Por JORGE GÓMEZ PINILLA
No puedo votar en Bucaramanga porque vivo en Girón, pero si pudiera lo haría por el reconocido médico cardiólogo Jaime Calderón. Es bien llamativo que en desarrollo de la campaña no recibió un solo ataque de ningún candidato ni de nadie, porque todos saben que es un hombre sin tacha, incorruptible a más no poder, alguien que en asuntos de política está más allá del bien y el mal.
A Jaime Calderón lo conozco y en tal medida puedo dar fe de sus cualidades personales, así como de su nobleza de carácter y su espíritu de hombre virtuoso, hasta un punto que me atrevo a pensar que se le va la mano. Y me explico:
Un día le comenté que el gran mérito del candidato que va de primero en las encuestas fue haber dicho “soy el Bukele de Bucaramanga”. Esa frase tuvo un gran impacto sonoro, porque puso el dedo en la llaga del principal problema que tiene Bucaramanga, el de la inseguridad, provocada en gran parte por la migración de venezolanos al departamento a través de la frontera común. Ahora bien, se trata de un modelo neofascista, consistente en meter mucha gente a la cárcel para creer que se está resolviendo un problema.
Pensando en contrarrestar la popularidad desatada por esa frasecita efectista, le propuse a Jaime que dijera esta, con similar sonoridad: “soy mejor que Bukele”. Pero no quiso, dizque porque podía entenderse como un ataque al otro candidato.
Le dije entonces “así sí no se puede; de nada le sirve portarse como el Mahatma Gandhi de la política”. Y en lugar de molestarse soltó una sonora carcajada, en señal de que lo había tomado como un cumplido, cuando mi intención era otra: brindarle claridad en que sin golpes de opinión contundentes no es posible conquistar la alcaldía de Bucaramanga.
Sea como fuere, no puede haber duda alguna en que Jaime Calderón es el mejor candidato a ocupar dicho cargo, así no haya contado con los recursos financieros para adelantar la mejor campaña. Soy consciente por tanto de que si llegara a ganar sería lo que llaman un batacazo, pues la preferencia electoral es casi siempre para los que están respaldados por las más poderosas maquinarias.
Dije arriba que vivo en Girón, donde la cosa es más ‘arrecha’, para usar un término santandereano. Aquí mi voto es pragmático, como expliqué en columna reciente, donde hablé de un fenómeno que amenaza con extenderse a todo Santander y que comenzó en la gobernación del coronel Hugo Aguilar: una figura patriarcal que se apodera de un cargo de elección popular y la traspasa como herencia personal al resto de su familia.
En el caso que nos ocupa hablo de John Abiud Ramírez, quien siendo concejal manejaba moto pero después de que fue nombrado secretario de Desarrollo en la gobernación de Richard Aguilar (hijo del coronel, por supuesto) aprovechó el cargo para hacerse elegir alcalde de Girón y, ya posesionado, le celebró a su hija una fastuosa fiesta de 15 que incluyó la contratación de Silvestre Dangond. Y a continuación se dedicó a comprar propiedades, entre ellas un par de lujosas casas en Miami, como documenté en columna para El Espectador.
Este señor no solo hizo elegir a su supuesta exesposa como alcaldesa actual, Yulia Rodríguez, sino que en carambola a tres bandas pretende ahora hacer lo mismo con su hermano Campo Elías, un odontólogo al que contrató como secretario de ambiente por unos meses para que adquiriera experiencia en lo administrativo. De él mostré en días pasados un video donde aparece su esposa (la de Campo Elías) comprando votos sin poner un peso, pues le dice a un grupo de gironeses que les retienen el pago de los bonos sociales hasta después de la elección, para asegurar que la gente vote por ellos con la ilusión de que recibirán esa plata después del triunfo. (Ver video).
El asunto es que en Girón el que va de segundo en las encuestas es médico -como Jaime Calderón- y aunque nunca ha sido de mi cuerda política aquí se configura lo que llamo un voto pragmático, consistente en que votar por cualquier otro favorece la aspiración del candidato-títere de John Abiud. En tal medida anuncio desde ya mi voto por William Mantilla a la alcaldía, en lo que será una confrontación entre un médico con tres especialidades y un odontólogo con tres meses de experiencia en la alcaldía de su hermano.
Yendo de lo particular a lo general, llegamos a la Asamblea de Santander. Ahí debo confesar que mi voto está contagiado por el amiguismo, pues el candidato de mi preferencia también es paisano de Girón, pero además amigo y copartidario de filiación liberal, si bien yo no comulgo con el expresidente César Gaviria sino con la línea Samper Pizano izquierdosa y representada tanto en el expresidente Ernesto, como en su hermano Daniel, decano del periodismo en Colombia.
Hablo de Ramón Ramírez para la Asamblea, a quien me atrevo a calificar de liberal-conservador: liberal como artista de profesión, pues posee una galería de arte e incluso de adolescente aprendió a tocar el clarinete, y conservador por su formación militar, graduado con honores, primer puesto en el escalafón. El paisano Ramón en su experiencia administrativa acredita haber sido director de Gestión del Riesgo para la Gobernación, y subgerente de la Empresa de Alcantarillado de Santander. Alguien muy profesional en lo ejecutivo, y en lo personal un amigo leal y solidario.
Ya entrados en honduras hablaré de una decisión que me la han criticado amigos y cercanos, y tiene que ver con mi intención de votar para la gobernación de Santander por alguien que por cierto fue superior inmediato de Ramón Ramírez en las filas del Ejército. Hablo del general Juvenal Díaz Mateus. Me lo presentó el analista político Julio Acelas, entre los dos le hicimos una entrevista para El Unicornio y dos cosas me gustaron: una, que por nada del mundo haría alianzas con Fredy Anaya ni con los Aguilar. Y dos, cuando le pregunté si no creía que la seguridad estaba directamente ligada a políticas sociales y aumento del empleo, afirmó que le había dado en la vena del gusto, pues coincidía por completo con mi planteamiento. (Ver entrevista).
Digamos entonces que mi voto por Díaz Mateus es también un voto pragmático, viendo que hay una disputa cerrada con quien todo el mundo sabe que es candidato del mafioso clan Aguilar, Héctor Mantilla. Y cualquier voto por otro candidato es un voto menos para general Juvenal, de modo que favorece el triunfo de Mantilla. Y no sobre agregar que al principio me simpatizaba el profe Ferley, pero apenas me enteré de que estaba trabajando en estrecha alianza electoral con el influencer evangélico y hoy senador Jotapé Hernández, un tránsfuga que se pasó del petrismo al uribismo, salí huyendo de ahí como alma que lleva el diablo.
Es todo lo que quiero decir sobre mis cuatro preferencias electorales para este domingo y, como dice el árbitro a los dos equipos contendores antes del pitazo inicial, “que gane el mejor”.