Por GERMÁN AYALA OSORIO
El gobierno de Iván Duque Márquez ha venido consolidándose como uno de los más mendaces de los últimos tiempos, fruto del engaño y la falsedad permanente como política de Estado. Baste con recordar que mintió sobre los tiempos de llegada de las vacunas contra el covid19 y con la prometida reconstrucción de la isla de Providencia en 100 días, convertida su calamidad en la más grande burla del gobierno nacional. De esta manera, todo lo que diga, haga o prometa siempre será medido por la suspicacia de una opinión pública que cada vez es menos ingenua frente a los discursos oficiales.
En el marco de lo anterior se deben entender y comprender las dudas que circulan en torno a la realidad del posible atentado que sufrió la aeronave en la que se transportaba Iván Duque desde Cúcuta, hacia Bogotá. Las aprensiones que circulan en las redes sociales van desde la trayectoria de los disparos, hasta la aparición de los fusiles con los que aparentemente fue atacado el helicóptero que transportaba al mandatario. La inusitada rapidez con la que las autoridades explican lo ocurrido y encuentran a los responsables, contrasta con su incapacidad para evitar los atentados.
Quienes creen en la versión oficial y hacen parte del Establecimiento, critican a aquellos que se han atrevido a dudar de la veracidad de lo ocurrido. Al parecer, olvidan los primeros, la cantidad de mentiras en las que ha incurrido de manera directa quien nominalmente funge como el presidente de la República, así haya dudas razonables sobre quién realmente toma las decisiones, y en particular, si estas se adoptan desde la Casa de Nariño o desde la hacienda El Ubérrimo.
Aporta al fortalecimiento de los recelos con los que una parte importante de la opinión pública asumió la noticia del atentado contra Duque, la poca claridad que existe en torno al incidente con explosivos ocurrido en la Brigada 30 con sede en Cúcuta, presentado como un “atentado terrorista perpetrado por el ELN”. Auto atentado o simplemente un accidente grave en la manipulación de los explosivos, lo cierto es que entre más pasa el tiempo, la credibilidad de las fuentes oficiales se debilita por lo ya señalado líneas atrás: el gobierno se acostumbró a mentir.
Se suma a lo anterior un hecho político que debe tener muy preocupados al propio Iván Duque y a esa parte del Establecimiento fondeada ética y moralmente en lo que se conoce como el uribismo: tan solo el 16% apoya la gestión de Duque. Ante esa realidad política, cualquier hecho o noticia que sirva para victimizar al jefe del Estado, puede, potencialmente, servir para mejorar la imagen de quien ha usado la mentira para gobernar.
Más allá de lamentar y rechazar el hecho en sí mismo, que por supuesto lo hago, no podemos olvidar que el probable atentado ocurrió en una zona de conflicto y ha sido Duque quien se ha opuesto, siguiendo las instrucciones de Uribe, a implementar el Acuerdo de Paz de La Habana. Casi siempre se cosecha lo que se siembra.