Por JOSÉ RAMÍREZ VÉLEZ *
Petro es un ser telúrico. Su accionar produce temblores y terremotos todo el tiempo con su programa de gobierno, sus reformas, sus decisiones políticas y administrativas, sus medidas legales y constitucionales novedosas, las jornadas gubernamentales desde las regiones y los rincones ásperos del país, sus audaces propuestas internacionales, sus inigualables discursos y conferencias, sus numerosas entrevistas y ruedas de prensa. También con sus silencios y ausencias, sus francas críticas a los medios, empresas e instituciones, los sorprendentes regaños al gabinete y a la coalición política para que trabajen más, ejecuten más, luchen más y metan más el hombro.
enfrentar el poder de los medios por mentirosos y conspiradores; enfrentar a Sarmiento Angulo y su grupo Aval, destapando su implicación en Odebrecht; enfrentar al empresariado antioqueño y particularmente a Argos por despojador de tierras y colaborador del paramilitarismo, enfrentar a las mafias regionales con las declaratorias de emergencias y la restitución de tierras, como en la Guajira y Montes de María; enfrentar el poder absoluto de la fiscalía y la procuraduría, organismos de la oposición uribista, con la serenidad y la sutileza que lo hace; incautar esa burrada de alijos de drogas y desbaratar laboratorios, rutas…es de película, alucinante, temerario. nunca se había hecho así.
“La guerra es la continuación de la política por otros medios” dijo Clausewitz, mientras que Foucault parafraseó: “la política es la guerra continuada por otros medios”.
¿Será que la política en su concepción griega, en lugar de ejercicio racional, de argumentación dialéctica, de uso de la palabra y del diálogo, de forma y búsqueda de entendimiento entre diferentes y las diferencias, de nivel máximo de humanidad, de inteligencia y de superación de lo instintivo y animal, de búsqueda de acuerdos, consensos y pactos, es un artificio malvado y pervertido de la voluntad de poder, de guerra, de violencia, de los individuos, grupos y sociedades?
Incluso San Agustín, pilar de la Iglesia católica, en el siglo IV defendía la guerra si se promueve y desencadena por una causa justa, argumentación que ha estado en la base de todas las insurgencias y rebeldías de la humanidad durante muchos siglos.
¿Será que habrá un tiempo para construir un fundamento radicalmente distinto a la guerra para relacionarnos, para resolver diferencias e intereses, para construir sociedades?
Petro aparece en la historia de Colombia como el último mohicano. Es una especie de gran síntesis histórica para una transición social, política, ideológica, teórica, económica y cultural. Asunto serio, complejo y no menor, dado que su actuar y protagonismo político coinciden con paradigmas que trascienden el tiempo histórico y el territorio de Colombia: el neoliberalismo, el cambio climático, el resurgimiento del fascismo, el replanteamiento de los bloques regionales en el mundo (multilateralismo), el estallido de revoluciones de nuevo tipo, nuevos caminos económicos y culturales cuyo denominador común es un relato sobre Democracia, Vida, Paz y Justicia Social.
Inmanuel Kant, el más grande filósofo de la modernidad ilustrada, tenía la convicción de que una paz perpetua es posible, siempre y cuando el hombre se deje guiar por su razón práctica para abandonar el mecanismo de la guerra y plantearse la paz como un fin y un deber. La paz perpetua se refiere a un estado de cosas en el que la paz se establece de modo permanente.
Petro en Colombia vivimos en un estado de GUERRA PERPETUA, como lo describe García Márquez en Cien años de Soledad, lo cual lo lleva a pensar y a soñar en una segunda oportunidad sobre la tierra para estos hijos de Macondo. Él propone con mucha claridad una senda de PAZ TOTAL y un bloque histórico que construya y consolide una nueva hegemonía cultural.
Lo plantea en su campaña electoral, en su programa de gobierno y luego lo concreta en la ley 418 del 4 de noviembre del 2022. Allí lo caracteriza como un nuevo pacto social, que debe ser fruto de un gran Acuerdo Nacional, que garantice los derechos fundamentales de la gente, del pueblo, de la ciudadanía, de todos.
Sugiere que ese proyecto de ley (Paz Total o paz grande) es y debe ser la solución definitiva al conflicto armado de Colombia.
Afirma que ése es el verdadero cambio, ya que es el que produce la seguridad humana, ya que protege la vida y que a su vez se concreta en políticas sociales, ambientales, económicas y culturales, ya que el cambio es justicia social y será la garantía del ejercicio de los derechos humanos fundamentales.
