Un patán defendido por la camarilla del fútbol

El respaldo que le brindaron a Ramón Jesurún la Dimayor y los presidentes de los clubes del fútbol profesional constituye un hecho político y cultural que nos conecta inexorablemente con esa Colombia violenta, clasista y machista que nos cuesta proscribir, porque viene validada por agentes del poder económico y social acostumbrado a pasar por encima de aquellos a los que consideran seres insignificantes por los roles sociales que representan. Para el caso del lío judicial que enfrenta el dirigente deportivo en los Estados Unidos, se trata de los dos guardias de seguridad – entre ellos una mujer- que Ramón Jamil y Ramón Jesurún atacaron física y verbalmente.

La solidaridad expresada por las máximas cabezas de 36 clubes a la violenta reacción de Jesurún contra guardias de seguridad del estadio Hard Rock, bien se puede explicar desde esa tara civilizatoria consistente en la falta de respeto por el otro que dejaron ver los dos miembros de la familia Jesurún Franco, y fue la misma de los centenares de hinchas colombianos que se colaron al estadio, trepando tapias e ingresando por los ductos del aire acondicionado.

Esa cofradía de machos cabríos que maneja el fútbol colombiano hizo lo que se preveía que iban a hacer: respaldar sin ambages «a su admirado rey, al admirado macho uribista». Esos 36 presidentes de los clubes colombianos respaldaron el comunicado de prensa que firmó el propio presidente de la Federación Colombiana de Fútbol (FCF), en el que justificó su violenta y primaria reacción contra los dos funcionarios de la seguridad del señalado estadio, invocando el «instinto paternal».  Bien pudo el vicepresidente de la Conmebol, apelando al mismo instinto paternal, confrontar a su hijo y no secundarlo en su patanería y en la exposición pública de esos elementos que hacen parte, repito, de esa tara civilizatoria que permite que el mundo nos mire como un pueblo incivilizado, violento, primitivo y  acostumbrado a resolver las diferencias y los conflictos a las patadas, a los puños, a bala, o con la frase con la que se identifica el clasismo: «usted no sabe quién soy yo».

A la defensa que 36 dirigentes deportivos hicieron de la camorra protagonizada por el presidente de la FCF y vicepresidente de la Conmebol se  sumaron varios periodistas vedettes. Estos últimos le lavaron la imagen al encopetado reo. Por esa vía, la hermandad del fútbol o ese círculo de poder confirmaron que la tara civilizatoria es una realidad  y por lo tanto un identificador de aquello de ser colombiano.

Hay que esperar si ese mismo respaldo, a todas luces inconveniente desde el punto de vista cultural y civilizatorio, lo brindan los gerentes de las empresas que patrocinan el fútbol colombiano y a la propia FCF. Valdría la pena que los responsables de cuidar el buen nombre de las marcas que apoyan la gestión de Jesurún presionen la salida del presidente, por considerar que mancha la reputación de los sponsor. Eso sí, es una lástima que en Colombia los consumidores no estén en la capacidad o en el interés de organizarse para rechazar el respaldo tácito que los patrocinadores del fútbol colombiano le están brindando con su silencio cómplice al energúmeno y gañan presidente.

Adenda: convertido el protagonista en un meme, me pregunto si Jesurún es un agente naranja?

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