Por NITA CARO*
Les voy a hablar de lo que tuvo la familia de Holmes Trujillo, y de lo que «por protocolo» no tuvieron las familias que perdieron seres queridos por covid-19, y probablemente no tendrán los que faltan.
Comienzo con algunas frases que escucho a diario de las personas que acompaño en sus procesos de duelo:
- «Me llamaron a decirme que se había muerto y a los 15 días me llegó un cofre con unas cenizas que ni sé si son de ella».
- «Me lo entregaron embalado y no me dejaron verlo».
- «Tuve que enterrarla solo, sin que nadie de mi familia me acompañara».
- «No pudimos darle la despedida que se merecía».
- «Él quería ser enterrado, no quería que lo cremaran y no pudimos cumplir sus deseos, ni nos preguntaron, solo lo cremaron».
Estas frases se mantienen en el pensamiento de las personas por mucho tiempo, acompañados de una desolación muy profunda.
Los protocolos de covid-19 le han quitado a la gente uno de los pasos más importantes para asimilar y aceptar la muerte, los ritos funerarios que aportan:
1. Prueba de realidad: la muerte es una realidad que aunque la nombramos, comprenderla e integrarla es complejo. Con ella se pierde un vínculo y se fractura nuestra vida cotidiana. El rito fúnebre, cualquiera que sea, nos permite constatar esa muerte, hacerla real. Sin esto, la sensación de que «es un sueño» y de que «la persona va a volver» se mantiene mucho tiempo, así como el malestar psicológico, que es muy intenso.
2. Diferenciación vida/muerte: es en el funeral donde podemos diferenciar la muerte de quien se fue y la vida de los que quedamos. Esto es importante para asumir el hecho de que, si bien la vida se detiene un momento con la pérdida, también debe continuar. Es lo que nos permite darle continuidad a nuestra vida.
3. Apoyo social: en un funeral se encuentran familiares y amigos para dar condolencias y acompañar el dolor de quienes le sobreviven al fallecido. La muerte nos produce sensación de soledad y es aquí donde nos damos cuenta de las personas que nos apoyan y de lo valioso que era esa persona para el resto.
4. Permiso para llorar: la muerte es un tabú en lo cotidiano. Si lloramos en la oficina, las personas se incomodan. Es en el funeral donde tenemos esta «autorización» para estar tristes y expresarnos sin que nadie nos moleste ni nos reprima.
5. Reducir sentimientos de culpa: cuando una persona muere, los dolientes suelen sentir que están «en deuda» con esa persona. La ceremonia fúnebre permite homenajearlo y hacer un último esfuerzo por ese ser querido, permitiendo sentir que saldamos esa deuda.
6. Despedir: dar ese último adiós. Es un inicio del cierre del ciclo de nuestra experiencia con la persona que murió, que nos va a permitir continuar con la vida.
En resumen, una ceremonia fúnebre reúne casi todos los elementos necesarios del duelo: asimilación de la muerte, expresión emocional, apoyo social, diferenciación de esa muerte con nuestras vidas, homenajear y despedir.
La falta de todo esto incrementa el malestar psicológico, ligado naturalmente a la muerte, y pone en riesgo la salud mental de las personas, exponiéndolas a la vivencia de un duelo complicado.
¿Por qué la familia del que Carlos Holmes Trujillo sí tuvo todo esto y el resto no? Honestamente, no lo sé. La explicación de la figura de poder y los privilegios, para mí no es suficiente. A todos les han metido los protocolos, para que se aguanten estar en falta con su ser querido sin oportunidad de nada, sin aviso y sin protesta.
Yo estoy muy indignada pensando en las personas que acompaño. A los que no acompaño y aquí me leen, solo puedo enviarles un abrazo en la distancia. Estas brechas impuestas en la muerte, solo causan más dolor.
* Tomado de la cuenta de Twitter @NitaCaro. Nita es psicóloga y directora de la Organización Duelo Contigo – @duelocontigo http://duelocontigo.org
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