Esta ley propone la creación de regiones de paz para adelantar los diálogos con los diversos actores de la violencia y también el servicio social para la paz en sustitución del servicio militar obligatorio.
De la visión, propuesta y proyecto de ley de paz total, se desprenden dos potentes premisas, el triunfo de la vida sobre la muerte (Colombia, potencia mundial de la vida) y el triunfo de la democracia sobre la dictadura, el autoritarismo y el fascismo. Lo anterior se manifiesta en una prioritaria acción pública contra el crimen en su doble versión, el narcotráfico paramilitar y la parapolítica y la corrupción política. La consigna o tarea es, recuperar el Estado cooptado por el crimen, recuperar la política cooptada por las armas, recuperar la democracia cooptada por la corrupción.
Esa es la trilogía teórico- política petrista: paz, vida y democracia.
El proyecto político de la paz, hoy, para Colombia, consignado en la ley de la PAZ TOTAL, se engarza o articula, o desprende de la Constitución del 91, Artículo 22, que dice así: “la paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”.
Ese artículo a su vez, fue la concreción del Acuerdo o Pacto social de Paz, emanado del mandato del pueblo a través de la Asamblea Nacional Constituyente y validante del acuerdo de paz entre el M.19 y el Estado colombiano, durante el gobierno de Virgilio Barco Vargas y la gran iniciativa ciudadana y democrática de la séptima papeleta, impulsada por los estudiantes.
Petro introduce tres grandes rectificaciones históricas, para hacer viable y eficaz el cambio, la revolución y la transformación. Moderniza y actualiza la propuesta en el marco de la crisis mundial y la globalización, lo que lo convierte a su vez en líder e interlocutor mundial.
UNO: Rectificación al modelo económico. Superación del neoliberalismo y el feudalismo. DOS: Rectificación social. El motor del cambio es el pueblo. TRES: Rectificación política. El acuerdo nacional es para producir las grandes reformas.
Lo anterior nos permite ver la coherencia histórica, política y teórica del “fenómeno Petro” en la formulación de su propuesta político – programática y en el ejercicio de gobierno que desarrolla. De allí el planteamiento que hago: Petro es la gran síntesis de nuestra historia nacional y latinoamericana y por lo tanto es el eslabón necesario para la impostergable transición política que está en curso y que es inevitable.
Volvamos al inicio del artículo y la reflexión.
Petro y su gobierno enfrentan una guerra total para impedir la paz total:
- Una guerra sucia
- Una guerra mediática
- Una guerra de posiciones
- Una guerra fría y caliente
- Una guerra narco paramilitar
- Una guerra de baja intensidad
- Una guerra blanda – Lawfare
DE TODOS CONTRA PETRO
- La clase política tradicional
- La vieja oligarquía
- El sector financiero
- El sector empresarial clásico
- Los medios de comunicación
- Los terratenientes
- El narcotráfico y el paramilitarismo
- La corrupción de todos los pelajes
- Sectores del pueblo manipulado
- Minorías de la izquierda ortodoxa tradicional
- Minorías pseudo intelectuales y feministas
- El clan de los expresidentes…
En dos meses tenemos elecciones locales y regionales:
- Es perentorio ganar estas elecciones para garantizar la gobernabilidad de Petro y abrir el horizonte a las de 2026.
- Es la hora de ser gobierno hacia abajo y en extensión, para garantizar las reformas.
- El poder real, democrático y popular debe construirse con movilización permanente y una rápida reconstrucción del tejido social, asociativo y de organización.
- Es urgente resolver la forma y el instrumento para lograr las mayorías en el Congreso en el 2026. Debe rehacerse o reconvertirse, el Pacto Histórico y la Colombia Humana.
- Bogotá y las principales capitales deben ser motor del Cambio.
- La diáspora colombiana debe entrar con mucha fuerza en la actual coyuntura política.
¿Somos y seremos “el pueblo superior a sus dirigentes» que profetizaba Jorge Eliécer Gaitán? ¿Construiremos el país que nos merecemos y la segunda oportunidad de paz sobre la Tierra? ¿Haremos la transición política y económica, pacífica y democrática que se requiere?
* Colectivo diáspora y paz Internacional – Sabadell – Barcelona (España)
Imagen de portada, tomada de Cambio Colombia.