Elecciones: «Ojo con el 2022»

Va llegando a su fin la administración de Iván Duque Márquez y se acerca un escenario electoral con dos orillas: la primera, la de quienes necesitan sostener un orden inviable e insostenible, fuente de todas las inequidades, de la violencia estructural y de sistémicas formas de exclusión, estigmatización y persecución de los que están instalados en la otra orilla y desde ella proponen cambios sustanciales. En esa segunda orilla sobreviven o superviven lo que creen posible desmontar la corrupción administrativa y electoral, proscribir el ethos mafioso que la logrado enquistarse en las estructuras del Estado.

Los primeros acuden a las figuras presidenciables que les aseguren el camino para mantener (de puros ‘mantenidos’, digamos) sus privilegios. Los segundos, por el contrario, buscan a políticos y candidatos que permitan darle a esta adolorida nación un giro de 180 grados, un verdadero revolcón, para no hablar de revolución, palabra proscrita.

Los más peligrosos son aquellos que aparente ser demócratas pero, conscientes de lo aberrantes que son esas prácticas mafiosas (corrupción pública y privada), no se atreven a cuestionarlas de fondo. ¿Por qué? Porque son objeto de simpatía para los que volvieron una tradición robar, cooptar el Estado para ponerlo a su servicio.

Mientras el cínico y obsecuente Iván Duque Márquez se prepara para dejar la Casa de Nariño y buscar refugio en la acomodada historia oficial, muchos de los que hacen parte de la primera perspectiva tratan de tomar distancia del Centro Democrático, pues perciben que dicha secta deviene debilitada o carcomida en su imagen.

Escucho en la radio que se unen exgobernadores dizque para tomar distancia de una discutible y por qué no inexistente polarización política, para ubicarse en medio de las dos señaladas perspectivas. En ese lugar confluyen los tibios (Fajardo y otros) que, aunque ya fungieron como rémoras de lo público, suelen venderse ante la opinión pública como los redentores, cuando todos sabemos de dónde vienen y, sobre todo, qué han hecho, dejado de hacer y con quiénes transaron. Recuerden la Donbernabilidad, por ejemplo.

Ojalá el subpresidente Duque entienda que está obligado a tomar el mismo camino que decidió recorrer Belisario Betancur Cuartas. Este último, como todos sabemos, abandonó la vida pública (política), quizás obligado por el peso moral del Holocausto del Palacio de Justicia, del que fue en gran parte responsable. En el caso que nos ocupa, Iván Duque deberá llevar cargar en su conciencia no solo el haberse prestado para jugar a ser presidente, sino el haberse burlado del país, como lo viene haciendo con total impudor.

Tras la captura del Estado que el uribismo logró consolidar -mediante la ubicación de fichas suyas en Procuraduría, Fiscalía, Registraduría y Defensoría del Pueblo, sumado a la desinformación y propaganda negra inoculada por la prensa oficial contra las figuras que buscan provocar ese giro de 180 grados, nada de raro tendría que este ocasión el país se inclinara por alguien de la línea del medio.

Sea como fuere, en 2022 se verá si «todo cambia para que todo siga igual», o si el país por fin decide darse el revolcón (por no decir la revolución) que tanto necesita.

¡Ajúa!

#Ojoconel2022

@germanayalaosor

* Imagen de portada, tomada de Pulzo.com

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