Este régimen asusta

Por GERMÁN AYALA OSORIO

Con ocasión de la pandemia, los consecuentes encierros y los mea culpa que muchos hicieron por la imborrable huella que hemos dejado en el planeta Tierra, corrió la idea-sueño de que al desaparecer el escenario pandémico, los seres humanos seríamos mejores. En el caso que nos ocupa, Colombia, esa idea-sueño cayó muy bien entre optimistas que omiten las complejidades que rodean a UNA condición humana que en momentos de crisis se torna extremadamente peligrosa.

Al revisar lo acontecido durante el degradado conflicto interno, con su estela de víctimas mortales, los millones de desplazados, los miles de desaparecidos, los torturados y perseguidos, así como los jóvenes asesinados por agentes estatales, no es difícil pensar en que algo muy malo y dañino se ha asentado en la sociedad colombiana.

Después de que el proceso de paz de La Habana nos hiciera pensar en la posibilidad de consolidar una paz estable y duradera, la quimera (idea-sueño) se fue desvaneciendo en medio del sistemático asesinato de líderes sociales y de excombatientes de las Farc. Las más de 50 masacres, solo en este 2021, dan muestra de la villanía de sus autores materiales e intelectuales.

Es preocupante comprobar cómo la siniestra, cínica, abusiva y criminal forma de actuar del gobierno colombiano es compartida por millones de colombianos.

Algo ominoso está pasando, no solo al interior de la sociedad colombiana, sino dentro del régimen de poder. Pero faltaba más: la violenta reacción del régimen ante las legítimas movilizaciones de protesta, sustentadas en un creciente malestar social y un profundo rechazo al uribismo, sobre todo de los jóvenes. Aquí se confirma la aviesa condición humana de quienes dan las órdenes de disparar, perseguir y asesinar a los manifestantes.

Pese a que por estos días asistimos a una aparente tranquilidad o «calma chicha», las tensiones subyacen, solo falta arrojar un fósforo para que la “fiesta de la guerra urbana” se tome de nuevo las calles e inunde de dolor las comunas de ciudades como Cali, Medellín y Bogotá.

Es preocupante comprobar cómo la siniestra, cínica, abusiva y criminal forma de actuar del gobierno colombiano es compartida por millones de colombianos. Esto confirmaría cuán enfermo está el país.

Por todo lo anterior, hoy nadie puede poner en duda que asusta, intimida y estremece este régimen autoritario de poder cuya cabeza más visible es Álvaro Uribe y su dócil instrumentador es Iván Duque. Y que más aterra es que, ante la posibilidad de que el uribismo pierda la presidencia en las elecciones de 2022, la violencia volverá a las calles y a los campos: los malos perdedores preferirán “hacer invivible la República”, antes de entregarla a una opción política que intente devolverle la decencia al ejercicio de lo público.

Ante la eventualidad de perder el inmenso poder del que hoy disponen y abusan, hombres con el mismo perfil político y sicológico de los que hicieron parte del comando sicarial que asesinó al presidente de Haití, estarían prestos a generar el caos, incluso a asesinar a los intrusos. La consigna del sátrapa, “ojo con el 2022”, se puede entender de muchas maneras. Es posible que se trate de una amenaza.

@germanayalaosor

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