De eso tan Bueno no dan tanto

En nuestras ciudades todos pretenden ser dueños de las vías para transitar, para comerciar, para parquear, para conversar, para caminar por debajo del puente peatonal… Y aumenta el caos la gran cantidad de vehículos, duplicados por el “pico y placa”, que debiera ser “día y placa”, puesto que no es solo en hora pico, sino todo el día. Así, en nuevos y en usados, una de las inquietudes del comprador (que el vendedor ofrece como alternativa) es el número de la placa. Antes se tenía un carro; ahora se tienen dos, para turnar. Y las calles siguen atiborradas.

¿Por qué la única opción de sobrevivencia y rebusque es la calle? Sea en una chaza o un taxi, público o particular, las calles se convirtieron en centro comercial, parqueadero (con cuidandero y todo), conversadero y arena de combate, que se mantiene llena por carros públicos y particulares y enjambres de motos que intentan remplazar la obligación pública del transporte colectivo. ¿Por qué no funciona el transporte masivo?, porque nuestra sociedad no lo ve como solución: sin transporte colectivo no hay que esperar diez minutos, ni apretujarse, ni cargar y cuidar paquetes, ni dar papaya para que lo roben, ni caminar dos cuadras, porque la moto o el taxi lo recogen en la habitación y lo descargan sobre el escritorio.

¿Qué podemos esperar si lo que se enseña en el hogar y en las instituciones educativas se basa, como la formación social y el principio de las religiones, en que “hay un dios que nos mira”, y no en que debemos portarnos bien y no cometer infracciones ni delitos porque hay un ser que nos vigila? La vigilancia se convirtió en la única alternativa, y como las infracciones no son pecado, pues se cometen, porque nadie está mirando, o a tal hora pueden manejar jinchos de la perra porque los alféreces ya se durmieron. Y encima de todo, nuestra educación cívica manda que “el vivo vive del bobo” y que “no hay que dar papaya”.

Por eso, todo el mundo a la calle, con su propia ley, con sus propias condiciones, y al que no le guste, que se aguante el insulto y la agresión, que sin alguien que vigile ni “un dios que nos mira”, la que manda es la anarquía.

Y frente a todo este caos, que pudiera comenzar a arreglarse con verdadera educación cívica, en casa y en el colegio, y con la capacitación de conductores y peatones, apareció una golondrina, y tuvimos a un director de Tránsito Bueno, con criterios propios muy bien definidos; pero se lo llevó por delante la corriente de lo burocrático y lo politiquero. Así que, ahora, a quejarse al mono de la pila.

@PunoArdila

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