Por HERMANN SÁENZ PRIETO
Nadie sabe con certeza cuándo volverá todo a la normalidad, entendida la normalidad como el caos diario al que estábamos acostumbrados. Así, surge la duda nodal: ¿la humanidad seguirá siendo la misma después del coronavirus?
Algunos optimistas creen que sí, que después del encierro la gente será más solidaria con los que tienen pocos recursos, que los menos favorecidos serán beneficiados y empezarán a tener más facilidades para conseguir alimentos y, sobre todo, para acceder a la salud.
Pero también las cosas pueden cambiar para empeorar, pues están creadas las condiciones para que se incrementen el hambre, la inseguridad y el desempleo.
Ante este panorama, se trata de determinar si vamos hacia un tipo de sociedad más participativa… o más autoritaria. Y si este cambio puede hacer frente con éxito a la más grave consecuencia de la globalización: la acumulación extraordinaria de riqueza en muy pocas manos.
El historiador israelí Yuval Noah Harari cree que superaremos la pandemia pero despertaremos a un mundo diferente, no necesariamente mejor: “Habrá vigilancia masiva, se requerirán certificados de salud para poder viajar. Y si hasta ahora teníamos vigilancia ‘sobre la piel’ cada vez que entramos a un sitio de Internet, hacemos un clic o enviamos mensajes, ahora vamos a tener vigilancia ‘bajo la piel’, midiéndonos la fiebre, la presión y hasta nuestros sentimientos”.
En una entrevista a la BBC Harari afirmó que seguiremos siendo animales sociales: “Cuando termine la crisis, las personas sentirán aún más la necesidad de establecer vínculos sociales. No creo que cambie fundamentalmente la naturaleza humana».
De otro lado, el escritor italiano Paolo Giordano escribió un pequeño libro de 60 páginas titulado En tiempo de contagio, en cuya portada dice: “No tengo miedo de caer enfermo. ¿De qué tengo miedo? De todo lo que el contagio puede cambiar. De descubrir que el andamiaje de la civilización que conozco es un castillo de naipes. De que todo se derrumbe, pero también de lo contrario: de que el miedo pase en vano, sin dejar ningún cambio tras de sí”.
Giordano considera que se tendrán que hacer renuncias al actual estilo de vida, debido a que “nuestros estilos de vida son demasiado voraces, quieren demasiado, consumen demasiado, tal vez se mueven demasiado”.
En entrevista con el diario argentino La Nación, la escritora chilena Isabel Allende dijo que esta podría ser una oportunidad de hacer cambios positivos, pero no es muy optimista, pues cree que tenemos mala memoria y es posible que esta lección de la pandemia sea fácilmente olvidada.
El historiador inglés Keith Lowe no dista mucho de Allende en su opinión: “Contaremos los muertos y lamentaremos la devastación de nuestras economías. Pero regresaremos a la desigualdad de ingresos y al eterno resentimiento respecto a nuestros vecinos. Igual que antes”.
Además de Lowe, el diario catalán La Vanguardia consultó al economista italiano Emanuele Felice, quien aseguró que esta crisis ya nos está enseñando que “hay cosas más importantes que la economía. En todo el mundo, los que argumentaron que el sistema económico no debería detenerse tuvieron que retroceder. De este modo, se puede afirmar un principio que marcaría un punto de inflexión en comparación con las últimas décadas: podemos poner el sistema económico al servicio de los derechos humanos fundamentales, como la salud de los ciudadanos, o la educación al servicio del medio ambiente; en lugar de dejar que sea al revés”.
En el mismo diario catalán, la filósofa española Adela Cortina manifestó: “el futuro se prepara cultivando el presente y las actitudes en plena crisis siguen siendo las mismas. El personal sanitario se desvive por salvar vidas, la ciudadanía cuida de sí misma y de los suyos, hay admirables muestras de solidaridad y repulsivos ejemplos de bajeza. Por su parte los políticos continúan buscando votos, y los pobres y los inmigrantes siguen sin existir, para no hablar de las gentes de países más desfavorecidos”.
Algo en lo que coinciden los analistas, es en que el teletrabajo se impondrá después de la pandemia. Así lo señala Moisés Naím: “un cambio que perdurará, es el número de personas que trabajan desde sus hogares. Muchos de estos arreglos laborales, que ahora son transitorios, se harán permanentes. Y a su vez, motivarán ajustes en las estructuras de las organizaciones y en su manera de trabajar”.
Los empresarios, al descubrir que de esa manera se ahorran mucho dinero (gastos de servicios, alquiler de oficinas, licencias) impondrán el teletrabajo en las industrias que lo permitan. Así las cosas, las empresas terminarán por encontrar la forma de crear espacios online para que los colegas interactúen fuera de las reuniones formales.
MORALEJA Y CONCLUSIÓN: Es muy reducido el optimismo para pensar que el mundo post covid-19 cambiará, que las brechas sociales se estrecharán, que habrá más oportunidades para los menos favorecidos y que los ricos de este mundo no tendrán ningún inconveniente en ser un poco menos ricos.
En otras palabras, mejor nos vamos bajando de esa nube.