Los secretos después del crimen de Álvaro Gómez

Por PUNO ARDILA

Leí de dos tirones el libro Los secretos del asesinato de Álvaro Gómez, de Jorge Gómez Pinilla, un documento de alto nivel: bien escrito, bien pensado, bien estructurado, bien fundamentado. Debe leerlo quien busque enterarse de muchas cositas de nuestro país, no solo alrededor de la muerte del líder conservador, sino de nuestra realidad.

No es recomendable para muchas personas de este país, tal vez la mitad de los votantes, porque el documento tiene pruebas contundentes que estas personas no van a querer creer; pruebas testimoniales y documentales que respaldan la tesis que señala a los culpables de la muerte de Gómez Hurtado, y cuáles eran los propósitos de quienes intervinieron en el crimen como autores intelectuales.

Qué están buscando esas personas que aparecen en las páginas de este libro, que nos remiten a una situación, absolutamente vigente, aunque hayan pasado casi tres décadas, mientras en este país gobiernen no los que deben gobernar, sino los que gobiernan detrás del Gobierno, desde organizaciones que —a las buenas o a las malas— hacen lo que quieren hacer. Y esto se deja entrever en las páginas de este libro, que hay que leer en dos pasadas.

Ahí, en sus páginas, están las respuestas a tantas preguntas que han surgido alrededor del hecho, y siguen apareciendo; pero —como les digo y les repito— hay quienes pueden tener las pruebas en frente, pero se niegan a aceptar la verdad. Que salgan tontos con ínfulas de analistas a repartir culpas sin conocer la verdad, es lo normal en este país; pero indigna que haya quien se adentre en los detalles de este crimen —presentados hasta la minucia en este libro— y así se niegue a aceptar la verdad. Y de unos y de otros abundan por estos lares.

Ahora, planteados los hechos y presentadas las pruebas, y a todas luces una verdad demostrada, quedan varios interrogantes, importantes, sorpresivos, desconcertantes:

«Hay quienes pueden tener las pruebas en frente, pero se niegan a aceptar la verdad».

¿Qué tienen que ver en los hechos los que acaban de salir en estos días a reivindicar un crimen, después de tanto tiempo?; ¿por qué no aparecen en ninguna de las innumerables pruebas recogidas por más de veinte años?; ¿tiene algo que ver el blindaje que les ofrece el acuerdo de paz?

¿Qué hacen estos nuevos “protagonistas”?; ¿qué es lo que pretenden? ¿Hay acaso un acuerdo especial entre este grupo y los que sí aparecen en las pruebas, tanto los perpetradores como los posibles beneficiarios a posteriori? Se puede pensar algo así por el hecho de que a los que salieron a cacarear el crimen no les va a pasar nada, por lo mencionado atrás, y es posible que —por fin, para los que están untados— el crimen se eche al olvido definitivamente.

Es difícil creer en protagonistas que aparecen ahora, pero que no habían aparecido en ningún momento de esta obra trágica, y salen a adjudicarse el crimen. Al tiempo, no es tan difícil entender cómo los familiares de la víctima pretenden que se declare el crimen de lesa humanidad o crimen de Estado, simplemente porque ello significaría una indemnización inmensa, a cuenta del erario (por supuesto); propósito que los ha llevado (a los familiares) incluso a defender a uno de los probados autores materiales del homicidio, con tal de torcer la dirección de los hechos.

Después del crimen, y después de tanto tiempo, tres hechos importantes aparecen de manera sospechosa: Uno, registrado en el libro, que la familia de Gómez Hurtado —de manera indignante, y avarienta, sin duda— defienda a convictos y recurra a lo que sea para —al parecer— sacarle plata al Estado. Otro, que se mencione a un personaje misterioso, que ni el mismo Frechette se atrevió a develar. Y otro, que la aparición de un grupo como nuevo actor en este escenario, que no había sido incluido en el libreto, deja entrever que del témpano de la verdad solo vemos un pedacito, y la verdad en este país solo se nos permite —como con este libro— cuando podemos contar con verdaderos profesionales del periodismo.

@PunoArdila

(Ampliado de Vanguardia)

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