Por RUBÉN DARÍO CÁRDENAS*
“La resistencia es como el agua: cuando se la intenta estancar, ocultar, canalizar o arrasar, tarde o temprano regresa para decir que jamás se ha ido.” Juan David Correa, ministro de Cultura
El anuncio del ministro de Cultura, Juan David Correa, de iniciar el proceso formal para declarar Patrimonio Nacional el Monumento a la Resistencia en Puerto Rellena (Cali), reavivó la polémica y los desencuentros que persisten en la sociedad caleña: lo que los sectores populares y progresistas ven como un recordatorio y un homenaje a los líderes de las protestas del estallido social, otros lo ven como un símbolo divisorio y hostil.
Para julio de 2021, en plena efervescencia social y durante el derribamiento de estatuas, propuse estos elementos de análisis, y hoy, tres años después, considero que cobran mayor validez: no podemos olvidar la trascendencia de lo ocurrido en nuestro país durante en el Paro Nacional. No se trató únicamente de la caída de las estatuas de Belalcázar, Jiménez de Quesada, y Cristóbal Colón en Cali, Bogotá y Barranquilla. Detrás de estos actos se expresó un ímpetu social que no se sentía representado por estos pedestales de bronce y, por el contrario, reclamaba una relectura de los hechos históricos que llevaron a su encumbramiento. Con el desmonte de estos monumentos, lo que se buscaba era visibilizar a esos otros protagonistas que no solo fueron sus oponentes y sus víctimas, sino que también son fundadores de nuestra nacionalidad, nuestra cultura e identidad.
Más allá del juicio que en su momento hicieron las comunidades indígenas y afros; se pusieron de relieve las actitudes racistas y excluyentes que aún persisten en nuestras dinámicas sociales hacia los resguardos, las poblaciones de afrodescendientes, los miembros de la comunidad LGBTI y, en general, hacia todos los sectores vulnerables que viven en condición de pobreza.
Fue un grito colectivo que exteriorizaba el antiguo malestar de una población que no se siente reconocida en los símbolos y en los espacios de la ciudad, pues estos no representan en sí la esencia diversa y multicultural de Cali. “Efectivamente, en la ciudad no existen monumentos para la comunidad afro ni la indígena que tanto le han dado a una ciudad plural y multiétnica, por eso yo creo que sí faltan algunos movimientos arquitectónicos para visibilizar”. Expresó en su momento Leonardo Medina, subsecretario de Patrimonio, Bibliotecas e Infraestructura Cultural.
El alcalde de Cali, Alejandro Eder, ha manifestado que reconocer el Monumento a la Resistencia como un bien de interés cultural de la nación, sería profundizar las heridas sociales, truncando así la reconciliación de los caleños. Pienso que se trata de lo contrario. Este reconocimiento facilitaría el acuerdo, sería un paso y un requisito para lograr el restablecimiento de los lazos sociales que han sido truncados. Significaría un acto de aceptación por parte del Estado y de los sectores excluyentes y discriminativos hacia la legitimidad de las banderas ondeadas durante el Paro Nacional. Creo que mientras los jóvenes sigan siendo denominados vándalos por haber reclamado derechos amparados en la Constitución, la senda del tan esperado entendimiento permanecerá bloqueada. Lastimosamente, los defensores del orden y las jerarquías insisten en su radicalidad, expresando que “este no es un «monumento» es un adefesio que representa el terrorismo urbano” Allí está, nuevamente, la misma actitud de criminalización y represión de la protesta social que durante décadas nos ha condenado a la violencia y que ha impedido, no solo la reconciliación, sino también el avance hacia la paz, entendida, no como un orden impuesto y amordazante, sino como una expresión de la superación de las inequidades sociales.
No solo debe ocurrir así con el Monumento a la Resistencia. Todos los espacios públicos de la ciudad deben permitir el ejercicio pleno de la convivencia en equidad. Sus plazas han de convertirse en tribunas abiertas a la población afro e indígena y a sus diversas expresiones culturales, representantes legitimas de la caleñidad. Que la ciudad, en lugar de ser un espacio de conflicto, sea un ágora de diálogo y reconciliación.
Dejar solamente a Belalcázar como ícono de Cali sería desconocer los reclamos y el juicio histórico que han hecho las comunidades indígenas. El monumento debe estar acompañado de una efeméride que recuerde que “El 28 de abril de 2021, día en el que inició el Paro Nacional, la comunidad indígena del pueblo Misak derribó la estatua. El 16 de septiembre de 2020, en el morro de Tulcán, en Popayán, otra de sus estatuas corrió con la misma suerte. Ambas acciones son el resultado de un juicio realizado a Belalcázar por las comunidades indígenas, en el que se le imputan los siguientes delitos: genocidio, despojo y acaparamiento de tierras, desaparición física y cultural de los pueblos que hacían parte de la Confederación Pubenence, tortura por medio de técnicas de empalamiento y ataque con perros”.
La declaración como Patrimonio Nacional, del Monumento a la Resistencia de Cali, es una oportunidad que no puede ser dilapidada por sus dirigentes. Se trata de sanar el tejido social golpeado por unas narrativas históricas racistas y excluyentes. Por ello Sandra Borda, analista política, se pregunta: “Si convenimos en que la supremacía blanca es algo a extinguir, si ya prácticamente nadie la defiende, ¿por qué no vamos a tirar los símbolos que la encarnan, celebrando su caída en el espacio público? Todos los monumentos pueden ser objeto del escrutinio, y la reinterpretación histórica puede traerlos al presente en cualquier momento para resignificar imaginarios colectivos y construir tejido social. Tal como lo advierte el profesor David Blight, de la Universidad de Yale: “…tenemos derecho a debatir cómo queremos que nos represente nuestro paisaje conmemorativo público.”
El Monumento a la Resistencia es un capítulo de la historia de Cali, y es necesario visibilizarlo para que desde su pedestal se proyecte hacia el futuro la narración de esta lucha por el reconocimiento de su identidad mestiza, para vencer el olvido y prolongar su relato hacia las generaciones venideras, de modo que no pierdan los referentes de su pasado histórico ni de sí mismas.
Excelente articulo, …recuerdo una revista, que ya no lo es, en su caratula saco » Criadas y senoras», libro y pelicula que nos mostro la realidad de Colombia…» con la gente de bien…»