Petro y el ELN: una tercera fase paradójica

Por Germán Ayala Osorio

En su conversación con generales y almirantes para clarificar el norte de la política de defensa, el presidente Gustavo Petro caracterizó la violencia política colombiana en tres fases, durante “72 años de violencia ininterrumpida”, según el mandatario. 

“La primera fase es la violencia liberal y conservadora. La segunda fase está asociada a la guerra fría y el surgimiento de las guerrillas de izquierda o la insurgencia, en particular el nacimiento de las Farc prosoviética.  El Ejército y las escuelas de formación se ideologizan. La inteligencia, en particular la militar, se vuelve política. Los procesos de paz fueron la solución. La economía ilícita es el corazón de la tercera fase. Ya no es la ideología y la tradición política, es el dinero sucio lo que prevalece. Así las siglas sigan siendo las mismas y cosas por el estilo, esto es diferente. Lo estamos viendo en la práctica con el ELN. El ELN tiene unas personas de edad que vienen de la segunda fase. Gabino viene casi de la primera fase. Se sientan en la mesa y hablan, pero… ¿mandan, realmente mandan? Poco tienen que ver con el Camilo Torres militante, pues hoy su razón de ser es la economía ilícita”.

Aunque no usó la expresión “cartel de narcotráfico”, Petro le acabó de quitar el ya raído ropaje político e ideológico con el que surgió el ELN en los años 60, época en la que se desarrolló lo que él llama la segunda fase; momento este en el que se quedaron anquilosados o ‘petrificados’ alias Gabino, Antonio García y Pablo Beltrán.

Desde su orilla, los delegados de esa guerrilla (si todavía se le puede llamar así) conminaron al presidente de la República a que clarificara si el proceso que se adelanta en La Habana para superar el conflicto armado es serio. ¿Hay acaso un doble discurso en el gobierno, y en particular en el presidente Petro, en relación con el ELN y la viabilidad de alcanzar una negociación política? Intentaré dar respuesta al interrogante.

En su intervención ante generales y almirantes, Petro invalida la lucha armada de la que él viene. Ese rasero le permite valorar los anteriores procesos de negociación política y con estos la entrega de armas, la desmovilización y la inserción a la vida social, política y económica del país. Es decir, él mismo se pone de ejemplo cuando, al militar en el M-19, en un momento histórico muy preciso, como organización armada, toman la decisión de entregar las armas y aceptar las reglas de la democracia colombiana. Sin decirlo, Petro les está diciendo a los elenos que su lucha armada, afincada en la fase 2, perdió sentido por la caída del mundo soviético, de la guerra fría y por el tránsito que varios de sus frentes dieron hacia el manejo directo de las rentas que deja la economía ilegal. Al instalarlos en la fase 3, Petro les llama la atención para que lo poco o nada que les queda de sustento político e ideológico, lo mantengan reincorporándose a la vida civil.

Surge entonces un nuevo obstáculo a la ya enrevesada negociación entre el Estado y el ELN a través del tiempo. Los primeros los pusieron los viejos comandantes cuando dijeron que no les interesa que les entreguen curules en el Congreso, ni entregar las armas o participar de los proyectos productivos de los que sí participan los desmovilizados de las antiguas Farc-Ep. A lo que se suma la compleja metodología de negociación planteada por los elenos y su operación federada, que impide la unidad de mando y el convencimiento de todos los frentes de firmar un armisticio.

Suena contradictorio o paradójico, pero que el máximo responsable del orden público haya militado en el M-19 y entregado las armas, y luego se haya convertido en presidente, parece ahora constituir el mayor obstáculo para negociar con el ELN.

Aunque después de su encuentro con el generalato el presidente Petro le propuso a la delegación del ELN pensar en la posibilidad de un cese bilateral al fuego por regiones, lo expresado por Petro cayó muy mal en los anquilosados líderes de esa agrupación armada ilegal que insisten, estúpidamente, en tomarse el poder a tiros.

Si de verdad dentro de ese grupo hay lugar para la deliberación política e ideológica, el planteamiento de Petro en lugar de molestarles y provocar su levantamiento de la mesa instalada en Cuba debería servirles para auto examinarse. En particular, propongo que esos vejetes de alias Gabino, Beltrán y Antonio García se sienten frente a un espejo y entiendan que se les fue la vida echando bala con resultados adversos: desmovilizando, aterrorizando y confinando a las comunidades por las que supuestamente se levantaron en armas.

La muerte les va a llegar hablando de unas tesis que los más jóvenes combatientes no entienden, porque lo único que les interesa es lucrarse del negocio de las drogas. Camilo Torres y su Amor eficaz, tampoco lo entienden los jóvenes elenos. La economía ilegal acabó de matar el legado del sociólogo y cura colombiano.

@germanayalaosor

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