Por OLGA GAYÓN/Bruselas
Lo que estamos viendo en vivo y en directo no es una guerra entre Hamás e Israel, como están titulando la mayoría de los diarios de la prensa mundial. Es una guerra de Israel contra el pueblo de Palestina. Y no es una guerra generada por el condenable y horrendo acto de terrorismo de Hamás en el que asesinó, al parecer, a más de 1.200 de civiles israelíes y secuestró a unos 200 más. La guerra fue gestada hace 75 años, cuando Europa y Estados Unidos decidieron deshacerse del problema creado por el Holocausto realizado por la Alemania nazi, y lanzarlo fuera de sus fronteras.
Europa exportó las consecuencias del genocidio contra el pueblo judío al territorio de Palestina. Tras numerosos actos de terrorismo de grupos israelíes en la zona, y después de un acuerdo con las potencias europeas y Estados Unidos, decidieron que los sobrevivientes del Holocausto vivirían en el territorio palestino, hasta entonces ocupado por Gran Bretaña. Oriente Próximo se convirtió en una guerra perpetua desde el momento en que el nuevo Estado de Israel obtuvo todo el respaldo de las grandes potencias de Occidente para convertir la zona en un inmenso polvorín.
Israel devino en el principal socio de las grandes potencias mundiales en la región y consiguió tal potestad, que desde entonces hasta hoy ejerce una poderosa influencia sobre las democracias occidentales. El Estado de Israel es quizás, desde 1948, el que más crímenes de guerra ha cometido en el mundo durante un tiempo ininterrumpido de al menos 70 años. Se convirtió en potencia militar de la zona y del mundo gracias a la ayuda sin límites de las potencias europeas, especialmente Francia, país que contribuyó a que Israel tuviera su propia bomba atómica. Luego Estados Unidos le daría su apoyo irrestricto, hasta convertirlo en la potencia militar que es hoy. Gracias al respaldo de la primera potencia mundial Israel ha podido realizar una guerra continua contra el indefenso pueblo de Palestina, en la que le ha arrebatado casi todo su territorio y ha convertido a su población en presidiaria.
Han sido cientos, si no miles de actos de terrorismo realizados por un Estado de la ONU contra una población indefensa, en la que han muerto miles y miles de palestinos, quedado lisiados y mutilados otros miles, sin hogar ni tierra los millones de sobrevivientes, porque les han robado su territorio y conducido a su población civil a un sometimiento que raya casi en la esclavitud. La Franja de Gaza es la prisión a cielo abierto más grande del mundo, sin que los encarcelados, entre los que se encuentran millones de niños, hayan cometido delito alguno y sin que el mundo haya sancionado a los carceleros.
Es verdad que Palestina ha contado y cuenta con grupos terroristas que han causado víctimas en el Estado de Israel. Pero el Acuerdo de Paz firmado en Oslo en 1993, conocido como aquel en el que se alcanzaba la paz entregando parte de los territorios sustraídos a Palestina, fue roto y desmembrado por los ultras israelíes, que con el asesinato de Yitzak Rabin devolvieron la guerra a la región, que había tenido la esperanza de encontrar la paz, tras más de 40 años de horror. Desde entonces Israel se ha apropiado de más territorios y ha bombardeado ciudades enteras, cercándolas además, sin permitir la entrada de alimentos ni medicinas y cortándole a miles y millones de personas, los servicios de gas, electricidad y agua. Y todo ello sin una condena internacional denunciando a Israel como Estado criminal de guerra, y desamparando por completo a la población Palestina.
Hamás es el producto de la guerra emprendida por Israel contra la Autoridad Nacional Palestina emanada del Acuerdo de Paz de Oslo. El Estado judío enfiló todas las baterías para acabarla; no podemos olvidar el cerco militar a la casa de gobierno palestino en Ramala, desde donde gobernaba Yaser Arafat, quien, según diversas investigaciones científicas, fue envenenado por los israelíes: un acto más de terrorismo del Estado de Israel contra el Jefe de Gobierno de la Palestina de entonces. Y tras asesinar al gran líder palestino, Israel consiguió todo el poder en el nuevo gobierno en Cisjordania que hoy es considerado como un títere del Estado ocupante.
