Por HUMBERTO TOBÓN*
Muchos ciudadanos y organizaciones presionan A los gobiernos para que no se decreten más confinamientos obligatorios. Reclaman que no se les puede seguir coartando la libertad de movilización. Argumentan que cada individuo se debe cuidar y, si no lo hace, que asuma las consecuencias, incluso con su propia vida. Sucede en Múnich, Paris, Madrid, Nueva York, Sao Pablo, México D.F., Lima y Bogotá.
varios gobiernos han cedido a esas presiones y han relajado las medidas de control y protección. La gente está libre en las calles, sin usar adecuadamente los elementos de bioseguridad y sin el distanciamiento social. Pareciera que ya no hay peligro y que la normalidad llegó definitivamente, a pesar de la contundencia de las cifras de contagiados y de muertos.
La discusión de fondo es la libertad individual, este es un punto sustancial que se debe tener en cuenta, por supuesto, pero no es el más importante. El aspecto esencial es la protección de la vida y ahí es donde debe actuar, sin miramientos, el Estado. El problema no son unas personas que quieren salir a la calle y correr el riesgo de infectarse, el verdadero problema radica en que esas personas son potencialmente focos de contaminación y, por tanto, deben ser controladas, para evitar que la sociedad sufra las consecuencias de sus malas e irresponsables decisiones.
El Estado está para protegernos. Esto hace parte del pacto social que firmamos los ciudadanos. El Estado tiene las herramientas jurídicas y el monopolio de la fuerza para garantizar la integridad de sus asociados. Las autoridades actúan irresponsablemente cuando permiten que unos individuos o unas organizaciones, en defensa de sus intereses particulares, ponen en riesgo a la comunidad.
Esos descuidos gubernamentales se pagan caro, no sólo con vidas humanas, sino también en el ahondamiento de la crisis económica, precisamente el argumento que esgrimieron para relajar todo tipo de medidas de protección.
Tenemos la posibilidad de echarle una mirada a lo que está aconteciendo en el mundo. Madrid y otras ciudades españolas como Cataluña, Andalucía, Castilla León y Castilla La Mancha, permitieron desde junio regresar a la normalidad. Los bares y restaurantes se llenaron, al igual que las playas y los centros comerciales.
Había felicidad por haber recuperado la libertad. Sin embargo, no todo era color de rosa. La economía no evidenciaba la recuperación que esperaban, el desempleo no cedió y un nuevo brote de contagios se empezó a asomar, las UCI se llenaron y las muertes crecieron. El gobierno central tuvo que tomar la decisión de decretar el estado de alarma en la comunidad de Madrid, lo que significa que la aísla del resto del mundo. El daño será terriblemente más alto que el del comienzo para esta capital.
Italia aceptó que la curva de contagios se disparó en las últimas dos semanas. Polonia reporta las cifras más altas de contagiados de Covid desde el inicio de la pandemia. El gobierno inglés anunció medidas “difíciles” ante el aumento de casos en el rebrote. Alemania está en alerta por masivos casos diarios de coronavirus. Los contagios en Francia se salieron de control. Y qué tal la crítica situación que se observa en gran parte de Estados Unidos.
Antes de iniciarse los rebrotes, España preveía ver caer su economía el 13% e Italia el 10% en 2020. Hoy esas cifras entran en revisión al alza. Y el desempleo seguirá avanzando dolorosamente, para millones de personas. ¿Cuándo habrá una recuperación? Nadie tiene la respuesta. En agosto pasado se pensaba en Europa que todo volvería a la normalidad en 2022. En este mes de octubre, sólo existe incertidumbre.
*Estos conceptos no comprometen a la Región Administrativa y de Planificación del Eje Cafetero, entidad para que trabajo como Subgerente de Planeación.