Por HUMERTO TOBÓN
Desde comienzos de la década de los años sesenta, norteamericanos y soviéticos se trenzaron en una competencia aeroespacial para explorar Marte. Inicialmente fueron los programas Mars y Zond de la extinta Unión Soviética y luego el programa Mariner de Estados Unidos, los que sondearon el enigmático planeta rojo.
Los viajes a Marte durante los últimos sesenta años se han concentrado en analizar su atmosfera, tomar fotografias, poner vehículos en la superficie y examinar la textura del suelo en busqueda de vida microbiana, con el propósito de planificar el envío de una misión tripulada, como primera fase para fundar una colonia terricola a 225 millones de kilómetros de distancia.
A la exploración de Marte se han unido Japón, Gran Bretaña, Emiratos Árabes y China. Lo que se ha logrado comprobar, muy especialmente por parte de los vehiculos que se han posado con éxito en la superficie marciana como Curiosity, Spirit y Opportunity, es que allí hubo vida microbiológica, no hay agua en estado liquido, son comunes las tormentas de arena a nivel planetario, los niveles de gas metano son muy altos, el suelo posee grandes cantidades de óxido de hierro y las nubes son de hielo seco debido a las concentraciones de dioxido de carbono. Además, hay radiación y ráfagas de vientos solares.
Mientras los científicos estudian la posibilidad de que los seres humanos puedan vivir en Marte, adaptándose a sus terribles condiciones atmosféricas; la Tierra, el único planeta que hasta el momento se ha comprobado que puede albergar vida en el sistema solar, está siendo sometido a una destrucción constante por quienes lo habitamos.
En el único sitio que tenemos los humanos para vivir, hay un aire cada vez más irrespirable, debido a las altas cantidades de dioxido de carbono que lanzamos a la atmosfera, lo que está gerando, junto con otros gases de efecto invernadero, un cambio climático que afecta a todos los países, con consecuencias negativas sobre la salud, la economía y el bienestar de 7.700 millones de personas.
También estamos destruyendo los bosques, secando las fuentes hídricas y aniquilando las especies de flora y fauna, mientras la carrera aeroespacial y la conquista interplanetaria avanzan a gran velocidad, en busca de un nuevo espacio (podría ser Marte) donde los terricolas podamos vivir en el futuro, ataviados con escafandras presurizadas, respirando oxígeno a través de un tubo y mirando el mundo a través de un casco hermético.
Parece más racional destinar tanta creatividad en universalizar las energías limpias y desterrar de la Tierra los combustibles fósiles; erradicar los químicos que acaban con la vida en los ríos y los mares; disminuir los desechos sólidos altamente contaminantes; proteger el suelo; garantizar un aire puro para que no mueran millones de personas cada año por afecciones respiratorias; ofertar agua limpia y comida suficiente para todos; y liberar al planeta de tanta pobreza y miseria.
Lo que ocurre, es que estamos danto por sentado que no somos capaces de proteger nuestra casa.