Verdades que liberan

Por GERMÁN AYALA OSORIO

El Reconocimiento de Responsabilidades de Secuestro por parte de las Farc ante la JEP es, como evento y acontecimiento, un gran aporte a la construcción de esa verdad histórica que tanto necesita Colombia en un camino acertado hacia la reconciliación. Para la historia política del país quedará que el 23 de junio de 2021, en el marco de la Comisión de la Verdad, cuando comparecieron de manera voluntaria algunas víctimas de las Farc, entre ellas Ingrid Betancourt y varios de los entonces líderes de las Farc-Ep, para que estos últimos hicieran la solicitud de perdón, pero sobre todo para que escucharan los reclamos de aquellos que sufrieron la ignominia del secuestro.

«El encuentro entre víctimas y victimarios constituye un acontecimiento de especial valor político, pero sobre todo humanitario«.

Sin duda alguna, el encuentro entre víctimas y victimarios constituye un acontecimiento de especial valor político, pero sobre todo humanitario. Con él se buscó rescatar del discurso de los hasta ayer combatientes, ese sentido de humanidad que se debilitó cuando estos seres humanos decidieron ir a la guerra para defender nobles ideales, pero por cosas de la aviesa y compleja condición humana, esa lucha terminó convertida en patente de corso para violentar derechos y cometer crímenes de guerra y de lesa humanidad.

Este encuentro, sublime y doloroso, sirvió para ver a unos victimarios aún atrapados en el discurso político y en sus roles como combatientes. De ahí la dificultad para dejar salir la solicitud de perdón  o de cambiar la manera de llamar lo que posiblemente en el siempre mendaz discurso político-militar se pueda asumir como un error, cuando realmente constituye un crimen de lesa humanidad: el secuestro.

Con la amable exhortación del padre Francisco de Roux, el entonces aguerrido comandante del Secretariado de las Farc, Rodrigo Londoño, alias Timochenko, aceptó llamar crímenes al “error” de privar de la libertad a civiles y de haberlos sometido a tratos crueles y degradantes. Porque, hay que decirlo, en los aberrantes e ignominiosos tratamientos de los secuestrados no solo se rompió con la dignidad de los sometidos, sino que los combatientes farianos pulverizaron su honor y mística, y de esa forma recorrieron los caminos de la barbarie.

Mientras que el gobierno de Iván Duque, nominalmente el presidente de la República, hace todo para hacer trizas el Acuerdo de Paz con el apoyo de la bancada oficialista del Congreso, la Comisión de la Verdad abre un espacio que no se puede asumir como un cara a cara entre víctimas y victimarios, como lo titularon varios medios masivos. Calificar así el sentido encuentro es insistir en un discurso periodístico-noticioso anclado en el pasado, sin que se pretenda olvidar lo que ocurrió en el marco del degradado conflicto armado interno.

El “cara a cara” no se dio como lo esperaban los periodistas, pero fue y es un escenario que deviene en político y que debería servir para tocar las fibras de aquellos que desde disímiles trincheras hacen ingentes esfuerzos para torpedear el proceso de implementación del Acuerdo de Paz de La Habana e insistir en prolongar el conflicto armado con el ELN y las disidencias, a complacencia de los señores de la guerra.

Así como los entonces combatientes de las Farc comprometieron su sentido de humanidad y de respeto al otro durante más de 50 años de guerra interna, hoy, teniendo de por medio la firma de un tratado de paz, una parte de la clase política y empresarial viene comprometiendo ese sentido de humanidad que la Comisión de la Verdad quiere rescatar para que el país avance en la construcción de una verdad histórica sanadora.

Quizás el día de mañana se necesite de un evento similar o quizás, de una Comisión de la Verdad, que sirva para que los participaron de los actos de barbarie acaecidos en el contexto del Paro Nacional, en particular los agentes de la Policía y del Esmad, pidan perdón por haber actuado como bestias rabiosas, con total inmisericordia, tal vez presionados por una élite que no solo negó y niega aún la existencia del conflicto armado, sino que insiste en extender en el tiempo sus enormes privilegios, los mismos que actúan como ingredientes del actual estallido social.

@germanayalaosor

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