Por GERMÁN AYALA OSORIO
El gobierno de Iván Duque se viene consolidando como un régimen de Mano Dura, que oscila entre los tenebrosos días de la administración de Julio César Turbay Ayala (1978-1982) y los tétricos, macabros y mortuorios años del gobierno de Álvaro Uribe Vélez (2002-2010). Estamos, en perspectiva sistémica, en una democracia iliberal, en la que las prácticas y los discursos autoritarios y fascistas se hacen cada más fuertes y evidentes. Y lo que es peor, se están naturalizando con inusitada fuerza, gracias al concurso de la prensa y a los periodistas afectos al “uribismo” y a las fuerzas corporativas (gremiales) que usaron a Uribe y se aprovecharon de ser una invención mediática, para entronizar el modelo económico neoliberal y afianzar la fractura de la sociedad, por la vía del individualismo y el enfrentamiento de clases que parece agravarse con el paso del tiempo. Élites que devienen, por supuesto, con un espíritu y un carácter rentista y por lo tanto, precapitalista.
Esas circunstancias convienen que se extiendan en virtud de los intereses mezquinos de una élite empresarial y política que logró fusionar no solo sus intereses, sino poner a su servicio al sentido de la Política, convertida, como nunca, en un simple apéndice de la economía y del mercado. En palabras de Pepe Mujica, La política, eterna madre del acontecer humano, quedó engrillada a la economía y al Mercado.
Por ese camino, Iván Duque Márquez pasará a la historia como un simple peón de Uribe y del banquero Sarmiento Angulo, amo y dueño del país. Los últimos acontecimientos relacionados con hechos y actuaciones de miembros de la fuerza pública (Policías y militares), dan cuenta del régimen iliberal por el que siempre apostó Uribe y quienes desde el Establecimiento, lo secundaron en su objetivo estratégico de <<disciplinar>> a los colombianos a través de la implementación de la Política de Seguridad Democrática. Política de Seguridad más pensada en someter, perseguir, desaparecer y estigmatizar a todos aquellos que se atrevieron a exigir la profundización de la democracia en la perspectiva de Chantal Mouffe, que en brindar garantías, por ejemplo, a la protesta social.
El fallo de la Corte de Suprema de Justicia a través del cual se ordena al ministro de la Defensa a pedir perdón a las víctimas de los desafueros y crímenes cometidos por miembros del ESMAD y de la Policía Nacional, en el contexto de manifestaciones sociales amparadas en la Constitución Política, está sustentado en una revisión minuciosa de hechos delictivos y abusos de autoridad cometidos por miembros de la Policía Nacional. Esas arbitrariedades tienen un evidente anclaje con el régimen iliberal con el que siempre soñó el hoy Reo 1087985. Comparto lo que señala Sara Tufano en reciente columna, al decir que a lo que le apunta Uribe es a destruir la democracia y por ese camino, a implementar un régimen dictatorial.
Al proceso de desinstitucionalización que orienta Duque, siguiendo instrucciones del caballista, hacendado y expresidente antioqueño se le debe sumar el papel cada vez más definitivo de las Fuerzas Armadas. Es de tal magnitud el poder político que vienen atesorando los militares, activos y retirados, que bien podemos indicar que la democracia colombiana se sostiene, cada vez más, por la inercia electoral y por el soporte armado que brindan, en particular, el Ejército y la Policía Nacional.
Alimentar y extender en el tiempo sentimientos de desolación, desesperanza, miedo e incertidumbre hace parte del guión de los regímenes iliberales. Y para el caso, Iván Duque, guiado y presionado por el Centro Democrático, viene siguiendo con visible y auténtica disciplina ideológica. Hacer invivible el campo y la ruralidad es el principal objetivo del régimen iliberal de Duque, porque los ojos de los latifundistas y ganaderos están puestos en esa Colombia profunda, la misma que necesitan abandonada y sin grupos que se resistan al proceso de dominación cultural y ambiental que siempre inspiró al ganadero antioqueño que sigue perjudicando el presente y el futuro de gran parte de la sociedad colombiana.
Por todo lo anterior, Duque se está ganando ya un lugar en la historia política de Colombia. Ya le falta poco, menos de dos años, para convertirse en un Gran Iliberal.