Pablo Beltrán, el segundo comandante del ELN, confirmó lo que ya se advertía: no firmará la paz con el gobierno de Gustavo Petro. Eso sí, cree necesario avanzar en los diálogos que sostienen con el actual gobierno. En los próximos días se reunirán las delegaciones del gobierno Petro y la del ELN en Venezuela para “descongelar” las conversaciones. Lo que deja claro Beltrán es que una posible firma de un armisticio que haga posible la paz territorial que demandan las comunidades afectadas por sus constantes paros armados y los enfrentamientos con otras estructuras narco mafiosas, queda aplazada hasta después del 7 de agosto de 2026. Esa advertencia de Beltrán suena a la tristemente célebre frase “nos vemos dentro de 10 mil muertos”.
El longevo “revolucionario” es una figura ortodoxa que, al defender sus ideas desde ese gélido e inmodificable escenario, lo llevaron, después de 50 años de lucha armada, a instalarse en el anacronismo propio de quienes saben que jamás podrán tomarse el poder a tiros, pero insisten en permanecer en armas porque jamás estarían dispuestos a aceptar que perdieron el tiempo al dedicar sus vidas a una lucha armada infructuosa.
Aquello de “firmar la paz con el próximo gobierno” suena más a estratagema política y militar para “ganar tiempo” y recuperar el liderazgo perdido y re adoctrinar a los jóvenes que recién entraron al ELN más con el afán de enriquecerse, que con la claridad ideológica de lo que significa en estos tiempos mantenerse levantados en armas contra el Estado. El mismo presidente Gustavo Petro ató la reciente lucha armada del ELN a las economías ilegales, circunstancia que por supuesto mina el carácter revolucionario con el que insisten permanecer. El apelativo de Grupo Armado Organizado (GAO) con el que los militares llaman al ELN se va ajustando a la realidad que soporta esa guerrilla hoy y que la aleja de esa condición “revolucionaria”.
En su retórica barata e insulsa Pablo Beltrán vuelve a jugar con la paz. En viejos titulares de prensa se puede constatar. El 24 de noviembre de 2021, en Colombia +20, se lee el siguiente titular: “Vamos a negociar con cualquiera que sea el próximo gobierno”: Pablo Beltrán.
Para abril de 2024, EL PAÍS de España tituló lo que bien se debió entender como una premonición: Pablo Beltrán, jefe del ELN: “La negociación con Petro es peor que con Uribe, Santos y Duque”. Más allá de si la presencia y negociación con los “Comuneros del Sur” responde a una treta del gobierno que a una escisión que socava la estructura elena, lo cierto es que no se firmará la paz en lo que le resta de tiempo al gobierno de Petro.
Y más atrás, en 2020, el mismo Beltrán en su ya insustancial narrativa señaló que “el momento que vive la sociedad colombiana es de una decisión irreversible de pasar la página de la guerra, ese es el punto que la sociedad colombiana ve».
Es posible que una parte de la sociedad colombiana esté dispuesta a pasar las páginas de la guerra fratricida en la que estamos inmersos por la megalomanía de los anacrónicos “revolucionarios” y por los intereses económicos de los agentes, civiles y militares, que se lucran del negocio de la guerra.
Sería recomendable a partir de hoy poner varios contadores en las principales plazas de Bolívar con el objetivo de ir sumando los muertos, civiles o guerrilleros, que se vayan presentando en el país por cuenta de las acciones criminales del ELN. Quizás estemos condenados a ver mesas de diálogo cada 10 mil muertos. Así las cosas, desde el casino de oficiales del cantón norte alguien ya gritó ¡Ajúa!
@germanayalaosor