31 de agosto de 2024
Señor
Gabriel Gilinski
Reciba un cordial saludo.
Es para mi motivo de especial regocijo compartirle que hemos ganado el Premio de Periodismo Vallecaucano Gerardo Bedoya Borrero. Digo “hemos” por el reconocimiento que a usted le corresponde: la caricatura ganadora fue publicada en El País de Cali, medio de su propiedad y del cual fui caricaturista hasta el año pasado. Y le doy la noticia por este medio porque en el suyo no encontrará el registro de este acontecimiento, olvido que me preocupa, pues cada día se cierra más el espacio para la caricatura de opinión –una expresión del periodismo con arraigo y tradición en Colombia– .
En efecto, una prueba palmaria de lo anterior es que tanto el periódico El País como la revista Semana, medio también de su propiedad, deliberadamente han prescindido de las caricaturas políticas en sus páginas editoriales y sería muy interesante conocer el motivo. Uno se imagina que las caricaturas de opinión son una víctima inexorable del declive del negocio de los medios impresos, un gasto más que resulta prescindible. O que es el reflejo natural de la tendencia mundial, representada en mala hora por The New York Times cuando pontificó que las caricaturas eran una forma de opinión muy reactiva que iba a contracorriente de su estilo profundo y pausado y las sacó de sus páginas.
Disiento. Las caricaturas de opinión hacen parte de un corpus que es la prensa impresa. Su carencia en las páginas editoriales deja un vacío estético y conceptual tal que ninguna columna o editorial por bien escrito que esté puede llenar. Un periódico sin caricaturas es como una casa sin ventanas, que sigue siendo una casa, pero sin luz, color y vida: un aburrimiento. Una buena caricatura tiene la virtud de ser el compendio de una época, el retrato mordaz y certero de un instante, la radiografía de un momento político o social. Tiene la frescura que aporta un buen dibujo y la carga de profundidad de una opinión convertida en nocaut. Es tan ligera que puede trascender en el tiempo y tan pesada que puede llegar para quedarse en el imaginario colectivo por siempre.
Colombia desde tiempos remotos de la República ha sido un país pródigo en caricaturistas de opinión y hoy existe un ramillete de plumas nuevas y experimentadas. Invítelas a acompañarlo en su apuesta particular por mantener la vigencia de la prensa escrita.
Con sentimientos de consideración,
Mheo
Caricaturista de El Espectador