La marcha programada para hoy está atada al miedo, la nostalgia, el odio ideológico y la ignorancia. En cada uno de estos cuatro vocablos es posible ubicar a quienes salen a protestar, en total libertad y sin miedo a que el ESMAD les saque los ojos, o les lance gases lacrimógenos. En cada una de esas palabras y conceptos podemos ubicar, como mínimo a 10 personas. Y de puñado en puñado, vamos identificando a quienes protestarán pacíficamente.
Los que marchan por miedo, lo hacen por el terror que les produce la palabra cambio, en un país donde por primera vez un presidente intenta modificar circunstancias históricas que explican y reproducen la inequidad, la desigualdad, el racismo y la pobreza existentes. Porque en estos largos años de República, Colombia siempre “cambió” para que todo siguiera igual. El miedo es explicable porque la nomenclatura ‘cambio’ deviene con un sentido maximalista que se conecta con la tradición: acá nada funciona, siguen la corrupción, las masacres, las guerrillas, los secuestros, los homicidios, el robo callejero y el desempleo. Pretender cambiar esas complejas realidades en cuatro años resulta arriesgado. Y si a lo anterior se suma el miedo inoculado por medios y periodistas de la derecha tradicional, de que nos vamos a convertir en Venezuela, entonces ese miedo los obliga a movilizarse y a expresarse.
Quienes salen a protestar de la mano de la nostalgia son los viudos del poder, contratistas, clientelistas, amigos de políticos que le apostaron a que Rodolfo Hernández sería el presidente de la República, lo que les garantizaría contratos, prebendas y vaya uno a saber qué más. Quienes perdieron la oportunidad de seguir succionando el erario, tienen todo el derecho a protestar desde la nostalgia.
De igual manera es posible encontrar a quienes caminarán sobre el quebradizo pavimento, de gancho del odio ideológico y político que profesan hacia el presidente, por su pasado guerrillero. No aceptan que se haya levantado en armas contra el Estado, a pesar de la ilegitimidad de ese orden establecido y sus formas de dominación. Su cabeza no les da para comprender lo que sucedía en este hemisferio en el marco de la Guerra Fría. Al odiar a Petro, a quien señalan equivocadamente de haber participado de la toma del Palacio de Justicia, extienden sus resquemores hacia todos los que no piensan como ellos, porque están parados en la doctrina del enemigo interno. Y en lugar de provocar encuentros dialógicos con argumentos, solo promueven peleas e intercambio de improperios. Por el contrario, sin haber leído ellos a Estanislao Zuleta, se arranchan en lo planteado por el gran pensador colombiano: “…En lugar de discutir un razonamiento se le reduce a un juicio de pertenencia al otro – y el otro es sinónimo de enemigo-, o se procede a un juicio de intenciones. Y este sistema se desarrolla peligrosamente hasta el punto en que ya no solamente rechaza toda oposición, sino también toda diferencia: el que no está conmigo está contra mí, y el que no está completamente conmigo, no está conmigo…”.
Por supuesto que otro puñado de colombianos salen poseídos o guiados por la ignorancia inoculada por los medios masivos, que llevan 10 meses generando pánico económico y divulgando mentiras o medias verdades. También es bueno decir que esa ignorancia supina es responsabilidad de todos aquellos que prefieren seguir en ese estado por pereza de leer, por miedo a revisar su propia realidad o simplemente porque no quieren confrontar a quienes son los responsables de todos los problemas que arrastra el país de tiempo atrás.
Están además los que salen de la mano de la viveza, a estos los llamaremos los “avispados”. Son aquellos que marchan a cambio de un dinero, un almuerzo o un kit de algo pasajero. Esos “avispados” son víctimas de aquellos que, con poder económico, pueden darse el lujo de “contratar” gente para hacer bulto y lograr fotografías impactantes, que confirmen que la Oposición es mayoría en Colombia, lo que justificaría golpes de Estado blando o la defenestración del Presidente, tal y como lo han vociferado algunos reservistas que se dicen defensores de la democracia.
A pesar de todo lo anterior, bienvenidas las marchas de los críticos y enemigos del actual gobierno. Eso legitima la democracia y dice cosas positivas, porque las consignas que expresan en los recorridos no serán respondidas por el ESMAD asesino que sacó a las calles el fatuo, infantil y mediocre presidente Iván Duque Márquez.
Y en el último puñado pueden confluir los que con radicalismo no aceptan que la izquierda y el progresismo sean gobierno. Esa radicalización puede estar asociada a un análisis de las variables macroeconómicas. Aunque en la discusión aceptan que Petro hasta el momento cumple con la regla fiscal y sus medidas económicas son igual de ortodoxas que las de sus antecesores, prefieren que quien gobierne sea un consumado neoliberal.
El gobierno de Petro tiene la obligación de escuchar a los marchantes, para hacer ajustes y acelerar los cambios prometidos. Igual actitud deben asumir los petristas. Marcar diferencias con los gobiernos anteriores es un imperativo moral. Y la primera diferencia que hay que exponer es la de evitar caer en lo que planteó Zuleta (no Poncho).
@germanayalaosor