El primer ferrocarril que se construyó en Colombia fue el de Panamá, con base en la primera ley de concesiones ferrocarrileras expedida por el Congreso, para unir a los océanos Atlántico y Pacífico. La construcción del anhelado tramo se llevó a cabo entre 1.850 y 1.855, financiado por capital privado norteamericano.
En 1865, se inició una serie de líneas de ferrocarril en el interior del país, pero, como si fuera un augurio de las obras futuras, sufrieron un calvario de contratos fallidos, pleitos, obras destruidas, financiaciones onerosas, errores técnicos, tardanzas inexplicables, corrupción, ingenuidad de los negociadores y vacíos jurídicos.
Siglo y medio después, las cosas no han cambiado mucho, pues los colombianos no hemos logrado construir en todo este tiempo lo que los norteamericanos construyeron en 10 años de existencia del tren. En este contexto, suena a fantasía (¿o embeleco?) que se quiera construir un hyperloop que una a Bogotá con Medellín.
El hyperloop diseñado por el empresario Elon Musk (cofundador de PayPal, fundador de Space X y de Tesla) es un sistema de transporte que consiste en un tubo a baja presión por el que se lanzan cápsulas impulsadas magnéticamente, las cuales son sostenidas por un colchón de aire que viaja a una velocidad superior a los 1.200 Km/h, casi la del sonido.
Se calcula que el trayecto entre Los Ángeles y San Francisco, de unos 610 Km, podría hacerse en 43 minutos. El precio del tiquete sería de 20 dólares. El viaje en auto se hace en seis horas y en avión es de una hora con 20 minutos.
Los pasajeros del hyperloop, que funcionaría con energía solar, irían sentados en cabinas y experimentarían una fuerza ligeramente superior a la de la gravedad, viviendo así una experiencia similar a la de viajar en avión.
En Colombia la idea partió de Mi Águila, firma que hace parte de un grupo empresarial que trabaja para desarrollar esta iniciativa de infraestructura. Bruno Ocampo, CEO de dicha compañía, le dijo a El Espectador que este proyecto, que uniría a las dos principales ciudades del país, podría costar unos 3,6 billones de dólares y demoraría de cinco a diez años para operar. (Vea el artículo aquí).
La idea suena a ciencia ficción, en un país donde los grandes proyectos de infraestructura siempre han sido un dolor de cabeza o un largo camino lleno de obstáculos. Están desde los que son una quimera, como el canal interoceánico Atrato-Truandó; o los interminables como el túnel de la Línea (que al parecer se inaugura este año), o los frustrantes como el de la vía al Llano y los puentes que se caen, y los acogidos por la corrupción de Odebrecht, como la Ruta del Sol.
Ocampo en la entrevista citada aseguró que la historia sería diferente, porque para la construcción de los túneles se contaría con la empresa The Boring Company, asociada a Elon Musk. Sea como fuere, teniendo en cuenta la topografía de nuestro país, se estaría uniendo a dos ciudades ubicadas en cordilleras diferentes. Esto conlleva otro reto, la altitud: mientras que San Francisco y Los Ángeles se encuentran al mismo nivel, aquí se pasaría de una ciudad ubicada 2.600 metros (Bogotá) a otra sobre los 1.500 metros (Medellín).
Por lo pronto se prevé que la participación en este proyecto será público-privada y, cuando finalicen la fase de estudios de prefactibilidad, los emprendedores buscarán un acercamiento con el Gobierno, para exponerle la idea.
Se calcula que un pasaje en hyperloop entre Bogotá y Medellín costaría entre 150.000 y 200.000 pesos.
Por ahora, sin contar el fracaso de otras grandes obras en Colombia, es de esperar que este proyecto no sea un embeleco igual al que vivió una ciudad llamada Springfield con un Monorriel que fracasó el día de su inauguración.