Por OLGA GAYÓN/Bruselas
El agresor sexual Luis Rubiales se ha negado a dimitir como presidente de la Federación de Fútbol Español, porque se siente «víctima de una cacería» y está convencido de que se ha cometido contra él un «asesinato social». Afirma que el «pico» con la futbolista Jennifer Hermoso ha sido «mutuo, eufórico y consentido», pese a que la jugadora ha pedido una sanción contra este abuso.
Las españolas son campeonas del mundo de fútbol, pero se han quedado solas frente a las agresiones machistas de Rubiales, quien además es vicepresidente de la UEFA: la agresión más sonada ha sido el beso que le dio a una de las futbolistas en el momento de recibir la medalla como campeona; pero no ha sido la única, como lo demuestran estas tres fotografías.
Ningún futbolista de la Liga Española ni ningún presidente de los clubes de primera se ha pronunciado en solidaridad con la futbolista Jennifer Hermoso, agredida por el presidente de la Federación en la ceremonia de entrega de la Copa del Mundo que ganó la selección femenina española de fútbol.
La ausencia de solidaridad de los hombres futbolistas a favor de sus colegas mujeres ha creado un silencio atronador ante la sociedad española y mundial. ¿Y por qué han callado ante tamaña agresión? Porque en un deporte de tradición masculina, en un país europeo donde todavía el machismo es tolerado y aplaudido, ese beso no es agresión: es un gesto de cariño motivado por la emoción del momento. Y esta percepción es la consecuencia directa de que los cuerpos de las mujeres siempre estarán disponibles para los hombres. ¿Pero qué tiene de malo un inocente beso? ¿Por qué tanto escándalo? Seguro que ninguno de los silentes, tanto estrellas como directivos del fútbol español y mundial, ignora que esa «inocencia» no se ha dado por parte de ningún presidente de federaciones de fútbol cuando estos felicitan a los jugadores hombres en el momento de haber conseguido un título.
Esta naturalidad con la que se mira el abuso sexual ha sido jaloneada por la gran prensa deportiva española. Titulares de los diarios Marca y As -los más leídos de España-, se han hecho eco de lo gracioso y emotivo de la felicitación de Rubiales a la jugadora Hermoso. Les ha parecido un instante incluso de cariño y cercanía. ¿Dirían lo mismo si ese presidente besara en la boca a un futbolista en medio de una celebración en la tarima del medallero? De ‘maricón’, degenerado y abusador no lo subirían; ese directivo no tardaría ni un día en caer. Uno de los periodistas más seguido por los fanáticos del fútbol español, pero no por ello buen profesional, Manolo Lamas, se ha atrevido a decir que las mujeres que protestan por ese beso «es porque ellas no han sido las besadas».
Estoy impresionada al leer los comentarios de los lectores de la prensa española ante este abuso. La mayoría ve una inquisición contra el «pobre» presidente de la Federación de Fútbol Española. Él es la víctima, mientras que quienes han arropado a la jugadora, «son una panda de amargados que quieren que las mujeres dominen el planeta y nos impongan su ley». Pero es que hasta el ministro de Exteriores de la Unión Europea, el español Josep Borrell, ya no hablando del beso, sino del triunfo de las futbolistas ha dicho lo siguiente: «nuestras mujeres están aprendiendo a jugar al fútbol tan bien como los hombres». ¡Cuánto machismo en una sola frase. Y venida del que pone la cara ante el mundo por la UE!
Haciendo la excepción de los pocos medios prestigiosos de información general que hay en España y de una sola cadena de radio, los demás medios solo han comenzado a quizás, a no ver con buenos ojos «ese gesto» del líder de la fútbol español, cuando, tanto las mujeres españolas, como muchas europeas, han pedido la dimisión del agresor, y sus mensajes han calado tanto en la prensa nacional como en la internacional. Solo tres días después han hecho público que la jugadora agredida jamás pronunció unas frases que le atribuyeron, quitándole hierro a la agresión y enmarcando «el gesto» en la emotividad del momento El mismo tiempo transcurrió para publicar que la jugadora se negó a participar en un vídeo en el que el agresor quiso suavizar el escándalo generado, dando unas excusas en las que textualmente decía que, «no había habido mala intención por ninguna de las dos partes», integrando en la agresión, así sin más, a la agredida. De igual manera, un jugador de la Liga, tímidamente ha censurado el hecho, pero solamente cuando ya era segura la dimisión del agresor. Algunos clubes de primera solo hasta ayer, casi que inaudiblemente, le retiraron el apoyo al directivo del fútbol español.
La dimisión que hoy no se dio por parte de Luis Rubiales: pese a estar anunciada, no se ha producido. No ha servido la presión ejercida por las mujeres, muchos hombres que sí ven un abuso en ese beso, al repudio por parte de la ministra de Igualdad, la vicepresidenta española y el presidente de gobierno, así como el rechazo a esta agresión machista publicado en medios internacionales de relevancia como The Guardian, La Reppublica, Le Figaro, Le Monde, NY Times, The Washington Post. La víctima, Jennifer Hermoso, a través del sindicato de mujeres futbolistas de España, solicitó que esa abuso no quede sin sanción.
Es escandaloso ver cómo jugadores de fútbol hipermegarricos, que cuentan con millones de seguidores en las redes sociales, y que publican todos los días fotografías y comentarios sobre infinidad de temas, ninguno de ellos, haya utilizado sus redes para condenar la agresión y solidarizarse con la jugadora que no es otra cosa diferente que su colega. La solidaridad de los futbolistas no se da porque a ellos esto les parece un tema sin importancia… De mujeres, no más.
Las españolas y algunas deportistas y líderes mundiales no han conseguido que este impresentable presidente de la Federación Española de Fútbol y vicepresidente de la UEFA dimita. Desde aquí, quiero gritar que NO ES NORMAL que a las mujeres nos vivan tocando, acariciando, magreando, y dando besos en la boca como «gestos de cariño y complicidad». Y no es una exageración llamar a ese beso impuesto, una agresión sexual; eso está contemplado como delito en la legislación española y debe estarlo en todas las legislaciones del mundo. ¡Ya está bien! Es hora de gritar alto y claro que las mujeres no somos objetos manoseables ni besables. Nada que nos roce, nada que nos toque, puede darse, si no es bajo nuestro consentimiento. Y que este se dé, por supuesto, dentro de un ambiente de igualdad; jamás empujado por el miedo a quien abusa de su poder para conseguirlo.