Por IVÁN GALLO *
En el 2017 cuando se estrenó la película Loving Pablo, la mayoría de colombianos mayores de cincuenta que habían visto a Virginia Vallejo en la televisión colombiana a comienzos de los ochenta, quedaron confundidos con la interpretación que hacía Penélope Cruz de la diva. Era deslenguada, ordinaria, barriobajera. Después se supo que la actriz española hizo su papel con desgano, sin ni siquiera haber investigado a fondo su personaje. Desde su gris apartamento en Miami Virginia Vallejo se desahogaba con los medios ofendida porque Penélope jamás la llamó, se preocupó por conocer la versión de los hechos y se supone que los actores de Hollywood son profesionales y no dejan nada al azar.
Vallejo tenía razón, la mujer que se ve en esa película no es Virginia Vallejo. Virginia era la sofisticada niña bien hija de un hacendado de Cartago, que estudió en el Anglo Colombian School-fundado por su tío paterno que además había sido embajador en Londres- que hablaba inglés con fluidez desde los 13 años y leía a Borges a los 20 y que le cabía el mundo en la cabeza. Periodistas respetados que la conocieron afirman que le apasionaba la política internacional. Por eso cubrió eventos históricos en lugares como Israel y Taiwan.
Tenía buenas fuentes como periodista. Era arriesgada, indomable. David Stivel, el célebre director de cine argentino que fue su primer esposo, se cansó de dormir en camas separadas y decidió pedir el divorcio. Ambiciosa, quería acercarse al fuego del poder. Se hizo novia de Aníbal Turbay, sobrino del expresidente Julio César Turbay y por él conoció a Pablo Escobar, durante el breve periodo donde fue Representante a la Cámara y uno de los hombres más ricos del país.
Eran los años ochenta muy pocos tenían Tele Cable, el resto de colombianos estaba encerrado con dos canales nacionales con apenas 12 horas de programación. Así que un noticiero podría tener perfectamente 50 puntos de rating. Ella era el rostro oficial del noticiero 24 horas, trabajó en películas, era modelo de marcas como Jolie de Vogue y de medias Ritchi. Había un comercial en donde ella mostraba sus piernas largas, elegantes. Fue la única periodista colombiana que cubrió la boda del siglo: la que sostuvieron Lady Diana y el príncipe Carlos. Y una tarde, en Nápoles, al lado de su novio, el yuppie sobrino del presidente, Pablo Escobar intentó impresionarla. Y lo logró.
Muchos años después ella misma confesaría cómo era convertirse en una verdadera muñeca de la mafia: pasar toda una tarde de compras en Roma, en plena Via Condotti, gastándose 300 mil dólares de la época en joyas, estar un otoño en Nueva York, ir a la Quinta Avenida y gastarse 100 mil dólares en trajes que nunca se pondría. Viajes, escapadas a islas, orquídeas. Ramilletes de orquídeas. Al principio Pablo Escobar la contrató para que le enseñara a hablar mejor. Cada vez se hacía más público, aparecía en tarimas, inaugurando canchas, barrios, dando discursos. Virginia, con su voz engolada, representaba todo lo que era en la época ser un buen orador.
Luego se enamoraron. Escobar tenía planes, quería hacer un canal propio y que Virginia lo dirigiera. Un canal a su medida. El romance se cortó cuando en abril de 1984 Pablo Escobar mandó a asesinar al entonces ministro de justicia Rodrigo Lara Bonilla. Desde ahí el capo pasó a la clandestinidad. Virginia y Pablo Escobar se vieron por última vez en 1987.
Sobre esta pareja se ha escrito mucho, se han hecho películas, han existido líos judiciales. Virginia Vallejo pasó súbitamente de ser la mujer más deseada del país a una paria. Sus amores con Escobar terminaron chamuscándola. Ella ha sido la única periodista famosa a la que se le ha comprobado tener un romance con un narcotraficante y es el ejemplo de lo claro que puede salir acercarse tanto al poder.
Vive en Miami, en donde ha intentado recuperarse financieramente escribiendo libros tan exitosos como Amando a Pablo, odiando a Escobar, ha sido encarnada en el cine por Angie Cepeda y Penélope Cruz y tiene un fuerte resentimiento contra los expresidentes Álvaro Uribe -de la que se considera una víctima, una exiliada- y Juan Manuel Santos. Su nombre ha salido a relucir en los últimos días por los desmedidos ataques de Petro contra la prensa que le hace oposición. Ella ha sido la única muñeca de la mafia en grandes medios de comunicación de la que se tienen pruebas.
* Tomado de Pares.com.co, en alianza con El Unicornio