Un núcleo de las corrientes palestinas contra la ocupación israelí devino en Hamás que ejerce el verdadero poder palestino en la Franja de Gaza, ese que le arrebata a quienes han convertido a esta zona del mundo en una vergonzante prisión de millones de habitantes. Hamás ejerce el terrorismo y ha de ser condenado por ello. Pero, un grupo terrorista nacido como consecuencia de la ocupación y de una guerra perpetua contra la población civil, no puede equipararse en poderío político ni militar a la gran potencia mundial que es Israel, quien gracias al apoyo de las potencias occidentales, se ha convertido en el mayor Estado que ejerce el terrorismo representado en miles de crímenes de guerra, contra millones de palestinos indefensos. Así que no es verdad que haya una guerra entre Hamás e Israel. Lo de hoy es el más brutal ataque de un Estado de la ONU contra el desarmado y desamparado pueblo de Palestina.
Israel hoy es el gran criminal de guerra que todos vemos gracias a que Europa y Estados Unidos se lo han permitido. Han sido siete décadas en las que ha masacrado a la población palestina sin que hasta ahora haya recibido una sanción ejemplar. Hace unos días el Ejército de Israel lanzó un ataque contra un hospital, en el que fueron asesinados más de 500 palestinos. MÁS DE 500 PALESTINOS, todos pertenecientes a la población civil. Y los dirigentes israelíes, copiando al otro criminal de guerra, Vladimir Putin, que ha masacrado al inocente población ucraniana, han tenido la cara de decir que ese ataque ha sido cometido por un misil lanzado por Hamás y no por los misiles israelíes. Hoy todos vemos cómo un Estado le corta todos los servicios de agua, gas y electricidad a millones de personas, tal como lo hiciera en el pasado invierno Putin en Ucrania, un crimen de guerra atroz, y hasta ahora, ni siquiera se ha pronunciado el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Las potencias occidentales y mundiales han de ponerse de acuerdo para frenar ya la guerra de Israel contra el pueblo de Palestina que ha sobrepasado los 70 años. Allí, en Oriente Próximo, como lo han anunciado expertos en conflictos mundiales, puede estarse gestando la Tercera Guerra Mundial. Y todos sabemos que quizás la humanidad, o gran parte de ella, no sobreviva a una conflagración mundial de esta magnitud, en la que las armas nucleares tendrían el más grande protagonismo.
Israel debe entender que un Estado, una nación y un pueblo, no sobreviven gracias al exterminio de otro. Exterminio que el pueblo israelí ha tenido que sufrir de una forma atroz pero que, gracias a la unión de las potencias occidentales contra la Alemania nazi, se pudo frenar. Los nazis no consiguieron hacer desaparecer por completo a la población judía de Europa. Pero, parece que los dirigentes israelíes no entendieron el sufrimiento que padeció su pueblo en el intento de exterminio porque, al parecer, desean hacer lo mismo con el pueblo palestino. Algunos dirigentes israelíes de primer nivel se refieren a la población palestina como ‘animales’, tal como se denominaban los nazis a la población judía. El Estado de Israel, si continúa cometiendo crímenes de guerra y empleando el terrorismo contra la población civil palestina, puede incluso llegar a desaparecer. Los grandes conflictos se saben cómo empiezan pero no cómo terminan. Si han desaparecido grandes imperios, ¿por qué no puede desparecer el Estado de Israel, causante de un conflicto interminable en la región de Oriente Próximo?
¿De verdad, toda la población israelí está destinada de por vida a que desde la gestación se creen soldados en lugar de bebés? ¿Puede un pueblo aparentemente poderoso sobrevivir cuando desde antes de nacer cada ser humano ya está destinado a ser un soldado al que mandan a eliminar de la tierra a seres humanos que no les han causado ningún daño pero que el Estado ha construido en el imaginario colectivo como enemigos perpetuos a los que necesariamente hay que exterminar para sobrevivir como pueblo?
Israel, para conservarse como pueblo está en la obligación de contribuir a la supervivencia de los pueblos de su entorno. Si no lo hace, la concepción de soldados antes que bebés se convertirá en su más grande y letal arma de autodestrucción.