En plena celebración del Día del Periodista y de manera tardía, el Estado colombiano pidió perdón al país, a los periodistas de El Espectador y a la familia de la víctima por el magnicidio de don Guillermo Cano Izasa, director del prestigioso y combativo periódico liberal.
La petición de perdón que hizo el ministro de Justicia, Néstor Osuna, llegó 38 años después de perpetrado el atroz crimen contra el periodismo independiente, la ética periodística y la vida digna de un agudo reportero comprometido, como pocos, con la búsqueda de la verdad. El verdugo: Pablo Emilio Escobar Gaviria, el más sanguinario asesino de la historia de Colombia. Sus cómplices: agentes estatales, una parte de la sociedad, empresarios corruptos, Luis Carlos Molina y la empresa Confirmesa, en la que figuraba Álvaro Uribe como miembro principal de su junta directiva.
El ruego de perdón de Osuna sonó sincero y sentido, hecho que hace pensar que no se trató de una simple ceremonia en cumplimiento de una orden de la CIDH. Por el contrario, el país entendió que el encuentro constituye un compromiso para que la justicia siga ahondando en el esclarecimiento del crimen, hasta llegar a quienes desde el poder político coadyuvaron a que se perpetrara el magnicidio contra el único medio que se le “paró a Pablo Escobar” y a varios bandidos de cuello blanco.
Mientras que hubo periodistas como don Guillermo Cano, que no se dejaron amedrentar del cruel asesino antioqueño, otros hicieron parte de las nóminas de los carteles de Medellín y Cali: locutores, periodistas deportivos y judiciales fueron cooptados por las mafias de la época. Quizás desde allí viene la crisis de credibilidad del periodismo en Colombia.
Es tiempo de empezar a erosionar las narrativas que pusieron a Pablo Escobar a caminar después de muerto en gorras, camisetas, llaveros y series de televisión. Y la mejor forma de hacerlo es construir un relato lo suficientemente universal que ponga en el centro de la admiración social a periodistas con el talante de don Guillermo Cano.
Resulta excremental que haya una ruta turística para conocer de las fechorías y crímenes de Pablo Escobar, y no una que lleve a propios y extraños a conocer la férrea formación ética y moral de la familia periodística que se enfrentó a poderosos agentes económicos que, con la amenaza del retiro de la pauta publicitaria, quisieron evitar que se publicaran sus cochinas maniobras financieras.
@germanayalaosor