Vacunas: ¿incompetencia o corrupción?

Por PAME ROSALES

Lo que pasa en Colombia es de no creer. A veces quisiera desterrar para siempre ese parroquialismo consistente en pensar que en el país de uno pasan cosas extraordinarias, que no suceden en el resto del mundo, bien sea porque resultan demasiado buenas o demasiado malas. Pero qué va: aquí es imposible sustraerse a ese cliché. Lo digo por las cosas malas, claro está, y hoy en particular me refiero al asunto de las vacunas.

Vemos que a un presidente, extraviado en sus propias inexperiencia y pusilanimidad desde el primer día de su mandato, se le aparece la Virgen con esto de la pandemia. Pero no la virgen a la que él nos encomendó, sino otra: la Virgen de los Sofismas de Distracción. Y entonces aprovecha esa milagrosa oportunidad para rescatar de su ahogada administración… el sombrero. Decide entonces emprender una versión colombiana y aburrida del ‘Aló presidente’ de Chávez, el fallecido mandatario del país al que tenemos pavor de parecernos, y se aferra a ese diario telemagazín de frivolidades como si en su gobierno no existieran más frentes que atender, ni más problemas que arreglar.

En consecuencia, el país se le cae a pedazos en sus narices, mientras lo único que le interesa es posar de estrellita de rock y balbucir verdades a medias. O descarada publicidad política pagada con plata de los contribuyentes. Aparte de eso no vemos casi nada más en su intrascendente programa televisivo. Quizás sí: el conteo incesante y jactancioso de ‘recuperados’, como si lo hubiera sido gracias al Gobierno y no a sus propios sistemas inmunes, que en más del 80% de los casos son suficientes para resolver el problema.  Lo que no vemos en Prevención y Acción son los muertos que además del COVID dejan las desaforadas e impunes actividades de la delincuencia común y del crimen organizado.

«Ojalá nos hubiéramos convertido en una segunda Venezuela: seguiríamos padeciendo de los mismos males que allá, pero tendríamos claridad sobre las vacunas».

Está además el ministro de Salud, Fernando Ruiz, quien alardea de no dormir a causa de una supuesta y cacareada dedicación 7 por 24 al tema de la pandemia. No obstante, mientras en el planeta entero el proceso de vacunación avanza a ritmo de millones por día, en Colombia no se ha vacunado a una sola persona. Para colmo de males, ni siquiera se sabe si las vacunas ya fueron compradas, negociadas o siquiera solicitadas. La formidable avalancha de contradicciones es apabullante y cada día que pasa se pierden casi medio millar de vidas. Una situación entre abominable y vergonzosa.

Nadie lograría ser tan incompetente, así se lo propusiese con todas sus fuerzas. No es ni medianamente creíble que el presidente, que ha convertido el manejo de la pandemia en la única bandera de su gestión, y el ministro de Salud, que le ha dedicado más tiempo a buscar las vacunas que a administrar esa cara de no saber dónde está parado, sean tan inútiles como para no haber traído todavía a Colombia ni siquiera una mísera dosis.

¿Es verosímil que Nicolás Maduro esté ad portas de vacunar a los venezolanos con las 10 millones de dosis de la vacuna rusa Sputnik V, ya negociada, y nosotros a estas alturas de la pandemia no estemos seguros ni de cuál vacuna nos pondrán, ni cuándo, ni dónde, ni de quién, ni un carajo de nada?

Ojalá nos hubiéramos convertido en una segunda Venezuela: seguiríamos padeciendo de los mismos males que padecen allá, pero tendríamos claridad sobre las vacunas.

En síntesis: no me trago ese cuento de la torpeza infinita del presidente y del ministro. Nadie -repito- podría ser tan inepto, por más que lo intentara. Nadie podría llevar la desidia hasta el límite de convertirla en incompetencia criminal. Todos vimos cómo hace poco en 17 regiones del país se compraron pechugas de pollo destinadas a colegios públicos al escandaloso precio de hasta $40.000 la unidad. Y todos sabemos que en Colombia contratos de ese tipo son más habituales que excepcionales. Ojalá que todas estas demoras y contradicciones en torno a los contratos de las vacunas no se deban a que hacen parte de los habituales secretismos.

Porque entonces ya no estaríamos hablando de incompetencia, sino de corrupción criminal.

@samrosacruz

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