Por ALONSO OJEDA AWAD
Conocí al director de cine Sergio Cabrera en los años 89 y 90 del siglo pasado. Con Ramón Jimeno, Juan Manuel López Caballero y Salomón Kalmanovitz, entre otros, hacíamos esfuerzos por levantar la Revista Noventa, un medio de comunicación una visión de centro Izquierda, necesidad sentida desde siempre. La revista solo logró sobrevivir a las primeras tres ediciones, eran tiempos difíciles.
La primera sensación que tuve al conocer a Sergio, fue de una profunda empatía. Me contó que siendo muy joven también había estado en el levantamiento armado con el EPL, brazo armado del Partido Comunista Marxista Leninista, PC-ML. Yo le conté que muerto nuestro querido y recordado capellán universitario, el padre Camilo Torres Restrepo, había decidido seguir su ejemplo y me había vinculado al ELN en la serranía de San Lucas (Bolívar). Nuestra conversación cobró dinamismo, él había estado en un grupo guerrillero que se movió por los llanos del Tigre, un territorio del EPL que quedaba en los nacederos de los ríos Rayo y Anaparsí en las estribaciones del Paramillo. Qué coincidencia, le manifesté, yo estuve por esas regiones en el año de 1975-76 y conocí a un comandante campesino del EPL, de nombre Bayardo. Abrió los ojos cuando le di este nombre y remató diciendo: «Ese era el comandante del grupo en el que yo estaba».
Este episodio ocurrido hace más de 33 años en el apartamento de Ramón Jimeno, cuando los dos -Cabrera y Jimeno- escribían el guion de la famosa película La Estrategia del Caracol, sin duda la mejor película colombiana, ganadora del Festival Internacional de Cine de Berlín.
Traigo a colación esta anécdota porque acabo de leer el impresionante libro del escritor Juan Gabriel Vásquez titulado Volver la vista atrás, sobre la vida apasionante de Sergio Cabrera, de Fausto su padre, de su madre y de su hermana Marianella Cabrera.
En un texto de 475 páginas bellamente editado por Alfaguara, Vásquez nos conduce por el complejo laberinto de las vidas de los protagonistas. Comienza con la del padre de Sergio y la de su hermano, combatientes de la Guerra Civil Española contra el dictador Francisco Franco, quienes ante la derrota y perseguidos, deciden refugiarse primero en Francia y luego emigrar a América Latina, más concretamente a Colombia.
La vida de Sergio y su hermana Marianella transcurrió en medio de las dificultades y problemas de una militancia política y revolucionaria activa. Muy jóvenes son traslados a la China Continental, para estudiar a fondo el pensamiento marxista de Mao Tse Tung. Son momentos duros, vividos lejos de sus padres, solo teniendo el riguroso contacto con las estructuras políticas del Partido Comunista Chino. En Pekín conocen y viven en carne propia los dramáticos episodios de la Revolución Cultural, y se integran a las famosas legiones de los Guardias Rojos.
Las exigencias políticas y militares del momento los obligaron a regresar a Colombia, bajo las órdenes del Partido Comunista M.L. Y se incorporan al EPL, por la región del Urabá antioqueño. Había una presión política internacional y nacional para que los jóvenes asumieran compromisos con la lucha armada, pues la posibilidad real del triunfo de la revolución era indiscutible. Fantasma que comprometió hasta la muerte a muchos jóvenes en Colombia, y a lo largo y ancho de Latinoamérica. Su experiencia en las filas armadas fue muy trágica, llevándolo casi hasta la muerte, de la cual se libró milagrosamente.
La visión militarista y machista que primaba en las guerrillas, los llevó a un Replanteamiento, planteándose la salida inmediata de lo rural y viajar de nuevo a China, para reorientar el proyecto político y de vida maltrechos. Después de muchas peripecias llegan de nuevo a Pekín, donde Sergio se reencuentra con su padre y juntos tratan de ver cuál es la mejor orientación «en medio de tantas locuras», como lo definió su angustiada madre.
Por esos días, Sergio escribió en su diario: “En China no hay nada para mí, en Colombia tampoco. Ni siquiera he cumplido 24 años y ya me estoy preguntando para qué seguir viviendo”.
Caminando por las calles de Pekín cerca de la plaza de Tiananmén, entre banderas rojas y canciones revolucionarias un hombre se acercó a saludar a Fausto, su padre. Era un europeo, vestido a la usanza china. Después de la presentación de rigor, Fausto les explicó que ese hombre era Joris Ivens, el director de la mejor película hecha sobre la Guerra Civil: “Tierra de España”.
Este encuentro providencial cambió el rumbo de la vida de Sergio Cabrera y le abrió las puertas al fascinante mundo del cine, donde estaba su verdadera realización humana.