Los dos primeros años de Petro

Gobernar a Colombia es una de las tareas más difíciles para aquellos que sueñan con ser el (la) presidente de la República. Este país es ingobernable, por varias razones: la pobreza estructural en la que sobreviven millones de compatriotas y los truncos procesos civilizatorios derivados de esa condición; la incapacidad de sus élites para consolidar un proyecto de Nación en el que quepamos todos, y su insaciable avaricia, que terminó por impedir que el país alcanzara condiciones modernas de desarrollo; el naturalizado ethos mafioso, practicado y aceptado por el grueso de la sociedad; y finalmente, la ignorancia crasa sobre qué hacer con una prodigiosa biodiversidad  y una diversidad cultural que en lugar de asumirla como algo positivo, se entendió siempre como un problema y como una vergüenza, fruto  del clasismo y el racismo de la élite «blanca».

Bajo esas circunstancias, tardíamente llegó a la Casa de Nariño el primer presidente de izquierda, para tratar de cambiar circunstancias y costumbres, lo cual supuso meterse con los intereses de unos cuantos «intocables» que se acostumbraron a poner presidentes para imponerles su racionalidad económica, fincada en el perverso espíritu del neoliberalismo.

Inicio con los logros, esto es, con las acciones positivas del gobierno de Petro. Y luego expondré los desaciertos, muchos de estos compartidos con actores económicos, sociales y políticos a los que no les interesa cambiar al país.

LOGROS

El más importante acierto fue haber pulverizado el fantasma del «castrochavismo» con el que la derecha construyó la narrativa según la cual nos convertiríamos en Venezuela y el comunismo llevaría el país a la miseria. A dos años de su mandato Colombia sigue haciendo parte de la OEA, acoge las recetas (obligatorias) del FMI y del Banco Mundial (BM) y mantiene relaciones comerciales, diplomáticas y políticas con Estados Unidos. Esto supone estar instalados en las dinámicas propias del capitalismo salvaje. La economía va bien, aunque podría haber mejores indicadores si la Junta del Banco de la República no hubiese actuado con la exagerada y calculada cautela en el manejo de las tasas de interés.

Así las cosas, los candidatos del progresismo y la izquierda para el 2026 no tendrán que luchar contra ese miedo que la derecha inoculó en millones de colombianos desinformados e ingenuos que le siguen creyendo a empresas mediáticas como RCN y Caracol. Tan efectista fue la mentira, que aún hay gente que dice que a Colombia llegó el comunismo.

En cuanto a la lucha contra el narcotráfico, el logro más importante es haberle ganado el pulso a Estados Unidos en lo de seguir criminalizando al campesinado que sobrevive de la siembra de la coca. Los gringos entendieron que era mejor golpear a los empresarios de la cocaína y sacar de la ecuación a los campesinos que se ven obligados a sembrar la mata de coca. Si algo hicieron Gaviria y sus sucesores fue atacar al campesinado y arruinar el campo y la soberanía alimentaria.

Otro logro importante del gobierno es haber puesto a hablar al país de reforma agraria, del regreso del tren y haberle dado un giro político a la lucha contra el narcotráfico. Si bien no se logrado concretar la reforma agraria, revivió el sueño del campesinado organizado, lo cual se traduce en que las reclamaciones y la lucha agraria continúan. Las razones del «fracaso» agrario pasan por la avaricia y el carácter rentista de ganaderos, terratenientes y latifundistas que se oponen tanto a la industrialización del campo, a la posibilidad de hacer convivir el minifundio con el latifundio y a conservar los ecosistemas frágiles que hacen parte de la biodiversidad.

Haber compartido la responsabilidad de mejorar las vías terciarias y secundarias con las JAC constituye un hecho positivo, pese a la equivocada intervención del Consejo de Estado que terminó anulando los contratos de asociación, por las demandas y presiones de las firmas privadas de contratistas. Si el asunto de fondo era técnico (en la construcción de las placas huellas), bien pudieron acercarse al gobierno y a las JAC para brindar asesoría. Al final, el mejoramiento de la red de vías secundarias y terciarias beneficia a todos los colombianos que viven en veredas y corregimientos.

