Perfilar, cancelar y eliminar: un asunto cultural

El lenguaje del silencio, junto a los actos de habla suelen decir mucho de lo que somos como individuos y como sociedad que comparte unos mismos códigos lingüísticos. Para el caso colombiano dentro del colectivo social hay sectores de poder, incluido el de la prensa hegemónica, que arrastran una historia de inmorales silencios atados al interés de negar responsabilidades ético-políticas frente a hechos como los falsos positivos, la corrupción en las altas esferas de la República oligárquica, las crisis climáticas generadas por un desarrollo económico insostenible. Más recientemente, frente a los restos humanos encontrados en La Escombrera, fosa común en la que según informes oficiales inhumaron cientos de cuerpos de jóvenes durante la Operación Orión, en los tiempos del temida y holocaustico régimen de la Seguridad Democrática de Álvaro Uribe Vélez.

Con la negación de esas responsabilidades los mutismos de todos los agentes sociales, políticos, mediáticos y económicos comprometidos suelen permitir que el resto de la sociedad los caracterice como inmorales y éticamente pérfidos. Los efectos sistémicos de esos atronadores silencios son evidentes y peligrosos por cuanto devienen asociados a las prácticas de un poder hegemónico cuyos principales líderes, voceros y exponentes están convencidos de su condición perenne por una razón fundamental: ya hacen parte de la cultura. Una vez instalados los mutismos y los crímenes contra la Naturaleza y la condición humana en la cultura es poco lo que se puede hacer. Ese es el caso de Colombia. Hay instalado en los imaginarios colectivos, pero en particular en la élite tradicional un ethos mafioso, criminal y sádico que los hace intolerantes a cualquier crítica o exposición pública de sus aberraciones y cómplices silencios, tal y como lo viene haciendo el presidente de la República.

Es en ese marco contextual se deben entender los perfilamientos de los que fue víctima una veintena de defensores del gobierno de Petro en la red X, convertida en un cruento escenario ideologizado donde el sicariato moral va y viene como práctica compartida entre los que se auto reconocen como petristas y aquellos protectores de las astucias, el ethos mafioso y los inquietantes silencios de los agentes de la República oligárquica que durante más de 50 años consolidaron a Colombia como un régimen afrentoso contra aquellos que se atrevieran a pensar distinto. Sería recomendable que desde los dos extremos le bajaran al tono pendenciero y a la violencia verbal que vienen usando en la red X.

Ese tipo de perfilamientos abre el camino para que de la violencia lingüística y simbólica se pase rápidamente a la violencia física y a la eliminación del adversario convertido previamente en un enemigo cuya vida se considera inútil, contra natura y perjudicial para la prolongación en el tiempo de esa tradición que dicta quiénes hacen parte del selecto grupo de la élite dominante y quienes seguirán haciendo parte de la amplia comunidad de los sometidos o subordinados.

La llegada de Gustavo Petro a la presidencia de la República y sus peleas con algunos agentes de la oligarquía despertaron a cientos de miles de colombianos que sienten que están en todo el derecho de expresar su admiración por el exguerrillero, excongresista y exalcalde de Bogotá, y defender su obra de gobierno, inmersos en el pozo séptico de las redes sociales. Quienes creen que ello es posible o necesario, parecen olvidar que operan en el país escuelas de sicarios derivadas de la paz mal hecha con los paramilitares. Sus más aventajados alumnos están prestos a que alguien les dé la orden desde un frío escritorio para empezar a desaparecer a los perfilados o ejercer sobre estos “limpieza social”, como ocurrió años atrás en el marco de la Operación Orión en la Comuna 13 de Medellín.

Terminar los días en una sala funeraria por defender a Petro o las ideas progresistas sería la lamentable constatación de que asesinar al que piensa diferente sigue haciendo parte de una cultura todavía sádica y fascista. 

ADENDA: Dentro de las curiosidades lingüísticas encontramos que Perfilar se escribe con P de Paramilitares, Parqueadero, Padilla, Preso, Perseguidos, Patrón, Pereque, Paz, Pillos, Putrefacto, Pánfilos, Patria y Patrioterismo.

@germanayalaosor

* Foto de portada, tomada de El Espectador

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