Las últimas tres alocuciones del presidente Gustavo Petro han tenido la particularidad de que no están dirigidas al pleno de los colombianos, sino que fueron la reproducción de discursos pronunciados para otros públicos. Si bien se escucha el himno nacional y se interrumpe la programación habitual, estas “novedosas” alocuciones podrían resultar ineficaces o contraproducentes: el presidente de la República no se dirige a sus compatriotas, no los mira a los ojos, mira para otros lados.
La de ayer, en la noche del 25 de junio, constituye un ejemplo claro de una alocución cuyo directo público receptor no fueron los colombianos residentes en Colombia, sino los que viven en Francia, que lo escucharon gracias a una visita del mandatario colombiano a ese país. Además, con un sonido deficiente. Aunque se trató de un discurso fuerte y directo contra el Congreso, contra los banqueros colombianos y en general contra la oligarquía, sus efectos en las audiencias pueden ser relativos, puesto que el presidente Petro no les habló a los colombianos residentes en el país sino a connacionales que viven circunstancias distintas a las del grueso de los colombianos.
En su alocución hizo énfasis en la codicia de los grandes ricos, era claro que le hablaba en particular a Luis Carlos Sarmiento Angulo, dueño del Grupo Aval y contradictor político suyo. La entrega de millones de pesos que les hizo este banquero a partidos políticos que unieron esfuerzos para tumbar la reforma laboral, le hace pensar al presidente que hay congresistas serviles a los intereses del magnate colombiano. Petro aludió a que se hicieron elegir no para defender los derechos de sus votantes y de los colombianos en general, sino para cuidar los intereses de sus poderosos patrocinadores. Hablamos entonces no de senadores y representantes a la Cámara, sino de lobistas con investidura y sueldo de congresistas.
No hablarles directamente a las audiencias aleja la posibilidad de que el mensaje llegue con claridad y se escuche con nitidez, como es lo esperado. Es un error hacer pasar como alocución un discurso que tiene una situación comunicativa muy diferente a la que se puede generar cuando el objetivo de la intervención presidencial es hablarle al país. Ejemplo de ello fue la alocución de la semana anterior, soportada en el discurso del presidente en La Habana donde anunció el cese bilateral al fuego con el ELN.
Consideramos conveniente que el presidente y/o su equipo de comunicaciones revise el modelo o enfoque, porque son alocuciones que devienen impersonales, frías, sin un propósito claro: las audiencias no ven a un presidente que les habla de frente, se convierten (o la alocución los convierte) en espectadores distantes, que asisten a un discurso donde lo primero que se percibe es que la intención no ha sido la de comunicarse con ellos.
Los colombianos están acostumbrados a que las alocuciones presidenciales sean para que el primer mandatario les exponga directamente sus decisiones o realizaciones, en la medida de lo posible mirándoles a los ojos, sobre todo si el propósito es brindar explicaciones en torno a eventuales escándalos, o tratando de generar confianza, o queriendo enviar un mensaje de tranquilidad.
Es claro que con las tres últimas alocuciones esto no ha sucedido, de modo que el efecto que podría estar provocando en la audiencia nacional quizá resulte contraproducente, o sea contrario al deseado: un eventual rechazo colectivo.
@germanayalaosor