Por MARÍA TILA URIBE
Vladimir, me he devuelto en tu vida hasta el día en que Yolanda y Germán nos llamaron para contarnos a Francisco y a mí de tu nacimiento. Era nuestra costumbre festejar la llegada de hijos e hijas en esos tiempos en que vivíamos plenos de juventud. Tiempos duros de ahí en adelante, cuando la historia nos juntó tantas veces con tu papá, tus tíos y Susana; y a ustedes con nuestros hijos, como si fuéramos una sola familia.
Cuántos recuerdos, Vladimir, que vienen a veces con risas o con llanto, pero siempre con satisfacción, al ver que pudimos formarlos a ustedes como seres honestos, dignos, pensantes.
Otro salto que dan mis recuerdos son los de tu juventud, de muchacho estudioso, conmovido por la situación de desigualdad y pobreza que ibas conociendo, y preocupado por encontrar soluciones. Fue en esa época que te vimos, con Francisco y nuestros hijos Mauricio y Francisco, y nuestras hijas Esperanza y Pilar, junto a Nuestro Camilo, siguiéndolo, estudiándolo, admirándolo como el precursor del cristianismo revolucionario que fue.
Y viene otro recuerdo: tu trabajo alfabetizador en el que nos encontramos algunas veces en Nicaragua y muchas otra aquí en nuestro país. Escribíamos notas de las cosas que se decían en las mesas de trabajo y en los talleres donde hablabas, memorias que rompían el silencio poco a poco, memorias que no nos dejaron olvidar la cara de la guerra y que siempre venían acompañadas del deseo infinito de conocer la paz.
Vladi ¡Cuánto has aportado a la PAZ !¡Que comprometido camino que le mostraste a nuestra juventud, para acabar la guerra!!
Se que a mi voz se suman muchas otras de compañeras y compañeros de todas las edades que compartieron junto a ti luchas históricas: voces que vienen del mar, de la montaña, del agua, del río y la ciudad, son las voces del AMOR EFICAZ, al que le dedicaste tantos años de tu vida.
María Tila Uribe, con amor y en nombre de nuestra familia.
Bogotá, 21/07/24.