Tal vez el primer error estratégico del gobierno de Gustavo Petro fue cuando decidió desbaratar la coalición representada en ministros de partidos tradicionales como José Antonio Ocampo, Cecilia López y Alejandro Gaviria, para quedarse solo con gente de su ortodoxia política.
Error no porque fuera políticamente incorrecto, sino porque ocurrió cuando aún no habían estallado los escándalos de Laura Sarabia y Benedetti, por un lado, y de su hijo Nicolás por otro.
Hoy los mismos partidos que al principio se le acercaban zalameros en busca de ‘mermelada’, parecen dispuestos a despedazarlo a dentelladas secas y calientes, con base en una lógica de clara raigambre politiquera: no hay nada para ellos. Sumado a lo anterior, a los pocos pero muy poderosos medios corporativos de comunicación que aún quedan no les conviene que Petro haga realidad sus promesas de cambio, pues tales éxitos irían en contravía de sus intereses egoístas de acumulación de capital.
Mencioné desde el título a Gustavo Bolívar porque, si ha habido alguien con espíritu autocrítico al lado del presidente Petro, y además con autoridad para hablarle al oído, es él. Y él ha dicho cosas muy importantes sobre el tema en cuestión.
Ha dicho, por ejemplo, que “el país está bajo manipulación. Si el presidente Petro no mejora las comunicaciones, lo van a ahogar”. Y definió este como “el lunar gigante de la gestión”, y ya es hora de preguntar si fue escuchado. Si no ha sido así, más de una voz debería sumarse a la del inmolado excandidato a la alcaldía de Bogotá para pedir un timonazo frente a un problema de aparente fácil solución.
Fácil, sí, pues los resultados positivos comienzan a aparecer cuando se reconoce que algo está mal y la voluntad se encamina a resolverlo. En el caso que nos ocupa, se trata de reconocer que se le sigue presentando al Gobierno una seria dificultad para comunicar las cosas buenas y hacerlas creíbles.
Retomando por enésima vez a Bolívar, en columna para Cuarto de Hora dijo esto: “Las mentiras diarias, sumadas a unas comunicaciones incapaces de contrarrestar la muy eficiente estrategia de la derecha para desprestigiar al gobierno, han ido construyendo el relato de un “supuesto” mal gobierno, que estaría desilusionando a la gente”.
Lo ocurrido en días recientes con la cancelación de los Juegos Panamericanos es claro reflejo de esas “comunicaciones incapaces de contrarrestar”, pues pareciera no existir una instancia reactiva (distinta a la cuenta de X de nuestro presidente), atenta al manejo de cualquier crisis de imagen que se presente para actuar con prontitud en busca de impedir que el problema se crezca.
Hoy se repite contra Gustavo Petro el “asesinato de carácter” que hace ocho años le asestara al gobierno de Juan Manuel Santos la poderosa avalancha de propaganda negra de la extrema derecha que en el plebiscito de 2016 logró convencer a la mayoría de los votantes de que la ideología de género “camuflada” detrás del acuerdo de paz con las Farc iba a volver homosexuales a nuestros niños. Delirante, ¿no les parece?
Volviendo al tema inicial, si alguien tan cercano al presidente Petro como Gustavo Bolívar ha identificado un problema que requiere atención prioritaria, ¿qué se debe hacer? Mi humilde opinión es que deberían ponerlo al frente de la solución, no sé si como ministro de las TIC o como vocero de la Presidencia o como asesor estratégico, lo que sea, pero dándole un cargo que le permita construir una solución eficaz. Si hay alguien indicado y capacitado para emprender esta especie de reingeniería estratégica, es él.
Otra persona también cercana al presidente y recién nombrado gestor de paz, Yezid Arteta, en columna para El comején afirmaba que «hay que aceptar que no está bien cazar peleas de salón con periodistas, aunque digan mentiras. El gobierno debe nombrar, como en la Casa Blanca, un vocero oficial sobre los temas trascendentales y reorganizar las comunicaciones, para evitar mensajes contradictorios».
Mejor dicho, si yo fuera Petro le diría a Bolívar: “Su misión, si decide aceptarla, es coger por los cuernos el toro de las Comunicaciones para enderezarlo y orientarlo por una ruta que permita brindarle claridad al país sobre lo que está pasando, de modo que la gente deje de creerles a los medios que difunden pesimismo y entiendan lo que hay detrás de tanta desinformación”.
Es algo que requiere pronta solución, en consonancia con una columna de Julio César Londoño que he citado hasta el cansancio: “Sigo creyendo en los beneficios del proyecto de la Colombia Humana: a nadie, salvo a los buitres y a las funerarias, le conviene el fracaso de este Gobierno”.
Conviene aclarar que no he comentado el contenido de esta columna con Gustavo Bolívar ni le he preguntado qué piensa al respecto. Aquí solo se expresa el punto de vista de alguien preocupado por el estado de aparente inercia del Gobierno frente a un fenómeno que con el paso de los días parece salírsele de las manos. A quienes tenemos cierta veteranía o experiencia en asuntos de Comunicación Social quizá nos es permitido opinar, sustentados en el sano propósito de brindar aportes constructivos.
Ya para rematar, juzgo como un vulgar reacomodo político la arremetida de Agmeth Escaf contra el presidente Petro a raíz de la cancelación de los Juegos Panamericanos en Barranquilla (ver trino). Viniendo de un supuesto aliado, muestra el afán de alguien que sabe que ya no logrará hacerse reelegir congresista por el Pacto Histórico y ahora le hace ojitos al clan Char, de donde proviene. Patético. Aquí entre nos, el talante moral de este personaje ya había sido señalado en columna para El Espectador titulada Queríamos tanto a Nany. Allí se muestra cómo María Antonia Pardo acudió al tráfico de influencias para sacar de la cabeza de lista en Atlántico al prestigioso abogado Miguel Ángel del Río y meter al actor de farándula Agmeth Escaf, desde un cargo al que llegó luego de haber criticado a Petro y de haber apoyado en 2019 a Carlos Fernando Galán para la alcaldía de Bogotá».