del primer amor.
El poema canta
Tararea una canción tan azul como sus océanos y sus mares,
que sabe a libertad y esperanza.
El poema avanza entre utopías
que se escriben en una biblioteca pública de alguna cuidad con luz
camina por los pasillos con los pies descalzos
ojeando libros que hablen de justicia y paz…
El poema se convierte en verso
Y titilan en las pupilas
De los rapsodas
Quienes recitan como un rezo
Los Poemas de María Mercedes Carranza.
Ahora el poema baila
se distrae con el movimiento de la cumbia
el ritmo lo hace murmurar:
“Ojalá algún día pueda aprender todos tus idiomas,
Volver a pisar su suelo, tocar sus flores, dibujar sus sueños” …
El poema habla
susurra a mi oído unas palabras
tiempla de alegría el alma
Y mi voz sale como un eco repitiendo
Colombia, Colombia, mi querida Colombia.
Tomado de conexionnortesur.com