La tasa de interés de referencia llegó a estar por encima del 13% en Colombia, debido a la decisión del Banco de la República de tener una tasa alta para frenar el aumento de la inflación, la cual viene disminuyendo paulatinamente en los últimos meses de 13,3% hasta 8,4%, aún muy lejos de la meta del Emisor del 3% anual.
Esa tasa de interés alta hizo que se desincentivara el consumo y se redujeran los niveles de producción de los actores económicos, lo que también incidió en una disminución del déficit de cuenta corriente, al bajar considerablemente las importaciones de bienes y servicios. Sin embargo, los descensos no se han surtido a la velocidad esperada, sino que respondieron de manera muy lenta a las decisiones de política económica.
Ahora que la tasa de interés interbancaria decretada por el Banco de la República ha empezado a descender, lo que ocurrirá en el mercado es que las tasas de interés de la banca comercial también irán disminuyendo y las tasas de captación bajarán, lo que necesariamente incentivará ya no al ahorro sino al gasto.
Lo grave de esta situación es que si no hay una respuesta rápida por parte del sector productivo frente a las nuevas presiones de la demanda, se corre el riesgo de revertir la caída de la tasa de inflación.
Adicionalmente, fenómenos climáticos como el que se observa con El Niño, adicionado a la permanencia de conflictos internacionales que siguen generando escasez de ciertos productos en los mercados, hace que la perspectiva de una reducción mucho más rápida de la inflación no sea totalmente segura.
Por todo esto, las autoridades monetarias deben revisar con gran cautela sus decisiones de bajar o no la tasa interbancaria o de referencia.
El Fondo Monetario Internacional, en su última declaración durante una visita técnica a Colombia, alaba la manera cómo el Banco de la República ha manejado el tema de la inflación, pero sostiene que aún el mercado presenta serios riesgos, que podrían echar al traste con los avances registrados hasta el momento.
Debemos recordar que en 2021 y 2022 la economía creció 10,7% y 7,3%, respectivamente, muy por encima de lo que ocurrió con la mayoría de los países latinoamericanos, mostrando un rebote muy rápido y positivo luego de la crisis provocada en 2020 por la pandemia de la Covid 19.
Pero esos niveles de crecimiento eran insostenibles y la caída previsible. El 2023 cerró con un crecimiento de 0,6% de acuerdo con el DANE y se presume que para 2024 el comportamiento sea igualmente bastante limitado y apenas sí llegue al 1,3% anual.
La desaceleración del crecimiento de la economía se debió sustancialmente a una disminución de la demanda interna, empujada por la precaución de los diferentes actores económicos frente a las decisiones tomadas por las autoridades monetarias, en torno a la tasa de interés y las posibilidades de una recesión.
@humbertotobon