Alguna vez el exalcalde de Bogotá, Luis Eduardo Garzón, dijo: “No quiero ser vicepresidente porque tiene más poder un alcalde de pueblo”. La frase resume la utilidad del cargo, que no sirve ni siquiera como trampolín para la presidencia.
Solo hay que recordar algunos de los políticos sido elegidos en este cargo, para demostrar su inoperancia e intrascendencia. El vice de Álvaro Uribe fue Francisco Santos; los de Ernesto Samper fueron Humberto de la Calle y Carlos Lemos Simmonds; los de Juan Manuel Santos fueron Angelino Garzón, Germán Vargas Lleras y Óscar Naranjo. El de Andrés Pastrana… ¿alguien se acuerda quién fue vicepresidente el de Pastrana?
El único que tuvo la ‘palomita’ de sentarse en la silla presidencial fue Carlos Lemos Simmonds, quien ejerció como mandatario por poco más de una semana debido a una enfermedad de Samper. Esto ocasionó gran controversia, pues por esos nueve días Lemos se quedó con una pensión igual a la que reciben los expresidentes colombianos.
En este caso Lemos le encontró una gran utilidad a la vicepresidencia, que según la Constitución del 91 debe reemplazar al presidente en sus faltas temporales y absolutas.
La vicepresidente Marta Lucía Ramírez gana más que cualquier ministro, su asignación es de 25’811.560 pesos, mientras que un ministro no alcanza a ganar los 20 millones. Y hasta ahora, por lo que se ha visto, la función de Ramírez es hacer presencia muda (si habla de pronto la embarra) mientras Duque hace algún pronunciamiento.
Hasta ahora, ninguno de los vices ha llegado a ocupar el primer cargo del país y su paso por este puesto dejó escasa huella. Es cierto que en la última elección presidencial hubo dos candidatos que fueron vices (Germán Vargas Lleras y Humberto de la Calle), pero solo les sirvió para ganarle al aspirante que quedó de último en el escrutinio: un tal Jorge Antonio Trujillo. A Humberto de la Calle ni siquiera le sirvió haber liderado el proceso de paz con las Farc.
En cuanto a Germán Vargas Lleras, sí le sacó el jugo a su puesto como vicepresidente, pues comenzó de manera temprana su camino a la presidencia asistiendo a todas las inauguraciones de obras que había en la agenda del Gobierno, pero su estrategia lo llevó a un rotundo fracaso.
Francisco Santos puso en una encrucijada a los colombianos, pues habría sido su remplazo si llegaba a faltar Uribe, y no sabemos si eso hubiera sido ser peor que lo que ya le sucedió al país. En la actualidad es el actual embajador de Colombia en Estados Unidos.
Por este mismo motivo, con un cargo que carece de ejecución y de funciones precisas, no deja de sorprender que le nombren una “alta consejería”, lo cual suena a más a burocracia, a llenar cuotas políticas y creación de cargos inútiles para apoyar algo que se ha demostrado no sirve para nada.
Ante tan inocuo panorama, sería prudente volver a la figura del Designado: un ministro puede tener este cargo, ejercer con propiedad un cargo y reemplazar al presidente cuando se necesite. El último Designado fue Juan Manuel Santos, quien lo seguía siendo cuando culminó el período de César Gaviria Trujillo.
Con un Designado Colombia se ahorraría el salario del vicepresidente, el de sus altos o bajos consejeros y los temas administrativos de su despacho. Si se acabara la vicepresidencia, Marta Lucia tendría que quedar “atenida” a un ministerio o a una embajada.
Y bueno, si a estas alturas usted todavía no ha recordado quién fue el vicepresidente de Andrés Pastrana, tranquilos, es apenas excusable que no recuerde algo de una presidencia que pasó sin pena ni gloria, y cuya mayor remembranza en cuatro años fue una silla vacía.
Ya para terminar, no lo vamos a dejar con la incertidumbre: el vicepresidente de Pastrana fue Gustavo Adolfo Bell Lemus. ¿Verdad que no sabía…?