Vivimos un tiempo esperanzador, estamos encontrando un lenguaje cultural para protestar: a través de la sinfónica en el parque de los hippies, de los cacerolazos que se han vuelto fiestas, de las convocatorias con tambores, de la marcha misma.
Nos estamos expresando de una manera en la que mostramos lo diversos que somos, creando diálogos, espacios. La cultura se ha tomado el modo de hacer cuestionamientos. Eso es un cambio muy importante, no habíamos vivido esto desde la Constitución del 91.
Les recuerdo que ya hicimos un proceso precioso que fue la Séptima Papeleta, para cambiar una Constitución anacrónica. La Constitución del 91 es pluriétnica, multicultural, nos dio el reconocimiento de la diversidad.
En el caso de Chile, lo máximo que ellos pueden hacer es crear una constitución nueva, porque la que tienen fue hecha durante la dictadura de Pinochet. La nuestra es una Constitución muy democrática, hay es que aplicarla.
Pero el asunto es que hay una serie de elementos importantes: Volvimos a hablar del proceso de paz, estamos hablando de pensiones, de la vida, de los líderes indígenas, se está hablando de lo que son verdaderos temas de debate de una nación. Y lo estamos haciendo con música, con arte, con cultura, expresada por diversos colectivos humanos.
Las universidades y la ciencia se han pronunciado, muchos estamentos del conocimiento, de la vida y de la sociedad están empezando a escucharse. Un diálogo bien particular que no habíamos escuchado en mucho tiempo, porque habíamos tenido era guerras.
Rafael Uribe Uribe dijo tiempo después de atroz la Guerra de los Mil Días, que fue tan atroz, esperaba que fuera la última guerra que tendríamos. Y apenas empezaba el siglo. Luego hicimos un Frente Nacional para acabar un período de violencia de más de 300.000 muertos, y a continuación hicimos un proceso de paz para acabar con una guerra de 50 años.
Ahí tiene que haber una lección: no están funcionando las guerras. Para hacer valer nuestras voces, porque lo que nos traen son muertos, tristezas y tragedia. Y solucionar los problemas y los odios que nos dejan las guerras es otra pata que le sale al cojo, porque son más problemas de los que ya tenemos.
Estamos empezando a encontrar otra manera de narrarnos, de mostrarnos, de hablarnos. A las transformaciones y los cambios no hay que temerles, son parte de la sociedad, son parte de las nuevas generaciones, que llegan con nuevos discursos. Hay nuevas generaciones, gente que no tiene esa memoria de violencia, gente que tiene una memoria de música, de posibilidad y de utopía.
Lo que pasó en la última semana es increíble, diría que somos totalmente distintos a los que éramos hace ocho días. Estamos en pleno movimiento, como dice Bob Dylan: “uno no puede hablar cuando la rueda se está moviendo”. Es muy difícil hablar en pleno movimiento porque no hay elementos de distancia para analizar.
Estamos viviendo la historia de las nuevas generaciones con su música, con la sinfónica, con los científicos, con las universidades. Estamos redescubriendo la capacidad de hablar conjuntamente sin violencia de muchas cosas para decirnos. Ahora tenemos que escucharnos, porque hablamos más allá de las polarizaciones que tuvimos en el pasado.
Estamos escuchando voces de la guardia indígena, de los campesinos, de todos los componentes de esta diversa sociedad en la que vivimos, que por su diversidad es tan rica.
Es importante no caer en la trampa macabra de la xenofobia. Acabo de llegar de Europa del Este y he visto cómo la xenofobia llegó a los campos de concentración. La xenofobia es uno de los episodios más oscuros y más aterradores de la especie humana, es la manera fácil de abordar los problemas que no tenemos resueltos.
Con los venezolanos amor, abrazos, fraternidad son nuestros hermanos. Cada uno está viviendo lo suyo, tenemos es que tratarnos con respeto y con cariño, somos sus hermanos y ellos son nuestros hermanos. Nosotros no hubiéramos progresado sin Venezuela y ellos sin nosotros tampoco. Son dos historias y dos procesos distintos, pero somos pueblos hermanos, que estamos viviendo cada uno lo que toca vivir de la historia. Mano y abrazo para los venezolanos en este país siempre, como ellos nos lo han dado a nosotros.
Es un momento de fraternidad. Es momento de celebrar posibilidades creativas, artísticas y pacíficas, de solucionar problemas, de entender que la guerra no es la respuesta y que los discursos de odio no son un proyecto, no pueden serlo. Esta semana se ha transformado nuestro espíritu, se ha engrandecido nuestra alma, hemos visto una cantidad de rostros de nuestra historia que no habíamos tenido la oportunidad de ver antes.
Esta semana es una celebración histórica en Colombia.