El primer descansito de la historia

Llevo, junto con mis otras cinco colegas, casi 2.500 años sosteniendo con nuestras cabezas y nuestros poderosos cuerpos este templo a Erecteion, aquí en el norte de la colina de la Acrópolis, donde batallaron por la ciudad Atenea y Poseidón. ¿Sabéis lo que es llevar esta carga encima todos los días y todas las noches durante dos milenios y medio? No; no lo sabéis ni lo imagináis. ¡Es un trabajo muy pesado y ni siquiera bien pagado! Es que no hemos recibido ni un céntimo por aguantar la historia occidental sobre nuestras seseras. ¡Ya no podemos más!

De las Cariátides originales, cinco están en el Museo de la Acrópolis en Atenas y una en el Museo Británico en Londres. Las que ahora sostienen el templo a Erecteion son copias fieles a las que se encuentran bajo resguardo.

Hemos constituido el sindicato de las Cariátides de Atenas y yo he liderado la redacción del pliego de peticiones. Si no lo cumplen, irremediablemente nos veremos abocadas a irnos a la huelga general. De llegar a este punto, adiós memoria histórica.

Lo primero que deben hacer para que no dejemos caer el peso de la historia, es pagarnos las horas extras, los recargos nocturnos, las vacaciones, los dominicales y feriados, y entregarnos todo el dinero acumulado durante la historia antigua y reciente de Occidente que, gracias a nosotras, se ha mantenido viva. Lo segundo, conformar horarios de trabajadoras que remplacen a sus compañeras; solo trabajaremos 35 horas semanales, así que necesitaremos un ejército laboral de reserva de Cariátides para seguir soportando esta carga histórica.

Y nosotras, las originales, tras la indemnización del acumulado conseguido desde la Antigüedad, pasando por la Edad Media, el Renacimiento, la era Revolucionaria y de la Ilustración, el Romanticismo, la Industrialización, la Modernidad, el Capitalismo y el Comunismo, y esta era que alguien muy ignorante se atrevió a llamar el fin de la historia, nos iremos a descansar nada menos que a esas islas griegas que ha disfrutado todo dios y todo quisque, mientras que nosotras estábamos aquí, muy erectas y firmes, apechugando con esa memoria de los pueblos que ha sido fundamental para que aprendan y desaprendan de los errores y aciertos históricos.

De momento, provenientes de Carias allá en el Peloponeso, que danzábamos con cestas de frutos sobre la cabeza para rendirle culto a la gran Artemisa, nos iremos turnando para descansar durante días enteros de este lastre para nosotras, y gran testimonio histórico para vosotros. Aquí me veis, yo la primera, dando ejemplo a mis compañeras; con mi actitud decidida, les he demostrado lo que durante siglos les he repetido y que ahora, mientras negociamos el pliego, haremos:  podemos turnarnos para descansar,  y como lo podéis ver, lo que queda en pie del templo al gran Erecteion no se ha precipitado ni hecho pedazos.

Nosotras, hermosas y esclavas de la historia, al parecer fuimos moldeadas por el escultor Alcamenos, discípulo y amigo del gran Fidias. Nuestro creador se empeñó en dotarnos a cada una de las seis de un rostro y peinados trenzados muy particulares. Nuestros vestidos están pegados a nuestra figura corporal, semejando la ropa húmeda y delineando nuestras curvas; así han sido conservados desde el siglo V a. C., exactamente desde el año 421 previo a la era cristiana. Él le dio una forma especial a nuestras caderas y piernas, para permitir que estas partes de nuestro cuerpo sean muy poderosas, con el objetivo único de sostener el templo como lo hemos hecho desde que fuimos creadas. 

Quiero que me veáis como soy. Una mujer que, junto con otras cinco, ha llevado sobre sí una parte muy grande de la historia de la humanidad hasta ahora conocida. Y como podéis observar, tras 2.421 años estoy tan joven, fuerte y bella como entonces, como también lo están mis compañeras. Este descansito, muy pequeño para los miles de años de trabajo, es tan solo una sentadita para mí, pero en realidad es la gran sentada para no acabar con la memoria de Occidente.

Por favor, apoyad, nuestro pliego de peticiones. Si no lo conseguimos, 2.500 años derruidos pesarán sobre vuestras conciencias.

OLGA GAYÓN/Bruselas

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