Por JORGE SENIOR
Una semana después del artículo de Pablo Correa en El Espectador y de múltiples pronunciamientos de asociaciones médicas, sociedades científicas y columnistas de El Espectador, El Tiempo, El Unicornio, El Heraldo y El País de España, la ministra Mabel Torres decidió emitir un escueto comunicado.
El problema es que su contenido se contradice con las afirmaciones anteriores de la ministra publicadas por Los Informantes y El Espectador, entre otros. Lo bueno es que abre el debate sobre un tema de fondo que resulta vital para la política científica: el control de calidad del conocimiento y los llamados “saberes ancestrales”.
Es pertinente separar dos niveles en la argumentación. Uno es el caso individual de la idoneidad de la investigadora Torres para ejercer el máximo cargo de la institucionalidad científica del país y otro es el debate epistemológico sobre la validación y la calidad del conocimiento generado por investigaciones en el marco del SNCTI (Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación).
Sobre el primer punto lo apropiado sería que una comisión seleccionada por Comités de Ética de la Investigación evaluara el caso de Mabel Torres para determinar si en su trayectoria hubo o no faltas al rigor de las buenas prácticas de la investigación científica. Creo que todos estamos de acuerdo en que el cargo de ministro de ciencia no puede ser ejercido por persona alguna que haya incurrido en malas prácticas, aunque “errar es humano”, pues socavaría la autoridad moral del ministerio para ser exigente en la calidad de la I+D+i. Por otro lado, el hecho de que Torres haya publicado pocos artículos o tenga un índice H bajo no constituye mayor problema para un cargo de gestión que lo que necesita es conocer la actividad científica por dentro y tener experiencia administrativa en proyectos, líneas y centros de CTI. El debate crítico está en el rigor y no en la cienciometría.
El segundo punto es más interesante. El comunicado de la ministra habla de “ciencia occidental”, “saberes ancestrales” y “multiplicidad de epistemologías”, sin aclarar ninguno de tales conceptos de dudosa validez. Semejante vocabulario es propio del denominado “pensamiento decolonial”, una corriente intelectual radical, derivada del posmodernismo académico y de viejas luchas anticoloniales que dice ser subversiva, anticapitalista y antisistémica. Esta corriente niega la universalidad y objetividad de la ciencia y cae en la vieja filosofía relativista. Así que el adjetivo “occidental” aplicado a la ciencia no es inane, tiene veneno. Es una manera de atacar y limitar retóricamente la validez de la ciencia.
El concepto de “saberes ancestrales” es tan laxo que no es posible debatirlo si no se le define. Nadie niega que hay conocimientos que sin ser científicos son válidos y útiles. A ese tipo de conocimientos se les llama “empíricos” y han sido la clave para que la especie humana esté en la actual posición de dominio del Sistema Tierra. Sin ir más lejos, la revolución industrial se hizo principalmente sobre conocimiento empírico y asimismo el inicio de la aviación hace poco más de un siglo. La ciencia es heredera directa del conocimiento empírico, pues parte de él y lo lleva a un nivel más riguroso y potente cuando es posible. Pero si hacemos un barrido por la infinidad de creencias que han existido en pueblos y culturas a lo largo y ancho del planeta y su historia, encontraremos que hay innumerables creencias falsas, así como puede haber muchas verdaderas, al menos parcialmente. La antigüedad de una creencia no es garantía de validez, la única manera de corroborarlo es poniéndola a prueba. Hay creencias falsas que perduran por milenios y se extienden ampliamente. De hecho, aún en las sociedades modernas predomina el pensamiento mágico religioso como muestra Steven Pinker, en su libro de 2018 “En defensa de la Ilustración”, con abundantes datos.
El vago concepto de “saber ancestral” asume como “saber” lo que en realidad es una creencia tradicional, un truco retórico que pretende evitar el cuestionamiento, la crítica, la puesta a prueba. Es una manera de darle estatus a una creencia apoyándose en la moda de la “corrección política” y los movimientos políticos y sociales identitarios. Pero la buena ciencia no come de presión política.
En conclusión, los “saberes ancestrales” -en realidad creencias tradicionales- pueden contener conocimiento empírico y también falsedades. La investigación científica puede partir de ellos y hacer las pruebas experimentales necesarias para destilar el contenido de verdad que puedan tener y optimizar su aplicación mediante desarrollo e innovación. Todo ello dentro del rigor ético y metodológico que exigen las buenas prácticas de I+D+i (punto central de la crítica a Torres). De aquí surge otro tipo de debate que tiene que ver con los derechos de propiedad intelectual, asunto complejo que no es factible tocar aquí sin extenderse en demasía.
Finalmente, si la ministra habla de “multiplicidad de epistemologías” debe precisar de qué está hablando exactamente. Para los no familiarizados con esta palabreja digamos que se refiere, nada menos, que al control de calidad del conocimiento. Si la investigación científica (o que pretende ser científica) no tiene un buen fundamento epistemológico el producto resultante será de mala calidad, probablemente engañoso. En vez de nuevo conocimiento lo que tendremos será confusa ignorancia o incluso peligrosas estafas, especialmente cuando se trata de temas de salud. ¿Estará la ministra defendiendo la epistemología del “todo vale” del filósofo Paul Feyerabend? ¿o está sustentando las difusas “epistemologías del sur” de Boaventura de Sousa Santos? Estos autores y otros de similares posiciones han sido fuertemente criticados desde la filosofía científica y desde ella estamos listos para el debate argumentado. (Ver artículo).
Sería magnífico que se amplificara mediáticamente la deliberación pública sobre este tema filosófico, ahora que está en el centro de la coyuntura generada por un nombramiento del gobierno que no consultó a la Academia Colombiana de Ciencias como había propuesto el senador Iván Agudelo, ponente del proyecto de ley de creación del Minciencia. “No hay mal que por bien no venga” dice la sabiduría ancestral.
Coda: la ministra menciona la “crisis actual”. ¿A cuál crisis se refiere? Al actual gobierno no le hemos escuchado reconocer una crisis.