Uuuy, despidos en Semana
sin agasajo ni whisky,
por cuenta de un tal Gilinski,
que de magnate se ufana.
Un López, de mala gana,
a la opinión poco acata,
y al vender metió la pata,
pues cambió la independencia,
por periodismo de ausencia,
y toneladas de plata.
Se fueron los que sabían
de periodismo decente,
de crítica independiente,
en su quehacer, día a día.
El nuevo dueño porfía
en imponer su visión
de noticiario lambón,
poco altivo, muy reptante,
como del poder amante,
en semana de pasión.
Pasión por la ultraderecha
muy plagada de intereses;
gran decana de dobleces,
sin equilibrio en las brechas.
Las relaciones estrechas
de la ambición, en atajo,
logró solita, de un tajo,
descarrilar la revista,
y de manera imprevista,
la echó a botes, loma abajo.
¿Fue negocio sin ribete?
Lo pensamos muy en serio;
que el dinero es mal juguete,
y que nunca los billetes
traen implícito el criterio.
Oiga, Semana querida,
-de independientes la voz-
su importancia fue vendida;
nos queda de despedida,
decir tristes «chao, adiós».
GERARDO MARTÍNEZ MARTÍNEZ