Otro acierto es el de haber puesto al país a hablar de transición energética, a pesar de las reticencias y de la no existencia de una institucionalidad suficiente para asumir con rigor y seriedad los procesos de transición derivados de esa apuesta medio ambiental. No será fácil lograrlo porque aún seguimos apegados a la idea de conseguir un desarrollo sostenible, cuando el camino que la actual crisis climática está determinando va en otro sentido.

Sin duda alguna, haber llegado al poder de la mano de una mujer afro como Francia Márquez, hizo que el país empezara a revisar lo que social y étnicamente se conoce como un racismo estructural. La narrativa antirracismo logrará consolidarse gracias a este gobierno. Eso sí, la vicepresidenta tiene la responsabilidad de acelerar las acciones simbólicas y las institucionales que hagan posible que los propios pueblos afros e indígenas asuman el control de sus territorios desde el orgullo, evitando que al interior de estos florezcan «capataces negros e indígenas» que erosionen sus procesos comunitarios.  

Un acierto más político es haber desnudado a la prensa uribizada que le sirvió por años al viejo régimen de poder. La gran prensa hegemónica fue confrontada por un presidente tuitero que desmintió a periodistas-estafetas, y pudo develar las intenciones de la prensa de deslegitimar su mandato.

DESACIERTOS

Haberse aliado con la clase política tradicional es quizás la mancha más grande con la que saldrá Petro de la Casa de Nariño. Al inicio buscó cogobernar con los viejos agentes del Establecimiento colombiano, pero salió mal el experimento. Pero mantuvo relaciones con políticos como Armando Benedetti, cuestionado moral y éticamente. La corrupción que afloró deja un mal sabor en un candidato presidencial que juró combatirla y que, siendo congresista, denunció los entramados criminales de más de un corrupto.

En términos comunicacionales, Petro no sabe comunicar porque concentra, pero sobre todo amarra el manejo de las acciones de gobierno a su imagen, a su enorme ego. Se suma a lo anterior que desconfía de los periodistas, incluso de aquellos cercanos a su causa. Tardíamente acudió a los medios alternativos, en medio de una muy bien organizada oposición mediática jamás vista en el país. Todos los medios hegemónicos se unieron para deslegitimarlo, y el presidente de la República sigue sin entender la importancia de tener un vocero de la Casa de Nariño para desmentir a la prensa afecta al viejo régimen.

Su manejo de la red X, aunque efectista por momentos, al final termina siendo negativo porque no ha sabido articular sus respuestas y la exposición de sus decisiones, con programas en radio, prensa y televisión y otros, que destacaran sus aciertos en política económica y social.

No haber logrado consolidar consensos políticos es un desacierto, que debe ser compartido con la clase política y empresarial del país. Las dos partes ideologizaron las relaciones, las diferencias y las apuestas institucionales. Petro los atacó en razón a su origen de clase, y del lado de la élite tradicional jamás le perdonaron el haberse levantado en armas contra el Estado, a pesar de haber sido indultado y de jugar con las reglas de la democracia. Quizás a Petro y a los empresarios, banqueros y demás les faltó grandeza para entender que lo primero es trazar los caminos para transformar al país. Y ello implica ceder poder, bajarle a la avaricia y proscribir el ethos mafioso que los miembros de la clase social, política, militar y empresarial validaron desde siempre, en particular desde 2002, con la llegada de Uribe al poder.   

Al final, el cambio prometido no ha llegado porque Petro lo vendió desde un carácter maximalista. Y cualquier otro candidato presidencial que lo prometa caerá en un engaño, porque al país nada lo podrá cambiar si no hay una revolución cultural que nos haga cambiar ese perverso ethos mafioso que guía nuestras vidas. Mientras no superemos la tara que encarna el uribismo, jamás avanzaremos como sociedad y Estado hacia estadios modernos y civilizados. Estaremos condenados a la corrupción y a matarnos entre nosotros.

@germanayalaosor

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